Jesucristo recibe el mundo de manos de Dios Padre. 1657. Antonio Arias
Óleo sobre lienzo. Medidas: 220 cm. x 164 cm.
Museo del Prado. Madrid.
Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente.
Estas palabras están tomadas del capítulo tercero de la Segunda Carta a los Tesalonicenses, que hoy leemos en la primera lectura de la Eucaristía. Se trata del argumento central de esta epístola: frente a los que invitaban a abandonarlo todo en la certeza de la inmediatez del retorno glorioso del Señor y del fin del mundo, se invita a los cristianos a no perder la calma y a seguir trabajando en el mundo, hasta que dicha vuelta se produzca efectivamente.
Esto nos da pie para contemplar hoy un interesantísimo lienzo de Antonio Arias, en el que aparece Dios Padre entregando el mundo a Cristo resucitado, que formó parte de un grupo de obras para el claustro del Convento de San Felipe el Real, de los agustinos calzados.
En el suelo, a la izquierda, están los instrumentos de la pasión: el flagelo y la columna de la flagelación, los clavos, el cartel de la cruz, el hisopo, la lanza, y una hermosa jarra, que podría hacer referencia a la que utilizó Pilatos para lavarse las manos. Cristo está arrodillado sobre la Cruz, y recibe del Padre Eterno, que se le manifiesta desde lo alto, el globo del mundo.
Efectivamente, el que vendrá al final de los tiempo será el que fue crucificado ignominiosamente, recibiendo entonces el poder y el dominio sobre la entera Creación. La obra de Arias no es descriptiva sino conceptual: invita a la adoración del Señor Crucificado, fuente de una Sabiduría que triunfa sobre la del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario