Jesús y los discípulos, 1308-1311. Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. 36,5 × 47,5 cm
Museo dell'Opera del Duomo, Siena. Italia
La obra que hoy contemplamos pertenece al conjunto de "La Maestà" de la catedral de Siena ya citada en este apartado. Es considerada la obra maestra del pintor italiano Duccio di Buoninsegna. Quedar ante esta imagen y meditar el texto del evangelio san Juan que hoy nos propone la liturgia es un ejercicio de silencio, de pregunta y de respuesta. ¿También vosotros queréis marcharos? pregunta Jesús y Pedro responde, ¿adonde vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna.
Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¿Nos rechazas de tu lado?, ¿Nos vas a dar otro tú? ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Mirad cómo Pedro, dice san Agustin, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino, porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.
Los discípulos estaban un tanto escandalizados por las palabras de Jesús, les escandaliza que haya dicho: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes?
San Agustín comenta: ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que les había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto, sencillamente, en el caso que lo hubiesen entendido. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir su cuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, integramente. "Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes", entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, y entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados. Y asevera: "El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada." El espíritu pone en movimiento a las obras de la carne como su instrumento, así el hombre se vivifica en él, y éste actúa para su salvación.
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