Martirio de san Bartolomé. XVII. Francisco Camilo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 205cm x 249cm.
Museo del Prado. Madrid. España
Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé. El Evangelio según san Juan nos transmite el diálogo con Jesús, tras el cual lo dejó todo y decidió seguir al que confesó como el Hijo de Dios. Pero, como sucede con gran parte de los demás apóstoles, las noticias después de la Resurrección del Señor son más bien escasas. Según la tradición, llegó hasta la India. Otra tradición sitúa su predicación y su martirio en Armenia.
Su martirio y muerte se atribuyen a Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio que San Bartolomé había convertido al cristianismo. Como los sacerdotes de los templos paganos, que se estaban quedando sin seguidores, protestaran ante Astiages de la labor evangelizadora de Bartolomé, Astiages mandó llamarlo y le ordenó que adorara a sus ídolos, tal como él había hecho con su hermano. Ante la negativa de Bartolomé, el rey ordenó que fuera desollado vivo en su presencia hasta que renunciase a su Dios o muriese.
Esta tradición ha dado lugar a una abundante iconografía del martirio por desuello de san Bartolomé. Suele presentarse al santo atado, mientras los verdugos van arrancando trozos de su piel. Nosotros hemos elegido la obra de un pintor del barroco madrileño, Francisco Camino, perteneciente originariamente al convento de los carmelitas descalzos de san Hermenegildo de Madrid.
Es sabido que Camilo según sus contemporáneos destacaba sobre todo en los asuntos delicados, por ser su genio tan inclinado a lo dulce y devoto, como dice Palomino. El violento asunto de la desollación de San Bartolomé constituye una relativa excepción en su producción, y recoge inspiración en diversas composiciones ajenas. El esquema general recuerda necesariamente a Ribera y su conocida estampa del mismo asunto, aunque realmente está más cerca del lienzo hoy conservado en el Museo de Estocolmo, que quizás conociese directamente. La actitud del verdugo principal, que arranca la piel del brazo alzado, mientras sostiene el cuchillo con la boca, se repite casi idéntica en ambas composiciones, pero la interpretación de Camilo está, al menos en el sayón, notablemente dulcificada, al apartar la mirada de la herida y desaparecer toda la fría indiferencia del verdugo riberesco. El otro verdugo, de espaldas y con el brazo alzado, parece de procedencia clásica romano-boloñesa.
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