La cena de Emaús, 1621. Obra de Hendrick ter Brugghen
Óleo sobre lienzo. 109x141cm
Pinacoteca del palacio de Sanssouci , Potsdam. Alemania
San Juan sigue hablándonos estos días del discurso del pan de la vida (Jn 6, 35-40).
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»
Hendrick Ter Brugghen fue, uno de los miembros más destacados de la escuela de los caravaggistas de Utrecht. En este cuadro nos muestra a Cristo ofreciendo el pan no solo a los dos discípulos en la cena, sino a todo el que se adentra en el cuadro creando así un íntima y sorpresiva relación entre el espectador y el motivo principal de la escena, Jesús y el pan. Los dos discípulos que, atentos y maravillados, asisten al evento, no parecen centrar su atención o mirada en la persona del Maestro resucitado sino en el pan que ofrece éste, es decir a sí mismo, inmolado en la cruz, resucitado y presente entre ellos. Haciéndose a un lado dejan, que todos nosotros entremos en la escena para ser participes de la invitación de Jesús y su sorprendente percepción del misterio.
San Agustín comenta el pasaje evangélico de esta esplendida manera:
Ahora bien, Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida. Quien viene a mí no tendrá hambre y quien cree en mí nunca tendrá sed. «Quien viene a mí» es lo mismo que «y quien cree en mí»; y, en cuanto a lo que dijo: «No tendrá hambre», ha de entenderse esto: Nunca tendrá sed; efectivamente, una y otra cosa significan la saciedad eterna, donde no hay escasez alguna. Deseáis el pan venido del cielo: lo tenéis ante vosotros y no lo coméis. Pero os dije que me habéis visto y no habéis creído. Pero no por eso he destruido yo al pueblo. En efecto, ¿acaso vuestra infidelidad ha anulado la lealtad de Dios? De hecho, mira lo que sigue: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera. ¿Qué clase de interior es ese del que no se sale fuera? Gran penetral y dulce secreto. ¡Oh secreto sin tedio, sin amargura de pensamientos malos, sin interpelación de tentaciones y dolores! ¿Acaso no es ése el secreto al que entrará aquel siervo benemérito a quien el Señor va a decir: Entra al gozo de tu Señor?
Y a quien vendrá a mí, no lo echaré fuera, porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Al que, pues, vendrá a ti no lo echarás fuera precisamente porque has descendido del cielo no para hacer tu voluntad, sino la voluntad del que te envió? ¡Gran sacramento! Por favor, aldabeemos a una; salga hacia nosotros algo que nos alimente según nos deleitó.¡Grande y dulce secreto aquel! Quien vendrá a mí. Atiende, atiende y sopesa: A quien vendrá a mí, no lo echaré fuera. ¿Por qué? Porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Ésa misma es, pues, la causa por la que no echas fuera a quien viene a ti: que has descendido del cielo no a hacer tu voluntad, sino la del que te envió? Ésa misma. ¿Por qué preguntamos si es esa misma? Es ésa misma, lo dice él mismo. Por cierto, nonos es lícito sospechar cosa distinta de la que dice: A quien venga a mí, no lo echaré fuera Y, como si preguntases por qué: Porque no he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Temo que el alma haya salido fuera de Dios porque era soberbia; más bien, no lo dudo, pues está escrito: «Inicio de todo pecado, la soberbia», e: Inicio de la soberbia del hombre, apostatar de Dios. Está escrito, es firme, es verdad. Después, ¿qué se dice del mortal soberbio, ceñido de los andrajos de la carne, abrumado por el peso del cuerpo corruptible y que empero se enorgullece y olvida la piel de que está vestido? ¿Qué le dice la Escritura? ¿Por qué se ensoberbece la tierra y la ceniza? ¿Por qué se ensoberbece? Diga por qué se ensoberbece. Porque en su vida arrojó su intimidad. ¿Qué significa «arrojó», sino «echó lejos»? Esto significa salir fuera. Pues entrar dentro es apetecer la intimidad, arrojar la intimidad es salir fuera. Arroja la intimidad el soberbio, apetece la intimidad el humilde. Si la soberbia nos echa, la humildad nos hace regresar. He venido no a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. He venido en condición baja; he venido a enseñar la humildad; he venido como maestro de humildad. Quien viene a mí se me incorpora; quien viene a mí es hecho humilde; quien se me adhiere será humilde porque hace no su voluntad, sino la de Dios, y no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.
(Comentario al Ev. de Jn. 25)
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