Ecce Homo. 1663. Mateo Cerezo
Óleo sobre lienzo
Museo de Burgos
La expresión Ecce Homo procede del relato de la Pasión del Evangelio según san Juan. Después de azotarlo y de haber sufrido las burlas de los soldados, que lo han coronado, en vez de con laureles, con espinos; que le han revestido de un manto púrpura de cualquier soldado, no como el emperador de los romanos; y que le han puesto un cetro real en la mano: precisamente, en tan lamentable estado, quiere exponerlo Pilato ante los ojos de los judíos, esperando que en tal estado se darían por contentos y no pedirían más castigo. Por eso, les dijo: ahí tenéis al hombre, como queriendo decir: ahí lo tenéis, suficientemente castigado, desacreditado y puesto en ridículo. Los judíos, sin embargo, no se dieron por satisfechos, y consiguieron la condena a muerte.
En san Juan, la expresión Ecce Homo va mucho más allá de la obvia exposición de Jesús al populacho. En él, Dios encarnado, descubrimos el rostro verdadero del hombre sufriente, redimido solo por el amor de Dios. En ese hombre torturado, que confía hasta el final en Dios, vemos el verdadero rostro del hombre, hasta dónde puede llegar si se deja redimir por el amor de Dios.
Mateo Cerezo, un pintor del barroco español que murió joven, discípulo de Carreño Miranda, de Tiziano y de Van Dick, nos dejó este Ecce Homo conservado en el Museo de Burgos, en el que destaca el rostro extraordinariamente dulce del Señor, que mira a lo alto para encontrarse en el abismo del amor de Dios, por el que sufre la Pasión.
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