Santa Isabel de Portugal. 1635. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 184cm x 98cm.
Museo del Prado. Madrid.
Nos recuerda hoy el Martirologio romano la santidad de santa Isabel de Portugal. Nació en Zaragoza c omo princesa de Aragón en 12711. Fue reina de Portugal entre 1282 y 1325. Mujer muy devota desde la niñez, se casó el 24 de junio de 1282 con el rey Dionisio I de Portugal, el cual era violento e infiel. De su matrimonio nacieron dos hijos: el infante Alfonso (futuro Alfonso IV de Portugal) y la infanta Constanza, esposa de Fernando IV de Castilla y madre y regente de Alfonso XI.
La reina dedicó parte de su tiempo libre a atender a los enfermos, ancianos y mendigos, para los que ella misma confeccionaba ropa. Durante su reinado ordenó construir hospitales, escuelas gratuitas y refugios para huérfanos. Ordenó la construcción de un buen número de conventos. A pesar de la inmoralidad del rey Dionisio, éste sentía tanta admiración por Isabel que la dejaba llevar su vida cristiana de forma libre, hasta el punto de que la reina distribuía de forma regular las monedas del Tesoro Real entre los más pobres. Isabel siguió estrechamente el ejemplo de su antepasada santa Isabel de Hungría, adoptando su filosofía de vida cristiana hasta tal punto que la leyenda popular portuguesa adoptó el episodio de la transformación del pan en rosas de la princesa húngara, colocando como personajes principales al rey Dionisio y a su esposa.
En diversas ocasiones se trasladó hasta el campo de batalla para acabar con las disputas entre su marido y su hijo Alfonso. Se colocaba entre los dos y rezaba para que la pelea finalizara. En 1325 Isabel enviudó de su esposo y poco después realizó un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela, ingresando a su vuelta en el convento de Santa Clara-a-Velha en Coimbra, que ella misma había fundado, donde tomó el hábito de las clarisas, pero sin hacer los votos de la orden, lo que le permitía mantener la administración de su fortuna, que dedicó a las obras de caridad.
Ya retirada, tuvo que volver a mediar, esta vez entre su hijo Alfonso y su nieto Alfonso XI de Castilla. Inició un viaje hacia el campo de batalla de Castilla para poner paz entre los dos familiares. A su regreso se encontró indispuesta y murió en Estremoz el 4 de julio de 1336. Sus restos fueron sepultados en su convento de Santa Clara-a-Velha; pero al resultar éste progresivamente anegado por las aguas del río Mondego hubieron de ser trasladados en el siglo XVII al nuevo convento de Santa Clara-a-Nova.
El lienzo de la santa que contemplamos es una de las obras maestras de Zurbarán. En pie, caminando hacia la derecha, la santa viste traje de dama propio del siglo XVII, portando sobre la falda unas rosas. Aluden al hecho milagroso de la conversión en rosas de las monedas del tesoro real, que ella repartía a escondidas entre los menesterosos.
Es una de las efigies más elegantes de Zurbarán. Sus ricos vestidos ofrecen al pintor una magnífica oportunidad para demostrar su extraordinaria capacidad para la reproducción de texturas. Demuestra el dominio técnico alcanzado en un prototipo muy extendido en su obra, como es la representación de figuras recortadas sobre un fondo oscuro que miran de frente al espectador.
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