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miércoles, 25 de febrero de 2015

Jonás arrojado al mar

Jonás arrojado al mar. XII. Anónimo
Piedra tallada y policromada
Iglesia abacial de San Pedro de Mozac

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

La liturgia de este primer miércoles de Cuaresma nos presenta al profeta Jonás, que fue llamado por Dios para anunciar a la ciudad de Nínive el castigo del Señor por sus muchos delitos. Jonás quiere huir de la presencia de Dios para librarse de dicho encargo. Se embarca, pero el mar se rebela. Los marineros lo tiran al mar, y es devorado por un monstruo, en cuyo vientre permanece tres días. Devuelto a tierra, predica en Nínive y consigue su conversión. Jesús utilizó este personaje sagrado, para anunciar que los creyentes no tendrían otro signo que el del propio Jonás, con lo que se refiere al hecho de su propìa muerte y su estancia en el sepulcro durante tres días. Es decir, Jesús anuncia el misterio de su propia Resurrección, como signo último y definitivo que Dios da a los creyentes.

Contemplamos la célebre escena de Jonás en un capitel románico de la Iglesia Abacial de San Pedro de Mozac. Los marineros tiran a Jonás al mar, representado por unas ondulaciones, de donde emerge el monstruo marino que lo devora.

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