Beata Ludovica Albertoni. Obra de Gianlorenzo Bernini
Marmol blanco. Realizada entre 1671 y 1674
San Francesco a Ripa, Roma
Hoy al leer el martirologio encuentro: En Roma, beata Ludovica Albertoni, que educó cristianamente a sus hijos y, al morir su esposo, entró en la Tercera Orden de San Francisco y prestó ayuda a los necesitados hasta tal punto que de ser rica llegó a ser pobre (1533). No he podido dejar de acordarme de ésta maravillosa escultura que tantas veces he visitado a orillas del Tiber, en una de las esquinas de Trastevere, muy cerca de la Porta Portese, dentro de la iglesia de san Francesco a Ripa en Roma.
El Señor concedió a la beata Albertoni el don extraordinario de los éxtasis místicos, que alcanzaron gran fama y difusión en aquel tiempo. Murió en Roma el 31 de enero de 1533. Inmediatamente, después de su muerte, gozó de culto público, que fue confirmado oficialmente por el papa Clemente X el 28 de enero de 1671. Su cuerpo se conserva en el espléndido sepulcro marmóreo que el cardenal Paluzzo Albertoni Altieri mando realizar. Fue el gran escultor GianLorenzo Bernini (1598-1680), quien años antes había esculpido el "Extasis de santa Teresa" para la Capilla Cornaro , quien realizó ésta magnifica obra.
Bernini colocó a la Beata, en tamaño mayor que el natural 188 cm, no difunta, sino reclinada en el éxtasis místico en que murió. Al ver ésta maravilla uno se da cuenta que lo más parecido al acto del Creador es, valga la redundancia, el acto creador, no es en la filosofía, ni en la ciencia, sino en el Arte donde, creando, nos acercamos a la Belleza, a la experiencia sobrenatural del Creador. Siendo creaturas creadas tenemos capacidad de crear, es esto lo que nos sobrecoje y, a la vez, nos envuelve en un profundo divino sentido.
En el rostro de esta escultura se reflejan juntamente el sufrimiento humano y la felicidad celestial. Ella vivió repetidas experiencias de visiones y éxtasis místicos, y Bernini, quiso representarla en el momento de su muerte, pero transformando ese lance dramático en un momento de éxtasis y de unión mística con su Señor. Su rostro es tan fuera de este mundo, tan poseído por la divinidad, tan arrebatado, tan en éxtasis....
No es casualidad que a menudo los místicos empleen el lenguaje amatorio y erótico para describir su experiencia. Como es el caso de Santa Teresa, o San Juan de la Cruz, o el mismo Santo Tomás de Aquino, quien expresó, después de su éxtasis, que su obra entera no era nada en comparación con lo que había experimentado. Los libros de teología nos ofrecen explicaciones en cuanto a la experiencia mística, pero creo que observar esta escultura, o el Éxtasis de Santa Teresa, del mismo autor, es lo más próximo, metafóricamente hablando claro está, a tal experiencia: una experiencia estética que sin duda puede provocar en las almas sensibles el sindrome de Stendhal
Bernini proyecto todo el marco de la pequeña capilla, incluso la ventana en la que se filtra la luz a través de una claraboya invisible, casi inexistente, fuera de este mundo, una luz que cae como un chorro de gracia sobre el rostro de la beata.
Uno solo puede caer rendido y alabar al Creador.
Bernini proyecto todo el marco de la pequeña capilla, incluso la ventana en la que se filtra la luz a través de una claraboya invisible, casi inexistente, fuera de este mundo, una luz que cae como un chorro de gracia sobre el rostro de la beata.
Uno solo puede caer rendido y alabar al Creador.