El martirio de los diez mil cristianos, 1508. Obra de Alberto Durero
Óleo sobre lienzo, 99 x 87 cm
Museo de Historia del Arte, Viena. Austria
Cada día cuando leo el martirologio me sorprende y me admira la cantidad de personas que han dado su vida desde los primeros tiempos de cristianismo hasta hoy solo por Cristo, por su fe, por defender la Verdad. Hombres y mujeres que han sido perseguidos, torturados y asesinados sin ningún otro motivo que por confesar a Cristo.
Leyendo y reflexionando hoy el evangelio encuentro a Jesús respondiendo a Pedro, ante una casi impertinente y muy humana intervención por su parte: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús entonces dijo: Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.
Cuantos de estos testigos fieles en los momentos de dolor y martirio no pensarían en estas palabras del maestro, comenzando por el mismo Pedro. Cuantos no verían la multiplicación de sus carencias en la vida terrena y aumentado, a pesar de la persecución, en la vida eterna. Cuantos últimos no son ya primeros en las moradas celeste.
Este cuadro nos puede ayudar a meditar sobre esta realidad martirial que todo cristiano ha de tener presente. Vivir en la confianza y la esperanza en Cristo nos ha de mantener en pie, fiados de aquel que cumple la promesa y enraizados fuertemente en quien en cualquier tipo de dolor nos sostiene y nos regala Vida eterna.
La pintura al principio da la impresión de ser un álbum ilustrado con un desorden de figuras vestidas y desnudas. También el paisaje con formas de árboles retorcidas y una vegetación semejante a la jungla, inusual en Durero.
En cuanto a cuáles sean esos diez mil mártires representados, ha de señalarse que puede referirse a dos episodios distintos del martirologio romano. La muerte en Nicomedia de diez mil mártires como consecuencia de la persecución de Diocleciano. Un segundo grupo de 10.000 mártires. La muerte de diez mil soldados crucificados por el rey persa Sapor II en el monte Ararat en tiempos de los emperadores romanos Adriano y Antonino Pío.
Aparecen en el cuadro alrededor de 140 figuras, algo muy infrecuente en Durero, cuyas composiciones tenían un número muy inferior de personajes. Estas personas se ven sometidas a diversas formas de tortura y ejecución. En una zona montañosa, los persas arrojan a los cristianos al vacío. En otro lugar, matan a un cristiano clavándole una estaca en el cuerpo. En la parte delantera izquierda se ve que otro va a ser ejecutado cortándole la cabeza con una cimitarra.
En el centro de la composición vemos el autorretrato de Durero, que lleva en las manos una especie de cartel en el que firmó y fechó la obra: "Esta obra fue realizada en el año 1508 por Alberto Durero, Alemán". Se ha identificado a su acompañante como el humanista Conrad Celtis, transmitiendo así la idea de igualdad entre el arte pictórico y la actividad intelectual de pensadores como Celtis.
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