La decapitación de San Juan Bautista, 1608. Obra de Caravaggio
Óleo sobre lienzo 361×520 cm
Concatedral de San Juan , La Valleta, Malta
El Evangelio de la liturgia de hoy me lleva a recordar esta obra maestra.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían: -«Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él. »
Otros decían: -«Es Elías.»
Otros: -«Es un profeta como los antiguos.»
Herodes, al oírlo, decía: -«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.»
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Marcos 6, 14-29
Caravaggio sitúa la escena en una amplia mazmorra dotándola de una composición clásica y un equilibrio poco habitual en sus obras. El tenebrismo está más matizado aunque no faltan sus habituales tipos populares para representar a los personajes: una chica joven, una anciana, un noble, el verdugo… A la derecha, dos testigos contemplan la escena desde una ventana, un recurso que permite introducir al espectador en el cuadro.
El punto de atención que supone el brazo vertical del verdugo sobre la cabeza de su víctima, el manto rojo que tapa las pieles de San Juan o la sangre derramada del Bautista, hacen que el martirio se haga realidad en ese momento de dramatismo. En la la sangre derramada que puede leer, f Michele, lo que constituye la única firma que hay del artista en un cuadro (se llamaba Michelangelo Meris de Caragavaggio; la f quiere decir fecit, lo fizo o lo hizo).
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