Visión de San Benito del globo y los tres ángeles. 1658-60. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 166 cm x 123 cm.
Museo del Prado. Madrid España.
Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por la fiebre, comenzó a fatigarse aquejado de temperatura muy elevada. Como la enfermedad se agravaba de día en día, el sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, y allí se preparó para la muerte con la recepción del Cuerpo y la Sangre; de pie, con las manos elevadas al cielo y apoyando sus desfallecidos miembros en las manos de sus discípulos, exhaló el último aliento entre palabras de oración. Conviene hacer notar que, aquel mismo día, dos de sus discípulos, uno que vivía en el monasterio y otro que se hallaba lejos, tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron, en efecto, un camino alfombrado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que partiendo de su celda y en dirección al oriente, llegaba hasta el cielo. En su cima le asistía un varón de aspecto venerable y radiante de luz, que les preguntó si sabían qué camino era aquelque estaban contemplando. Ellos le contestaron que lo ignoraban. Él les respondió: «Este es el camino por el cual Benito, el amado del Señor, ha subido al cielo».
Hasta aquí son palabras de san Gregorio Magno, en su Libro de los Diálogos. Se leen hoy en todos los monasterios benedictinos, pues el 21 de marzo celebramos la muerte de san Benito, es decir, su Tránsito a la vida eterna. A tal efecto, hemos seleccionado una obra de la pintura barroca española: la visión de san Benito del globo y los tres ángeles. Poco antes de su muerte, vio san Benito reducido todo el mundo a un rayo de luz, y en este revelación le mostró el Creador del Universo el misterio de su trascendencia.
Esta obra denota las influencias venecianas asimiladas en la corte por Alonso Cano, que construye un cuadro en el que existe una magnífica valoración de la materia pictórica y en el que el color se resuelve a base de tonos cálidos para transmitir la experiencia de la visión. Como instrumento expresivo llega a alterar la ortodoxia anatómica, como se aprecia en los larguísimos dedos del santo, realizados con una gran economía de medios. Pero al mismo tiempo, en el fino y seguro modelado del rostro nos demuestra que es uno de los pintores de su época con un sentido del dibujo más poderoso.
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