Los israelitas bebiendo el agua milagrosa.1563. Jacopo Bassano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 146cm x 230cm.
Museo del Prado. Madrid. España
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y las bestias.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
-«Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar. »
(Ésta es fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)
Este texto, procedente del capítulo 20 del Libro de los Números, es el que leemos hoy en la primera lectura de la Eucaristía. El milagro pone de manifiesto no sólo el poder de Dios, sino también la necesidad de la confianza del hombre en su poder. Israel murmuró contra Dios, desconfió de su poder y s lamentó de haber salido de Egipto. Echaba de menos las comodidades de la esclavitud en Egipto, en vez de afrontar confiados las exigencias de su liberación.
Para ilustrar este pasaje, hemos escogido una obra del italiano Bassano, que nos muestra dos escenas. Al fondo, Moisés y Elías guían al pueblo por el desierto; y en primer plano, aparece el momento en el que el pueblo bebe el agua milagrosa.
Si para algunos críticos se trata de una obra meramente decorativa, otros creen que tras las figuras humanas y animales que sacian su sed subyace una grave advertencia a la debilidad del “homo carnalis”, presto a sucumbir a los placeres mundanos, mientras la presencia de Moisés y Aaron al frente de su pueblo enlazaría con el énfasis puesto por la Contrarreforma en la jerarquía social.
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