El Varón de Dolores. 1430. Michele Giambono
Témpera y oro sobre tabla. Medidas: 47 cm x 31 cm
Metropolitan Museum of Art. Nueva York
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Este texto de la Carta a los Hebreos que leemos en la Eucaristía nos introduce a la contemplación de esta tabla del gótico italiano, que representa a Cristo como Varón de Dolores. su autor, Michele Giambono se formó como artista en el taller de Jacobello del Fiore, el pintor veneciano más importante durante el primer tercio del siglo XV. A pesar de su educación en el avanzado estilo de Jacobello, su manera de pintar es arcaica, siendo sus figuras en gran parte icónicas y fieles a la tradición bizantina que todavía era muy influyente en el ambiente artístico veneciano. Se le puede considerar como uno de los últimos representantes de la escuela gótica, pues parece que no conoció ni se dejó influir por las novedades introducidas en las Marcas y Florencia en el tratamiento y tridimensionalidad de las figuras.
Cristo aparece saliendo de una taumba y mostrando los estigmas de la Pasión, con la Cruz de fondo y tocado con la corona de espinas. Sus ojos están cerrados, y la imagen busca conmover los sentimientos de quien la contempla. Un fraile con hábito franciscano, de tamaño reducido, aparece orante a un lado de Cristo.
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