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martes, 20 de enero de 2015

El Greco. Martirio de San Sebastián

El martirio de san Sebastián. 1577-1578. El Greco
Óleo sobre lienzo. Medidas: 191 cm x 152 cm
Catedral de Palencia

Recordamos hoy la santidad de uno de los santos más populares de la Iglesia, el soldado san Sebastián, que renunció a su vida, en plena juventud, antes que renunciar de Cristo. En la iconografía cristiana, su retrato ha sido frecuentemente pintado en medio del tormento a que fue sometido, muriendo lentamente asaetedado. Tal vez la obra más célebre es la que pintó El Greco.

El lienzo, de gran tamaño, muestra a un joven san Sebastián atado a un árbol, desnudo y con una flecha en el costado. La inestable postura del santo, con una pierna flexionada sobre una roca y la otra tocando la piedra con la rodilla y apoyada en el suelo, muestra un típico contraposto de raigambre clásica, y permite al artista mostrar detenidamente la musculatura del tronco y del brazo derecho, atado a la espalda. El otro brazo se encuentra extendido hacia el vértice superior derecho, con la mano caída, lo que acentúa la sensación de debilidad ante el martirio. El tronco y la cabeza se encuentran levemente inclinados hacia la izquierda, iniciando el cuerpo del santo una torsión o postura serpentinata típicamente manierista. Se ha señalado que tanto el aspecto heroico del santo, como el interés por el desnudo (muy poco común en la pintura española) y la postura inestable y forzada pueden ser ecos de la obra de Miguel Ángel, cuyas obras vio El Greco en Roma.

El fondo presenta un cielo azul profundo con celajes blancos de aspecto metálico, típicos del pintor, y un breve paisaje con algunos árboles de tonalidades pardas y verdes, entre los que se mueven algunos personajes, muy diluidos en la lejanía, que pudieran ser los ejecutores del suplicio. La roca sobre la que se apoya san Sebastián lleva inscrita la firma del autor. El ambiente que rodea la figura es realista, incluyendo la representación exacta del árbol al que se ata al santo (una higuera), así como la veraz captación de su rostro. No hay referencia alguna a lo sobrenatural, salvo la mirada alzada al cielo del joven mártir. El artista utilizó una composición muy similar en una obra tardía, un San Jerónimo en penitencia, conservado en la National Gallery de Washington. El tema del martirio de san Sebastián lo trató el pintor en otro cuadro, igualmente de su época final y muy diverso formalmente del que tratamos, en el Museo del Prado.

La gama cromática se presenta más reducida que lo habitual en el Greco, aun cuando presenta notable riqueza, destacando los matices grises y pardos de las carnaciones y el paisaje, en contraste con el brillante azul del cielo, velado en parte por las nubes. El tratamiento de la luz es interesante, con un foco lumínico cenital, pero destaca aquí la ausencia del rompimiento de gloria que posteriormente utilizará el pintor en obras de este tipo.

El santo está resuelto con pinceladas gruesas y empastadas, al contrario del fondo, que las tiene más finas y sueltas.

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