Martires Claretianos de Barbastro, c. 1992. Obra de Pedro Beruete
Óleo sobre lienzo
Museo de los P.P. Claretianos. Barbastro, España
Cuando hoy leía las lecturas de la misa, no podía dejar de pensar en tantos como han hecho vida estas palabras a través del tiempo y sobre todo, después de la película, Un Dios Prohibido, que vi ayer donde trata el tema del martirio y la entrega total a Dios, donde el triunfo de la fe y del amor superan toda barbárica afrenta.
San Pablo en su segunda carta a los Corintios 6, 2-10 dice:
Para no poner en ridículo nuestro ministerio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; al contrario, continuamente damos prueba de que somos ministros de Dios con lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y amabilidad, con dones del Espíritu y amor sincero, llevando la palabra de la verdad y la fuerza de Dios.
Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la justicia, a través de honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los penados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobretones que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.
Jesús hoy dice en el evangelio de san Mateo 5, 38-42:
Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
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