Cristo curando al paralítico. 1667-1670. Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 237 cm x 261 cm.
National Gallery. Londres
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Leemos en la Eucaristía de hoy el tercer signo que realizó Jesús: la curación del paralítico en la piscina de Betesda. El signo salvífico tuvo lugar en sábado, lo que dio lugar a la polémica, a causa de la curación y del mandato de Jesús de que se llevase la camilla, cosas ambas prohibidas por la Ley en sábado.
Contemplamos la escena en un lienzo que pintó Murillo para la Iglesia del Hospital de la Caridad, en Sevilla. Aparece en primer plano Cristo, junto a tres discípulos, y el paralítico tumbado en el suelo. Al fondo, con una rica arquitectura, se ve la piscina, y al ángel que bajaba a remover las aguas.
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