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miércoles, 6 de marzo de 2013

Políptico del Cordero místico


Óleo sobre tabla, 350×223 cm
Catedral de San Bavón, Gante Bélgica

En estos días estamos muy pendientes en saber las últimas noticias que nos llegan de Roma, referentes a la elección del nuevo papa. Qué cardenales son candidatos, qué perfil es mas adecuado para la iglesia del dos mil, qué retos ha de afrontar, etc. Pero, leyendo hoy la Carta a los Hebreos y el Evangelio de san Mateo, me he parado a contemplar esta maravillosa obra de arte en la que es Cristo es el sumo Pastor, el único "Pontifex" es decir quien nos liga, por su divinidad humanada, con el Padre. Él es el cordero inocente, el ejemplo a seguir. 

Dice la carta a los hebreos: 
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Porque todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»

Por otra parte san Juan nos dice:
No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.



La salvación viene de nuestro Dios, que se sienta en el trono, y del Cordero (Ap.7, 9)

La obra más famosa de Jan van Eyck es el monumental retablo titulado, El Cordero Místico, compuesto por varios paneles que se abren para mostrar la pintura. Una cuarteta de versos alejandrinos en latín, copia de la original que figuraba en este retablo, oculta bajo la pintura y descubierta por medio de rayos X, afirma que Hubert van Eyck comenzó la obra y la culminó Jan, que sobrevivió a su hermano. 

Los historiadores del arte suponen que éste último reunió los paneles que Hubert tenía comenzados antes de su muerte en 1426, añadió otros nuevos de su propia creación y los ensambló todos juntos. 

El retablo fue efectuado por ambos hermanos conjuntamente, como Jan Van Eyck reconoció y sus contemporáneos sabían perfectamente, y tal hecho eran igualmente conocido por el duque de Borgoña o los jefes de la corporación de Brujas, quienes visitaron la casa del pintor en una visita oficial en 1432, y los miembros de la cámara de retórica en Gante, que reprodujeron el Agnus Dei como una escena viva en 1456. No obstante, generaciones posteriores atribuyeron el políptico en exclusiva a Jan.

La asombrosa habilidad técnica de van Eyck y la precisión en los detalles, reproducidos cuidadosamente, fueron muy admiradas por sus contemporáneos. Ejerció enorme influencia en el arte flamenco y europeo en general.

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