El tránsito de la Virgen. 1462. Andrea Mantegna
Técnica mista sobre tabla. Medidas: 54 cm. x 42 cm.
Museo del Prado. Madrid.
En 1459 Mantegna abandonó Padua para instalarse en Mantua, donde permaneció hasta su muerte al servicio de los Gonzaga. Entre las primeras obras realizadas para Ludovico Gonzaga figura El Tránsito de la Virgen, una de sus más sublimes creaciones pese a faltarle el tercio superior.
Según los Evangelios Apócrifos, tras anunciarle San Miguel su fin terrenal la Virgen convocó a los apóstoles, que acudieron a su llamada excepto Santo Tomás, que se encontraba predicando en la India. La imagen muestra el último momento terrenal de María y su composición deriva de un mosaico en San Marco de Venecia diseñado por Andrea del Castagno. También de origen veneciano es la ambientación de la escena en una sala abovedada, tomada de dibujos de su suegro, Jacopo Bellini.
En el centro de la composición, San Pedro oficia con un misal al tiempo que uno de los apóstoles sostiene con una mano el agua sagrada mientras con la otra bendice a la Virgen ante la mirada de un tercero. Un cuarto apóstol de espaldas inciensa el cuerpo de María. Los demás se alinean en dos filas delante de la Virgen. Todos menos San Juan (el primero a la izquierda con una palma) portan velas y cantan el Exiit Israel de Aegypto, como recoge la Leyenda Áurea de Jacobo de la Vorágine.
El Tránsito de la Virgen es una obra maestra por su perfecta composición, resuelta mediante una habilísima contraposición de horizontales (ventana y lecho de la Virgen) y verticales (apóstoles y pilastras); su dominio de la perspectiva; la individualización de las fisonomías de los apóstoles, y el tratamiento del paisaje, una de las primeras vistas topográficas de la pintura italiana, al mostrar el lago en torno a Mantua, el puente que lo cruza, y el Borgo di San Giorgio al fondo
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