El ángel de la guarda. 1656. Pietro da Cortona
Óleo sobre lienzo. Medidas: 225 cm x 143 cm.
Galería Nacional de Arte Antiguo. Roma
Celebramos hoy la memoria de los santos ángeles custodios. En toda la Biblia encontramos que repetidamente se da a entender que cada alma tiene su ángel de la guarda. Así, cuando Abraham envió a su siervo a buscar una esposa para Isaac, le dijo: Él enviará su Ángel delante de ti". Son muy conocidas las palabras del Salmo 90,11-12 que el diablo le citó a Nuestro Señor (Mt. 4,6), y Judit (13,20) relata su hecho heroico diciendo: ¡Vive el Señor! Porque su ángel me ha protegido” Estos pasajes y muchos como ellos (Gén. 16,6-32; Oseas 12,5; 1 Rey. 19,5; Hch. 12,7; Sal 34(33),8), a pesar de que no demuestran por sí mismos la doctrina de que cada individuo tiene designado su ángel de la guarda, reciben su complemento en las palabras de Nuestro Salvador: Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt. 18,10), palabras que ilustran el comentario de San Agustín: Lo que está escondido en el Antiguo Testamento, se hace manifiesto en el Nuevo. De hecho, el libro de Tobías, más que cualquier otro, parece destinado a enseñarnos esta verdad, y San Jerónimo dice, en su comentario sobre las antedichas palabras de Nuestro Señor: La dignidad de un alma es tan grande, que cada una tiene un ángel de la guarda desde su nacimiento.
La doctrina general de que los ángeles son nuestros guardianes designados es considerada una cuestión de fe, pero que cada miembro individual de la raza humana tiene su propio ángel de la guarda individual no es de fe; sin embargo esta idea tiene tan fuerte apoyo por parte de los Doctores de la Iglesia que sería temerario negarlo. Pedro Lombardo se inclina a pensar que un ángel está encargado de varios seres humanos individuales. Las hermosas homilías de San Bernardo sobre el Salmo 90 respiran el espíritu de la Iglesia pero sin resolver la cuestión.
El culto católico a los ángeles es totalmente bíblico. Quizás la primera declaración explícita sobre esto se encuentra en las palabras de San Ambrosio: Debemos orar a los ángeles que nos son dados como guardianes (De Viduis, IX). Un culto indebido a los ángeles fue reprobado por San Pablo (Col. 2,18), el Canon 35 del Sínodo de Laodicea evidencia que esta tendencia permaneció por mucho tiempo en este mismo distrito.
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