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domingo, 3 de marzo de 2013

El árbol de la vida


Óleo sobre lienzo. 290×250 cm
Catedral de santa María, Segovia,  España

Hoy el evangelio de San Lucas nos llama a la conversion y este curioso cuadro me parece que viene muy a mano para ilustrar y rezar. En el ángulo superior izquierdo del cuadro dice:  "MIRA QVE TE AS DE MORIR/ MIRA QVE NO SABES QVANDO", mientras que en el derecho "MIRA QVE TE MIRA DIOS/ MIRA QVE TE ESTA MIRANDO".
Es muy interesante el enlace que hay puesto en el titulo del cuadro pero ahora quería dejar algunas palabras acerca de la conversión.
Dios nos pide una fidelidad sincera y profunda enraizadas en nuestra propia humanidad como ese árbol pero sabiendo transcender de esta pesada materialidad que nos ata y nos fija sobre la tierra.
La conversión lleva consigo un propósito y una acción que nos lleve a la sincera renuncia al pecado y a un estado de vida incompatible con el Evangelio, una vuelta sincera a Dios. San Máximo de Turín dice:
"Nada hay tan grato y querido por Dios, como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento."

Pablo VI dice en la Constitución apostólica Paenitemini: 
"Cristo, que en su vida siempre hizo lo que enseñó, antes de iniciar su ministerio, pasó cuarenta días y cuarenta noches en la oración y el ayuno, e inauguró su misión pública con este mensaje gozoso: Convertíos y creed en la Buena Noticia. Estas palabras constituyen, en cierto modo, el compendio de toda vida cristiana.
Al reino anunciado por Cristo se puede llegar solamente por la «metánoia», es decir, por esa íntima y total transformación y renovación de todo el hombre, de todo su sentir, juzgar y disponer,  que se lleva a cabo en él a la luz de la santidad y caridad de Dios, santidad y caridad que, en el Hijo, se nos ha manifestado y comunicado con plenitud.
La invitación del Hijo de Dios a la «metánoia» resulta mucho más indeclinable en cuanto que él no sólo la predica, sino que él mismo se ofrece como ejemplo. Pues Cristo es el modelo supremo de penitentes; quiso padecer la pena por los pecados que no eran suyos, sino de los demás."

Y prosigue hablando del seguimiento de Cristo el texto:
"siguiendo al Maestro, cada cristiano tiene que renunciar a sí mismo, tomar su cruz, participar en los sufrimientos de Cristo; transformado de esta forma en una imagen de su muerte, se hace capaz de meditar la gloria de la resurrección. También siguiendo al Maestro, ya no podrá vivir para sí mismo, sino para aquel que lo amó y se entregó por él y tendrá también que vivir para los hermanos, completando en su carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia...
...la misión de llevar en el cuerpo y en el alma la muerte del Señor, afecta a toda la vida del bautizado, en todos sus momentos y expresiones."


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