Triunfo de la Fe Sobre los sentidos, 1667. Obra de Juan Antonio de Frías y Escalante
Óleo sobre lienzo, 113x152 cm.
Museo del Prado, Madrid. España
En cuadro de hoy, barroco como no podía ser de otro modo, aparece el texto Præstet fides suppleméntum, sénsuum deféctui. Es decir La fe provea suplemento para el defecto de los sentidos. Este verso pertenece al himno eucarístico Pange lingua, escrito por santo Tomás de Aquino, como el oficio de hoy y que por lo general se canta durante la adoración del Santísimo Sacramento.
Santo Tomás en el Opúsculo 57, que trata de la fiesta del Cuerpo de Cristo nos habla sobre el banquete precioso y admirable que el hombre recibe, Dios mismo que, no solo se ha entregado por nosotros, sino que permanece entre nosotros y se nos da como alimento nutriendo el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.
Que éste día lo vivamos en contemplación de ese gran misterio que nos trae la salvación, éste en el que los sentidos callan y la fe se manifiesta victoriosa.
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.
Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos da, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.
Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?
No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.
Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.
Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.
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