La Anunciación. 1660. Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 125 cm x 103 cm.
Museo del Prado. Madrid
«¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
La Eucaristía de este domingo nos remite al capítulo cuarto del Evangelio según san Marcos. Jesús propone una parábola para explicar qué sentido tiene el Reinado de Dios, en contraste con la grandeza que esperaban sus contemporáneos. Esta imagen esconde la realidad de su propia persona, en la que nos llega el Reino de Dios: humilde en su apariencia, inmenso en su contenido.
Toda la vida del señor expresa este realidad, comenzando por su propia encarnación, en una insignificante muchacha de Israel, en la que el Señor hace obras grandes. Por eso hemos escogido hoy una imagen de la Anunciación de Murillo. La Virgen aparece acompañada de tres de sus atributos tradicionales, el costurero y el libro, símbolos de su laboriosidad y devoción, y las azucenas, símbolo de su pureza. Cuadro de carácter devocional, esta obra forma parte de un tipo de pintura sencilla y llena de ternura que gozó de gran éxito entre la sociedad sevillana tras la epidemia de peste de 1649.
Este lienzo fue adquirido en Sevilla en 1729-33 por la reina Isabel de Farnesio, citándose en el inventario de 1746 del Palacio de la Granja y en el inventario de 1794 del Palacio de Aranjuez, ambos en Madrid.
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