El tributo al Cesar, 1620. Valentin de Boulogne
Óleo sobre lienzo, 111x154 cm
Museo nacional del Castillo, Versalles. Francia
El evangelio según san Marcos (12, 13-17) que leemos hoy en la liturgia nos hace dirigirnos a esta representación del acontecimiento evangélico. Un cuadro con influencia de Caravaggio donde los claroscuros se manifiestan de manera notable y se crea en el un clima casi, diríamos con acierto, como la cuestión de la narración. De manera casi inusual quieren comprometer a Jesús, primero se le adula y luego se le quiere llevar al terreno propio. Sin embargo el autor, queriendo aclarar visualmente el momento, pone el acento de la luz en el personaje de Cristo y no solo iluminando sobre manera el rostro sino dirigiéndonos la mirada hacia la mano de éste para que nos demos cuenta que la cuestión que se dirime está ahí.
El mundo y Dios, dos realidades que para un cristiano no han de contraponerse cuando este sabe dar su justa medida al valor de lo material y se deja iluminar en la oscuridad por el que es la luz, Cristo.
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron: -«Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: -« ¿Porqué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.»
Se lo trajeron. Y él les preguntó: -«¿De quién es esta cara y esta inscripción?»
Le contestaron: -«Del César.»
Les replicó: -«Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.» Se quedaron admirados.
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