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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Alonso Cano. San Jerónimo penitente

San Jerónimo penitente. 1660. Alonso Cano
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 177 cm x 209 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Celebramos hoy la memoria de san Jerónimo, uno de los santos padres de la Iglesia latina. Eusebio Hierónimo de Estridón o (340–420) tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento en hebreo. Completó su obra en el año 405. Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero en la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín como medio de comunicación en la historia de la Iglesia.

Se le suele representar en forma de penitente, haciendo referencia a su retiro en Belén para preparar la traducción de la Biblia. Es así como lo representa el lienzo que contemplamos de Alonso Cano. San Jerónimo meditaba en su retiro cuando se le apareció un ángel tocando la trompeta del Juicio Final. Se trata de un tema muy querido por los artistas del siglo XVII y Alonso Cano lo aprovecha para demostrarnos su domino de la descripción anatómica a través del escorzo del ángel, y su interés por el paisaje, que se abre, colorista y luminoso, en la parte izquierda.

martes, 29 de septiembre de 2015

El Greco. La Anunciación

Anunciación. 1570-1572. El Greco
 Óleo sobre tabla. Medidas: 26 cm x 20 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Celebramos hoy la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Como dice san Gregorio, dichos nombres expresan una misión. El de Gabriel significa Fortaleza de Dios, ya que él fue encargado de comunicar a la Virgen maría que habría de concebir al Hijo de Dios. Por eso, hemos escogido esta interesante tabla de El Greco, en la que representa la Anunciación.

Se han apuntado varias fuentes para explicar la forma en que El Greco concibió esta representación: obras de Tiziano como La Anunciación de Santa María degli Angeli (Murano, 1537) o la Santa Catalina de Alejandría del Museum of Fine Arts de Boston (1567), y estampas de Giulio Bonasone y Giorgio Ghisi.

Es una obra muy cuidada en su ejecución, con un dibujo delicado realizado sobre la base de preparación, a la que luego se aplicó una primera capa de color, una emulsión al temple cubierta con un tratamiento posterior al óleo. La tabla fue comprada en 1868 a doña Concepción Parody, hija del cónsul general de las Dos Sicilias, sin que tengamos noticias anteriores de la procedencia. El Estado español adquirió la pintura para el Museo de la Trinidad, y desde esa institución pasó al Prado en 1872

domingo, 27 de septiembre de 2015

Antonio Palomino. Pentecostés


Pentecostés. 1696. Antonio Palomino
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 164cm x 108cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Moisés replicó: «¿Tienes celos por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu!»

Leemos en la primera lectura esta lapidaria sentencia de Moisés, que podemos entender referida al misterio de Pentecostés, en el que el Señor envía el Espíritu Santo sobre su Iglesia. Por ello, hemos escogido precisamente esta escena de Pentecostés. La obra pertenece al pintor andaluz Antonio Palomino.

Palomino, que además de pintor era un profundo conocedor de los libros sagrados, supo reflejar en su representación de este fundamental acontecimiento la sensación de turbulencia creada por la irrupción de la blanca paloma, símbolo del Espíritu Santo, estableciendo además un contraste entre las actitudes de los Apóstoles, sorprendidos e incluso atemorizados ante lo desconocido, y la serenidad de la Madre de Dios, cuyo corazón intuía los designios divinos. Los contrastes luminosos, acentuados por el cortinaje dispuesto en pabellón que cierra la composición por arriba, conjugados con una técnica empastada y vibrante, contribuyen a lograr los efectos deseados.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Pedro Berruguete. Santos Cosme y Damián

Santos Cosme y Damián. XV. Pedro Berruguete
Óleo sobre tabla.
Colegiata de Covarrubias (Archidiócesis de Burgos)

Nos recuerda hoy el Martirologio Romano la santidad de Cosme y Damián, cuyos nombres han pasado también a la lista de los santos citados en el Canon Romano. Según la tradición, fueron dos hermanos médicos de Cilicia, en la actual Turquía, que fueron martirizados en el siglo III. 

Los hermanos gemelos San Cosme y San Damián nacieron en Cilicia, en algún momento del siglo III. Los médicos ejercían como tal en Siria, y daban auxilio a los más pobres, ofreciendo sus servicios y atención de manera gratuita, por lo que se ganaron la calificación de Ανάργυροι, que significa los “santos anargiros“, término utilizado para quienes no cobraban por sus servicios, viniendo a significar algo así como lo contrario a un mercenario.

Muy poco se sabe de la vida de estos santos mártires, a parte de la tradición que recoge que su Fe era tan grande que curaron muchas enfermedades tan solo con el poder de la oración. Se sabe que fueron martirizados durante la persecución del emperador Diocleciano. El prefecto de Cilicia, llamado Lisías, ordenó su apresamiento y pidió que fueran torturados hasta que renunciases a su Fe. Los médicos no sucumbieron, a pesar de haber sido colgados de una cruz, apedreados, flechados, y finalmente degollados.

Muy poco después de su muerte, se conoce la existencia de diversos templos construidos en su nombre en Jerusalén, Egipto y la antigua Mesopotamia. La devoción a los dos santos médicos se expandió rápidamente debido a la gran cantidad de milagros que realizaban, así como al testimonio admirable de su Fe. En el siglo VI, el emperador Justiniano el Grande ordenó que la ciudad de Ciro fuese dedicada a ellos, y la restauró de manera admirable. En Constantinopla, el mismo emperador ordenó la construcción de una gran basílica en su nombre, donde se venerarían sus reliquias.

El Papa Félix IV construyó en Roma una magnífica iglesia en honor de los santos Cosme y Damián. Un hombre encargado de la limpieza y vigilancia de este templo cayó enfermo de cáncer, que al cabo de cierto tiempo le corroyó totalmente la carne de una de sus piernas. Cierta noche, mientras dormía, soñó que acudían a su lecho los santos Cosme y Damián provistos de medicinas y de los instrumentos necesarios para operarle; pero antes de proceder a la operación uno de ellos preguntó al otro: ¿Dónde podríamos encontrar carne sana y apta para colocarla en el lugar que va a quedar vacío al quitarle la podrida que rodea los huesos de este hombre? El otro le contestó: Hoy mismo han enterrado a un moro en el cementerio de San Pedro ad vincula; ve allí, extrae una de las piernas del muerto, la que haga falta, y con ella supliremos la carroña que tenemos que raerle a este enfermo.

Uno de los santos se fue al cementerio, pero en vez de cortar al muerto la carne que pudiera necesitar, le cortó una de sus piernas y regresó con ella, amputó luego al enfermo la pierna que tenía dañada, colocó en su lugar la del moro, aplicó después un ungüento al sitio en que hizo el injerto y seguidamente los dos santos se fueron después al cementerio con la pierna que habían amputado al sacristán y la dejaron en la sepultura del moro, al lado de su cadáver.

Los artistas han representado después este milagro basándose en esta narración de Jacobo de la Vorágine. Entre las numerosas representaciones que se encuentran en la iconografía española, una de las más conocidas es el óleo sobre tabla de Pedro Berruguete que se encuentra en el Museo de la Real Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias. En ella, con un precioso colorido en el que destacan los rojos, los verdes y los ocres, se ve como los santos hermanos han llevado ya a cabo el trasplante de una pierna, la derecha, de distinto color (por ser de un negro o de un "moro"); pierna que ocupa el centro de la composición. No se muestra la cara del paciente. Y se han añadido algunas figuras, entre ellas dos mujeres.



viernes, 25 de septiembre de 2015

Reconstrucción del templo por Zorobabel.

Reconstrucción del Templo. XV. Anónimo
Iluminación sobre pergamino. Guillermo de Tito. Histoire d'Outremer.
Biblioteca Nacional de Francia

Di a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote, y al resto del pueblo: "¿Quién entre vosotros vive todavía, de los que vieron este templo en su esplendor primitivo? ¿Y qué veis vosotros ahora? ¿No es como si no existiese ante vuestros ojos? ¡Ánimo!, Zorobabel –oráculo del Señor–, ¡Ánimo!, Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote; ¡Ánimo!, pueblo entero –oráculo del Señor–, a la obra, que yo estoy con vosotros –oráculo del Señor de los ejércitos–. La palabra pactada con vosotros cuando salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con vosotros: no temáis. Así dice el Señor de los ejércitos: Todavía un poco más, y agitaré cielo y tierra, mar y continentes. Pondré en movimiento los pueblos; vendrán las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este templo –dice el Señor de los ejércitos–. Mía es la plata y mío es el oro –dice el Señor de los ejércitos–. La gloria de este segundo templo será mayor que la del primero –dice el Señor de los ejércitos–; y en este sitio daré la paz –oráculo del Señor de los ejércitos.–

Leemos en la Eucaristía de hoy la profecía de Ageo, en la que anima a Zorobabel en la reconstrucción del Templo de Jerusalén, a la vuelta del destierro. El templo era el símbolo del lugar del encuentro entre Dios y los hombres. Sin llegar a alcanzar la gloria del templo de Salomón, el segundo templo significó la pervivencia religiosa de Israel. Contemplamos la iluminación que de este texto se recoge en un manuscrito francés del siglo XV.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Alejo Fernández. La Virgen de los navegantes

Virgen de los navegantes. 1531-1536. Alejo Fernández
Óleo sobre tabla.
Reales Alcázares. Sevilla

Celebra la Iglesia la memoria de nuestra Señora la Virgen de la Merced. La iglesia reconoce, honra y venera a la Virgen María, principalmente, con el título de madre: Madre de Dios y Señor Jesucristo, y Madre de la iglesia, de todos los hombres, ya que la redención de Jesucristo es universal y todos los hombres son llamados a pertenecer al pueblo de Dios, la Iglesia. Con San Pedro Nolasco, en la primera mitad del siglo XIII, comienza a invocarse a la Virgen bajo el título de la Merced. Santa María de la Merced es una invocación que expresa un aspecto esencial del misterio de María, evocando su presencia maternal y misericordiosa a favor de los fieles cristianos que se hallan en peligros y ansiedad, para que, rotas las cadenas de toda opresión, alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu.

La Virgen de los Navegantes o de los mareantes es una pintura de Alejo Fernández, creada como tabla central de un retablo para la capilla de la Casa de Contratación en Sevilla. Es la pintura más temprana que se conoce cuyo tema es el descubrimiento de América. Algún tiempo antes de 1536, los oficiales de la Casa de Contratación encargaron la pintura como la tabla central del retablo que instalaron en la Sala de Audiencias, de manera que la habitación sirviera también como capilla. Los estudiosos datan esta pintura de 1531–36.

En la Era de los descubrimientos, los católicos de toda Europa comenzaban a ver en la Virgen María un símbolo de maternidad y de todo lo que era bueno, amable y misericordioso. En la Virgen de los navegantes María está representada cubriendo con su manto a los españoles. Se alza sobre los mares, uniendo continentes, o sobre la bahía, para proteger a los barcos, su carga y la tripulación conforme se embarcan en la peligrosa travesía del Atlántico. Fernando el Católico y el emperador Carlos V (con la capa roja) están retratados junto a Cristóbal Colón, Américo Vespucio y uno de los Hermanos Pinzón, que se muestran arrodillados. Todos se elevan sobre nubes sobre el agua, debajo de los pies de la Virgen. Alrededor de la Virgen se reúnen figuras de indígenas americanos.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Ghirlandaio. Zacarías escribe el nombre de san Juan

Zacarías escribe el nombre de san Juan. 1486-1490. Domenico Ghirlandaio
Fresco. Capilla Tornabuoni, Santa Maria Novella, Florencia

Martirologio Romano: Conmemoración de los santos Zacarías e Isabel, padres de san Juan Bautista, Precursor del Señor. Isabel, al recibir a su pariente María en su casa, llena de Espíritu Santo saludó a la Madre del Señor como bendita entre todas las mujeres, y Zacarías, sacerdote lleno de espíritu profético, ante el hijo nacido alabó a Dios redentor y predicó la próxima aparición de Cristo, Sol de Oriente, que procede de lo Alto.

Los santos Zacarías e Isabel fueron los padres de san Juan Bautista. Su nacimiento viene narrado en el prólogo del Evangelio según san Lucas. El sacerdote Zacarías está oficiando en el templo, ccuando recibe la visita del ángel, que le anuncia el nacimiento de un hijo, cuando tanto él como su mujer, a causa de su avanzada edad, han perdido la esperanza de tener descendencia. Zacarías no da crédito al anuncio del ángel, que lo castiga privándole del uso de la lengua. Nace san Juan, y cuando van al Templo a poner el nombre al niño, recobra el habla al anunciar que se llamará Juan.

Vemos uno de los frescos con el ciclo de la vida de san Juan, que Ghirlandaio pintó para la Capilla Tornabuoni, en el coro de Santa Maria Novella. El que contemplamos presenta en el centro a Zacarías, escribiendo en una tabla el nombre de su hijo, que se llamará Juan. Santa Isabel lo sostiene en primer plano. Destaca la rica arquitectura y la galería de retratos de los personajes que contemplan la escena.

martes, 22 de septiembre de 2015

La Virgen de las Batallas

Virgen de las Batallas. 1225-1235. Anónimo
Bronce repujado y esmaltado. Medidas: 30 cm x 12 cm. x 12 cm
Museo del Prado. Madrid. España

Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra. María escuchó la Palabra del Señor, guardándola en el corazón. La liturgia nos invita hoy a imitar a la Santa Madre del Señor en su fe, en su confiada aceptación de la Palabra. Por eso, hemos escogido una de las más venerables imágenes de María: la Virgen de las Batallas.

La escultura de la Virgen de las Batallas responde al modelo iconográfico de Virgen como sedes sapientiae, es decir, trono o sede de sabiduría. Se la representa sentada en un trono, en posición mayestática, sosteniendo al Niño, que es la figura central y principal que encierra en si la Sabiduría Sagrada y por ello muestra una actitud de bendecir, lleva el Libro de la Revelación y en su corona aparece el símbolo de la Cruz. Según cuenta la leyenda, Fernán González la llevaba en el arnés del caballo al campo de batalla para asegurarse la protección, de ahí que fuera conocida como Virgen de las Batallas. Fue realizada en los talleres de Limoges, hacia 1225-1235. Elaborada con placas de bronce dorado, adornadas con esmaltes y aplicaciones de piedras semipreciosas.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Andrea del Sarto. La Virgen con el Niño entre San Mateo y un ángel

La Virgen con el Niño entre San Mateo y un ángel. 1522. Andrea del Sarto
Óleo sobre tabla. Medidas: 177 cm x 135 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El martirologio Romano nos recuerda hoy la figura del evangelista san Mateo, aquel publicano que fue llamado por Jesús, para escándalo de los fariseos, a abandonar su vida de pecado para seguirle. Iconográficamente se le representa con la forma de un hombre o un ángel, del mismo modo que Lucas se representa como un buey, Juan como un águila y Marcos como un león.

Hemos escogido para este día una tabla de Andrea del Sarto, de carácter devocional, en la que aparecen varios personajes. La Virgen María sostiene al Niño Jesús flanqueada por un ángel, a la derecha, y por San Mateo, a la izquierda. En el paisaje de fondo nos muestra una escena de los Evangelios Apócrifos (Protoevangelio de Santiago), Santa Isabel y San Juan Bautista niño huyendo de la Matanza de los Inocentes. 

La presencia de San Mateo en la composición responde a la condición de banquero del personaje que encargó la obra, Lorenzo di Bernardo Jacopi. El santo es considerado patrono de este gremio por su condición de publicano, recaudador de tributos, del Imperio Romano hasta que fue llamado al apostolado por Cristo. 

La obra perteneció a la Colección Real desde tiempos de Felipe IV (1605-1665). En 1819 ingresó en el Museo del Prado procedente del Monasterio de El Escorial.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Jan provost. Ecce Homo

Ecce homo. XVI. Jan Provost
Óleo sobre tabla. Medidas: 45 cm x 30 cm.
Museo Diocesano de Palencia

Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones,nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, nos pone sobre la pista de la temática central de la Liturgia de este domingo: el anuncio de la Pasión del Señor. Por eso, hemos escogido esta conocida obra, perteneciente a la colección del magnífico Museo Diocesano de Palencia. Jan Provost fue uno de los más famosos pintores de su generación. Conoció a Durero en Amberes, en 1520. Hay una efigie de este último en la National Gallery de Londres que se cree pintada por Provost. Las pinturas religiosas de Provost acusan la influencia tanto de Gérard David como de Hans Memling.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Abel Grimmer. Parábola del sembrador

Parábola del sembrador. 1611. Abel Grimmer
Óleo sobre tabla. Medidas: 24 cm x 34 cm.
Museo del Prado. Madrid

La liturgia nos propone hoy la parábola del sembrador. Para su contemplación hemos escogido esta pequeña y amable tabla de la escuela flamenca, pintada por Abel Grimmer. Fue hijo del también pintor paisajista Jacob Grimmer. En su obra predominan las escenas campestres de temática religiosa, con frecuencia seriadas según los meses del año o las estaciones y basadas en composiciones previas de Pieter Brueghel el Viejo y Hans Bol o Adriaen Collaert y Pieter van der Heyden. También pintó y dibujó interiores de iglesias —en ocasiones basados en las composiciones de Hans Vredeman de Vries— con gran dominio de la perspectiva, así como vistas de ciudades, en particular de su Amberes natal.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Roger van der Weyden. Calvario

Calvario. 1457-1464. Roger van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 325 cm x 192 cm.
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Este viernes contemplamos en misterio de la Pasión y Muerte de nuestro Señor en una de sus representaciones más impresionantes, que se expone en el Monasterio del Escorial después de su reciente restauración.

En el centro, aparece la figura de tamaño natural de Cristo crucificado sobre una cruz en forma de T, que se cobija bajo un dosel fingido de color rojo.  A los lados, las figuras de la Virgen y San Juan resaltan fuertemente con sus vestidos blancos, dando una impresión casi escultórica.  El dramatismo de las tres imágenes y la plasticidad de sus formas, propias del artista, se ven aquí acentuados por la grandeza de la composición y por la tormentosa agitación de sus paños, en fuerte contraste sobre el fondo.  El artista dibuja la anatomía del cuerpo desnudo de Cristo con total maestría, resaltando la transparencia de las gotas de sangre mediante sutiles veladuras sobre las carnaciones. 

Rogier consigue en esta obra una de sus creaciones más personales, dotando a sus figuras de unas dimensiones descomunales, algo inhabitual en su producción.  Ello se debe a que no fue encargado por un comitente, sino que el propio artista donó el Calvario a la capilla de Nuestra Señora de Gracia que había junto a la Cartuja de Scheut, con la que mantuvo una estrecha relación desde que fue fundada en 1450 a las afueras de Bruselas, según se ha podido constatar en el documento de venta del cuadro de 1555.  Las fuentes documentales no desvelan la identidad de su comprador, pero, sin duda, debió ser un miembro de la Casa de los Austria española, muy posiblemente Felipe II que había llegado de Inglaterra en septiembre de 1555 para asistir a la ceremonia de abdicación del emperador, ocurrida el 25 de octubre de ese año, ya que es bien sabida la pasión del rey por los primitivos flamencos.  También lo corroboraría el hecho de que fue Antonio Moro, su pintor de cámara, quien en 1555 ejecutó la obra que iba a sustituir el original de Van der Weyden en la citada Cartuja bruselesca.

A su llegada a España, el Calvario se instala en un primer momento en la capilla del Palacio Real de Valsaín, más conocido como del Bosque de Segovia, antes de que Felipe II decidiera su traslado definitivo en 1567 al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que se encontraba en esos momentos en pleno proceso de construcción.  La Entrega oficial al edificio se produjo en 1574, cuando ya se pudo instalar en el altar de la Sacristía, donde fue sucesivamente ensalzada por algunos cronistas, como Sigüenza (1605), Lorenzo Van der Hamen (1620) o Cassiano dal Pozzo (1626), quienes curiosamente olvidaron el nombre del pintor, cuando aparecía perfectamente especificado en la citada Entrega.  El Calvario quedó allí hasta que Velázquez reorganizó a partir de 1656 las pinturas de El Escorial, trasladándose la obra a la Librería del Coro, donde ha permanecido hasta principios del siglo XX, momento en que se llevó a las Salas Capitulares y posteriormente al Museo de Pintura escurialense, para poder ser admirado por el público y la crítica especializada.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Santa Hildegarda

Santa Hildegarda recibie la divina inspiración. 1933
Facsimil del Codex Scivias de 1179
Monasterio de Santa Hildegarda Eibingen

Celebramos hoy la memoria de una de las grandes monjas benedictinas de la Edad Media: santa Hildegarda. La iluminación que contemplamos pertenece a un fácsimil hecho a mano en torno al año 1933, del Códice original Scivias. Este Códice se encontraba en la Biblioteca de la Universidad de Passau, pero el año 1945 fue enviado a Dresde para intentar salvarlo, lo que resultó fatal, pues pereció en el bombardeo de la ciudad. Dejamos al papa Benedicto XVI, en su Audiencia General del 1 de septiembre de 2010, hablarnos de la santa:

También en aquellos siglos de la historia que habitualmente llamamos Edad Media, muchas figuras femeninas destacaron por su santidad de vida y por la riqueza de su enseñanza. Hoy quiero comenzar a presentaros a una de ellas: santa Hildegarda de Bingen, que vivió en Alemania en el siglo XII. Nació en 1098 en Renania, en Bermersheim, cerca de Alzey, y murió en 1179, a la edad de 81 años, pese a la continua fragilidad de su salud. Hildegarda pertenecía a una familia noble y numerosa; y desde su nacimiento sus padres la dedicaron al servicio de Dios. A los ocho años, a fin de que recibiera una adecuada formación humana y cristiana, fue encomendada a los cuidados de la maestra Judith de Spanheim, que se había retirado en clausura al monasterio benedictino de san Disibodo. Se fue formando un pequeño monasterio femenino de clausura, que seguía la regla de san Benito. Hildegarda recibió el velo de manos del obispo Otón de Bamberg y, en 1136, cuando murió la madre Judith, que era la superiora de la comunidad, las hermanas la llamaron a sucederla. Desempeñó esta tarea sacando fruto de sus dotes de mujer culta, espiritualmente elevada y capaz de afrontar con competencia los aspectos organizativos de la vida claustral. Algunos años más tarde, también a causa del número creciente de las jóvenes que llamaban a las puertas del monasterio, Hildegarda fundó otra comunidad en Bingen, dedicada a san Ruperto, donde pasó el resto de su vida. Su manera de ejercer el ministerio de la autoridad es ejemplar para toda comunidad religiosa: suscitaba una santa emulación en la práctica del bien, tanto que, como muestran algunos testimonios de la época, la madre y las hijas competían en amarse y en servirse mutuamente.

Ya en los años en que era superiora del monasterio de san Disibodo, Hildegarda había comenzado a dictar las visiones místicas, que recibía desde hacía tiempo, a su consejero espiritual, el monje Volmar, y a su secretaria, una hermana a la que quería mucho, Richardis de Strade. Como sucede siempre en la vida de los verdaderos místicos, también Hildegarda quiso someterse a la autoridad de personas sabias para discernir el origen de sus visiones, temiendo que fueran fruto de imaginaciones y que no vinieran de Dios. Por eso se dirigió a la persona que en su tiempo gozaba de la máxima estima en la Iglesia: san Bernardo de Claraval, del cual ya hablé en algunas catequesis. Este tranquilizó y alentó a Hildegarda. Y en 1147 recibió otra aprobación importantísima. El Papa Eugenio III, que presidía un sínodo en Tréveris, leyó un texto dictado por Hildegarda, que le había presentado el arzobispo Enrique de Maguncia. El Papa autorizó a la mística a escribir sus visiones y a hablar en público. Desde aquel momento el prestigio espiritual de Hildegarda creció cada vez más, tanto es así que sus contemporáneos le atribuyeron el título de «profetisa teutónica». Este, queridos amigos, es el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, fuente de todo carisma: la persona depositaria de dones sobrenaturales nunca presume de ellos, no los ostenta y, sobre todo, muestra una obediencia total a la autoridad eclesial. En efecto, todo don que distribuye el Espíritu Santo está destinado a la edificación de la Iglesia, y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Santos Cornelio y Cipriano

Santos Cornelio y Cipriano. 1440. Libro de Horas de Catalina de Cleves
Óleo sobre permanino. Páginas 246-247
Biblioteca Morgan. Nueva York

Celebramos hoy la memoria de los santos Cornelio y Cipriano, cuyas imágenes contemplamos en una iluminación perteneciente al Libro de Horas de Catalina de Cleves.

Debido a la violencia de la persecución de Decio, la sede pontifical de Roma estuvo vacante por más de doce meses después del martirio del Papa San Fabián, hasta que el sacerdote Cornelio fue elegido Papa. Sin embargo, los primeros problemas del nuevo Papa surgieron no tanto del poder secular como de las disensiones internas, a pesar de que éstas se derivaban de la misma persecución.

La persecución contra los cristianos se intensificó de nuevo, y el Papa fue desterrado a Centumcellae. San Cipriano, Obispo de Cartago y que tenía una profunda amistad con el Papa, le escribió una carta congratulatoria por haber podido gozar de la felicidad de sufrir por Cristo y por la gloria de su Iglesia, ya que ni uno sólo de sus cristianos había renegado de su fe. El santo Papa sufrió muchas penurias, fatigas y sufrimientos en su destierro para luego ser decapitado. La amistad de San Cipriano fue el gran apoyo del Papa San Cornelio como Supremo Pontífice y como defensor de la Iglesia contra el rigorismo de Novaciano, y la estrecha asociación entre ambos se ha reconocido, desde entonces, como muy valiosa.

San Cipriano por su parte, desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretado la violenta persecución en aquella ciudad.

Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pre-cónsul Máximo ordenó su regreso para compadecer ante él y obligarlo a desistir de su fe. El Obispo se mantuvo firme por lo que fue decapitado.

martes, 15 de septiembre de 2015

Roger van der Weyden. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento de la Cruz. 1442-1445. Rogier van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 213 cm x 43 cm
Galería de Pintura. Berlín

Celebramos hoy la memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. Estaba la Madre dolorosa al pie de la Cruz. Así comienza el célebre himno medieval, que describe los dolores de la madre del Señor, viéndole agonizar y morir al pie de la cruz.

Contemplamos, con tal motivo, la tabla central de llamado Tríptico de Miraflores. Se trata de un encargo del rey Juan II de Castilla para el recién fundado Monasterio Cartujo de Miraflores. Se compone de tres tablas de igual tamaño. 

Las pinturas narran escenas que relacionan a Cristo y María. Las arquivoltas llevan esculturas que completan las narraciones principales, su lectura es desde el ápice hacia abajo en sentido contrario a las agujas del reloj. Las figuras son más delicadas y tienen menos fuerza que las del Descendimiento, así vemos la evolución de Van der Weyden hacia un estilo mucho más flamenco. Muchos expertos opinaban que pudo ser una obra temprana del artista, pero el encargo del rey Juan no pudo ser anterior al año 40.

La Tabla central muestra la Piedad, en la que María toma sobre sus rodillas el cuerpo yaciente de su hijo, viste de rojo, color de la pasión, y sobre ella un ángel porta la corona del sacrificio.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Juan de Flandes. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento. 1505. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla.
Museo Diocesano de Palencia

O crux, ave spes unica! ¡Salve, oh cruz, nuestra única esperanza!

En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios. Adorar esta misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela. La cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O crux, ave spes unica!

Como Moisés elevó la serpiente en el desierto –dice Jesús–, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. ¿Qué vemos, por tanto, cuando dirigimos la mirada a la cruz donde fue clavado Jesús?. Contemplamos el signo del amor infinito de Dios a la humanidad.

O crux, ave spes unica! San Pablo habla de ella en la Carta a los Filipenses, que acabamos de escuchar. Cristo Jesús no solo se hizo hombre, semejante en todo a los hombres, sino que también tomó la condición de siervo, y se humilló ulteriormente, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Sí, tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Admiramos, asombrados y agradecidos, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que supera todo conocimiento.

En el jardín del Edén, al pie del árbol estaba una mujer, Eva. Seducida por el maligno, se apropia de lo que cree que es la vida divina. En cambio, es un germen de muerte que se introduce en ella. En el Calvario, al pie del árbol de la cruz, estaba otra mujer, María. Dócil al proyecto de Dios, participa íntimamente en la ofrenda que el Hijo hace de sí al Padre para la vida del mundo; y cuando Jesús le encomienda al apóstol san Juan, se convierte en madre de todos los hombres.

Es la Virgen dolorosa, que mañana recordaremos en la liturgia y que vosotros veneráis con tierna devoción como vuestra patrona. A ella le encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia y de la nación eslovaca, para que crezca bajo la cruz de Cristo y sepa descubrir siempre y acoger su mensaje de amor y de salvación.

¡Por el misterio de tu cruz y de tu resurrección, sálvanos, oh Señor! Amén.

San Juan Pablo II
Homilía en Bratislava 14-9-2003