martes, 5 de marzo de 2013

Por el honor de tu nombre


Jeremías prevé la destrucción de Jerusalén, 1630. Obra de Rembrandt
Óleo sobre tabla, 58×46 cm
Rijksmuseum, Ámsterdam. Holanda

La obra que hoy traemos representa a un anciano ricamente vestido sentado a los pies de una roca: al fondo se ve una ciudad destruida por un incendio. Éste ha sido identificado con varios personajes como Lot y Anquises, pero la opinión generalizada es que se trata del profeta Jeremías, que se encuentra entristecido por la visión de Jerusalén destruida. Abajo a la izquierda aparece una figura que huye del fuego cubriéndose los ojos: sería el rey Sedecías, capturado y cegado por los soldados de Nabucodonosor. Jeremías, en primer plano, tiene algunos objetos preciosos, que le dió Nabucodonosor, según el relato de Flavio Josefo.

El motivo de contemplar esta obra es debido a la lectura del profeta Daniel que  hoy nos trae la liturgia. Puestos en la manos de Dios elevamos a él nuestra súplica y nuestra confianza en que su misericordia nos llevan a darle gracias por las maravillas que hace con cada uno de nosotros. 

En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo:
Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor.
Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.

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