Fiesta de Simón el Fariseo. 1618. Rubens
Óleo sobre lienzo. Medidas: 189 cm x 285 cm.
Museo del Hermitage. San Petersburgo
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Leemos este domingo este fragmento del Evangelio de san Lucas, en el que Jesús es invitado a casa de Simón el Fariseo; al sentarse a la mesa, la pecadora le limpia los pies con su llanto y se los seca con sus cabellos. Será el triunfo del amor y del arrepentimiento sobre la seca justicia del fariseo.
Rubens retrató esta escena en un cuadro lleno de personajes y de colorido, dispuesto en torno a una mesa, ante la cual aparece arrodillada la mujer pecadora.
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