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viernes, 24 de marzo de 2017

El Greco. Cristo abrazado a la Cruz

Cristo abrazado a la Cruz.1587-1596. El Greco
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 66cm x 52,5cm.
Colección Thyssen-Bornemisza. Madrid. España

Nuestro Señor Jesucristo no fue sorprendido por la muerte: aceptó el hecho de poder ser asesinado en obediencia al mandato del Padre de salvar al hombre y ejerciendo un amor sin límites hacia el ser humano, necio y pecador, que rechazaba su salvación. Esta voluntaria aceptación del terrible destino de la Cruz sólo puede comprenderse desde el amor salvador de Dios. Los artistas, especialmente desde El Greco, elevaron este hecho a la categoría de oración: la contemplación del Señor que se abraza a la Cruz, como instrumento de la salvación del hombre, objeto de su amor.

El Greco nos ha dejado bastantes muestras de este tema, que debió encontrar una gran aceptación entre las personas piadosas que se lo solicitaban. hace tiempo contemplamos el Cristo abrazado a la Cruz del Museo del Prado. Hoy, en la misma ciudad, contemplamos el custodiado en la Colección Thyssen. Cristo, en estas representaciones, aparece solo, de pie, de busto o de un poco más de medio cuerpo, cargando con la cruz y con la corona de espinas en su frente, de cuyas heridas brotan gotas de sangre que caen por su rostro y por su cuello. Los fondos pueden ser bien un celaje oscurecido o, como en el caso de la pintura del Museo, una tinta neutra de gran intensidad que resalta la figura y que potencia el tema como una simple imagen para la oración. El episodio, que se inscribe dentro del recorrido que Jesús hizo hasta la cima del Gólgota, se ha identificado con un momento de descanso en el que Cristo elevó su mirada al cielo para entablar un diálogo con el Padre, que concluyó con la aceptación de su sacrificio. El Greco, de esta manera, incide más en los valores relacionados con el espíritu que con los sufrimientos del cuerpo.

Este Cristo abrazando la cruz destaca sobre un fondo negro. De busto, con el cuerpo de frente, inclina su cabeza hacia la derecha, dirigiendo los ojos hacia arriba, mientras la única referencia que queda de la cruz es el trozo del asta que sostiene con una mano.Un factor determinante en estas composiciones son las manos, que, al igual que el rostro del Salvador, sirven para fijar el gesto y para transmitir un mundo emocional y que en esta serie de pinturas con Cristo abrazando la cruz tienen, por su posición y por su simbolismo, un protagonismo especial gracias a su extrema belleza. El Greco dibuja unos dedos largos y delgados, elegantes en sus proporciones, que nos revelan su estructura y que finalizan en unas uñas nacaradas que, como se ha comentado, están modeladas con seguridad y sensibilidad.

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