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lunes, 15 de septiembre de 2014

Murillo. La Dolorosa

La Dolorosa. 1660-1670. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 52 cm x 41 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebra la Iglesia la memoria de la Virgen Dolorosa, la Madre que permaneció al pie de la Cruz, tal como nos lo transmite el Evangelio según san Juan. Se trata de un tema frecuente en la iconografía, ya sea en la escena de la Piedad, en la que aparece la Madre sosteniendo el cadáver del Hijo bajado de la Cruz, o bien el retrato de la Virgen Dolorosa. Este segundo tema es el que hemos escogido hoy, en la diestra mano de Murillo.

La Virgen, pintada de busto y levemente girada hacia la izquierda, surge desde el fondo neutro gracias a la iluminación dirigida al rostro, que entra por el lateral, hacia el que se inclina la figura. Lleva, debajo del velo que le cubre la cabeza, una toca blanca que rodea la cara y el cuello y cuyo borde despegado origina zonas de sombras. Murillo demuestra ser el pintor español que mejor expresa el sentir católico del momento. Es de suponer que quien realiza temas amables con soltura no debe tener predilección por representar asuntos relativos a la Pasión de Jesucristo, pero cuando lo hace, como en este caso, no es menos devoto, aunque procure dulcificar el dramatismo con un lenguajes más blando y suave, propio, sin duda, de su madurez. El rostro de María corresponde al modelo femenino habitual en el pintor, aquí con expresión apenada pero serena, sin crispaciones exageradas y con los ojos hinchados por el llanto y todavía llenos de lágrimas.         

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