Cabeza de Cristo, 1445. Petrus Christus
Óleo sobre tabla. Medidas: 14 x 10 cm
Museo Metropolitano de Arte. Nueva York
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Comenzamos nuestra peregrinación cuaresmal contemplando el rostro de Cristo, que anunció a sus discípulos su Pasión, como camino que habría que recorrer para llegar a la gloria de la Pascua, camino al que también somos invitados sus discípulos.
La imagen que hemos escogido es un busto de Cristo, destinado a la devoción privada, que se deriva de un cuadro perdido de la Santa Faz de Jan van Eyck, que ahora se conoce sólo a través de copias. Petrus Christus trata la cabeza como un retrato, rodeándola con un marco ficticio, subrayando con ello la inmediatez física de Cristo. Su pintura se diferencia del prototipo, sin embargo, al presentar a Cristo con el ceño fruncido, la corona de espinas, y las gotas de sangre que corren por su frente y el pecho. Estos detalles incitan a una meditación sobre el sufrimiento de Cristo, como forma de suscitar la conversión del espectador.
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