Expulsión del Paraíso. 1509. Miguel Angel
Pintura al fresco
Capilla Sixtina. Vaticano
Porque los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio, los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual. Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida.
En la primera lectura de la Eucaristía, tomada de la Carta a los Romanos, san Pablo nos advierto que la carne tiende a rebelarse contra Dios, y termina conduciéndonos a la muerte. Esta idea expresa lo que sucedió en el relato del primer pecado: Adán y Eva se rebelan contra Dios y, engañados por el diablo, pierden la amistad de Dios en vez de convertirse ellos mismos en Dios.
Miguel Angel, en sus frescos de la Capilla Sixtina, reflejó este acontecimiento de forma admirable: la serpiente los engaña, pero el ángel los expulsa del Paraíso.
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