Naamán se baña en el Jordán. 1520. Cornelis Engebrechtsz
Óleo sobre lienzo. Medidas: 61 cm x 46 cm.
Museo de Historia del Arte. Viena.
«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
La sentencia de Jesús que recoge el evangelista Lucas en la lectura que escuchamos en la Eucaristía del tercer lunes de Cuaresma nos lleva hasta este personaje del Antiguo Testamento, unos setecientos años antes de Cristo, Naamán, jefe del ejército sirio. Aunque al principio dudó y rechazó el mandato del profeta, terminó por bañarse en el río Jordán para curar su lepra, y recibió la curación de su cuerpo y el don de la fe.
Contemplamos la escena en un tríptico pintado por Cornelis Engebrechtsz. Se tienen pocos datos de sus orígenes y formación. De origen flamenco, podría haberse formado en Amberes con Colijn de Coter, arcaizante pintor de motivos religiosos, en la línea de la escuela de Rogier van der Weyden. Ya adulto se convirtió en el más importante pintor de Leiden y cabeza de un nutrido y muy activo taller en el que se formaron, además de sus tres hijos, todos pintores, Lucas van Leyden y Aertgen Claesz. van Leyden.
Su obra, de un estilo personal y bien caracterizado, de colores cálidos y figuras esbeltas al modo del llamado manierismo de Amberes, conjuga las tradiciones del estilo gótico en su etapa final con la diversidad de influencias modernas, tanto de Flandes como de Italia, que confluyen en su ciudad natal, importante foco de intercambios culturales.
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