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lunes, 26 de diciembre de 2016

Hans Memling. San Esteban

San Esteban. 1480. Hans Memling
Óleo sobre tabla. Medidas: 48cm x 17cm.
Museo de Arte de Cincinnati (Estaods Unidos)

Una venerable tradición litúrgica rodea la fiesta del nacimiento del Señor con la veneración de tres santos, el primero de los cuales es san Esteban. Junto al Señor recién nacido, concurre el primer mártir que dio testimonio, con su propia sangre, del Salvador.

Contemplamos una tabla de Hans Memmling, en la que aparece retratado con las vestiduras litúrgicas de los diáconos, es decir, la dalmática sobre el alba blanca. Lleva en la mano una piedra, que simboliza su martirio. Al fondo se divisa una ciudad, pintadas con la típica minuciosidad del artista flamenco.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Pedro Berruguete. El Nacimiento de Cristo

El nacimiento de Cristo.XV. Pedro Berruguete
 Óleo sobre tabla. Medidas: 146cm x 110cm.
Museo del Santa María. Becerril de Campos

Hoy ha nacido Jesucristo, hoy ha aparecido el Salvador; hoy en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles; hoy saltan de gozo los justos, diciendo: Gloria a Dios en el cielo. Aleluya.

Esta antífona es cantada en el Oficio de Vísperas de la tarde de Navidad, como expresión del gozo de la Iglesia ante el misterio que, no sólo tuvo lugar en el pasado, sino que la acción del Espíritu Santo hace que vuelva a tener lugar en nuestro hoy. Dios toma nuestra naturaleza mortal, para hacernos partícipes de su divinidad.

Este aspecto orante o contemplativo fue captado por Berrugete en su magnífica tabla de la Navidad del Señor. Pertenece a su tercera época, después de su retorno de Italia. En este momento adapta el estilo que aprendió en Italia a los gustos de la clientela castellana, más conservadora y apegada a las maneras del Gótico.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Anuncio del ángel a los pastores

Anuncio del ángel a los pasotres. XII. Anónimo
 Pintura mural al fresco
Panteón de los Reyes. San Isidoro de León

Esta noche asistiremos al gozoso momento en el que María da a luz al Salvador de los hombres, en una gruta para los rebaños de Belén, la ciudad de David. Los ángeles iluminan con su presencia la oscuridad de la humanidad, y anuncian a los humildes pastores que dormían junto a sus rebaños el gran milagro, el cumplimiento de las antiguas profecías.

Esta escena fue pintada admirablemente en el Panteón de los Reyes de la Basílica de San Isidoro de León. Este espacio queda compartimentado por dos grandes columnas exentas, resultando así una división en tres naves con un total de seis bóvedas de aristas.Tanto la parte superior de los muros que queda por encima de la línea de impostas como la superficie completa de las bóvedas (incluyendo el intradós de los arcos) fueron decoradas, en una fecha imprecisa entre los años 1124 y 1170, con pinturas al fresco realizadas al temple sobre estuco de color blanco, complementadas además con textos alusivos a los temas representados.

Durante mucho tiempo los frescos de San Isidoro de León fueron adscritos al estilo francorrománico, que penetró en España gracias a los caminos de peregrinación y a los contactos políticos con Francia, y que se estableció en las tierras leonesas, en clara oposición a la corriente que llegaba de Italia, que permaneció en el Nordés. Su desarrollo significó, en su zona de influencia, la erradicación definitiva de los restos de bizantinismo, del simbolismo excesivo y la riqueza de los atavíos, y el comienzo de los grandes ciclos historiados hispanos. Algunos expertos ven esta huella francesa en el predominio de fondos blancos, en la predilección por pocos colores fundamentales aplicados en superficies lisas y en su rudeza y gran expresividad.

La escena del anuncio a los ángeles llama la atención por su delicado realismo. El ángel ocupa una esquina de la escena. Una cartela dice: Angelus ad pastores. Los pastores están en sus ocupaciones habituales, vestidos en la forma usual del siglo XII; uno toca el caramillo, otro da de beber a un perro, dos cabras luchas entre sí, otras pastan. Lo cual significa que, en medio de lo cotidiano del espectador, también nace Dios, como sugiere la acción litúrgica de la Navidad.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Maestro de Miraflores. El nacimiento de san Juan Bautista

El nacimiento de san Juan Bautista. 1490-1500. Maestro de Miraflores
Óleo sobre tabla. Medidas: 90 cm. x 55 cm.
Museo del Prado. Madrid

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»

El Evangelio de la Eucaristía nos narra hoy el nacimiento de san Juan Bautista. San Lucas pone en paralelo su historia con la de Jesús, estableciendo una relación que culminará en el reconocimiento de Juan en Jesús del enviado por Dios para salvar a los hombres.

Contemplamos una tabla que muestra un interior doméstico de gran riqueza. La ventana del fondo tiene una vidriera con la Anunciación, tema alusivo a la encarnación de Cristo, del que el Bautista es precursor, y a la Virgen María, a la que Isabel entrega al niño San Juan en presencia de Zacarías. Proviene de la Cartuja de Miraflores. 

jueves, 22 de diciembre de 2016

Dieric Bouts. La adoración del niño por los ángeles

El Nacimiento. 1445. Dieric Bouts
Óleo mixta tabla
Museo del Prado. Madrid

La liturgia nos presenta hoy la oración del Magnificat, que María pronunció como respuesta a la alabanza de su prima Isabel. María proclama la grandeza del Señor, que en el nacimiento de Jesús nos ha rescatado de la opresión del pecado y de la muerte, Hemos vuelto a elegir una de la cuatro tablas del Tríptico de la Virgen de Dieric Bouts, en la que se representa la Adoración del Niño por los ángeles.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Dieric Bouts. La Visitación

La Visitación. 1445. Dieric Bouts
Óleo mixta tabla
Museo del Prado. Madrid

Leemos hoy en la Eucaristía el relato de la Visitación de la Virgen María a su prima santa Isabel. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de vientre.

He mos escogido uno de los paneles del Tríptico de la Virgen de Dieric Bouts. En este tríptico se representan cuatro escenas: la Anunciación, la Visitación, la Adoración de los ángeles y la Adoración de los Magos. Realizado hacia 1445, se considera la primera obra conservada de mano de Dirk Bouts y muestra ya un estilo similar al de las pinturas que ejecutó después, excepción hecha del canon de sus figuras, mucho más corto en este tríptico que en obras posteriores. Prescindiendo del interés que Bouts siente por el paisaje desde el principio, lo que resulta más digno de destacar en la obra del Museo del Prado son las formas ovales de los rostros de sus figuras, como se constata en el de la Virgen, que evidencia la simplificación de volúmenes de que hacen gala los pintores de los Países Bajos del Norte. Dirk Bouts recibe otros influjos al instalarse en los Países Bajos del Sur -entre 1444 y 1448 debe estar ya en Lovaina, donde morirá en 1475-. Se aprecia en esta obra la forma peculiar que tenía el pintor de traducir el mundo que le rodea, transmitiendo a sus figuras poco expresivas, sumidas en un silencio meditativo y con sus movimientos detenidos, una sensación de recogimiento, que se aleja de la fuerte emotividad de Roger van der Weyden y de la monumentalidad de Jan van Eyck, cuyo arte conoció y de los que se sirvió en la síntesis personal de su estilo.

Pese a la fecha temprana en que Bouts ejecuta el tríptico, toma de Van der Weyden algunos esquemas compositivos, como la arquitectura pintada que simula una portada con arquivolta esculpida, que este último había ideado pocos años antes para el Tríptico de Miraflores (Gemäldegalerie, Berlin), o la composición de la Visitación que deriva de otra de Van der Weyden en el Museum der bildenden Künste de Leipzig. Sin duda, en esos primeros años de la carrera de Bouts, la influencia eyckiana -mitigada después- constituye la base principal de su lenguaje pictórico. Igual que el pintor de Brujas, en el tríptico del Prado, Bouts diferencia las distintas materias como los cabellos o los tejidos -perceptibles en el arcángel Gabriel de la Anunciación-, emplea la luz como factor de unidad, dota las diferentes escenas de una atmósfera dorada y de un modelado vigoroso. 

martes, 20 de diciembre de 2016

Fra Angelico. La Anunciación

La Anunciación.1425-1428. Fra Angelico
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 194cm x 194cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Leemos hoy en la Eucaristía el relato de la Anunciación,  en nuestro camino litúrgico, junto con María, hacia la celebración del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. El recuerdo no sólo es un ejercicio de memoria, sino la certeza, en el Espíritu Santo, de que en nuestro hoy vuelve a realizarse el misterio de la redención de la naturaleza humana, herida por el pecado de los primeros padres, a través de la obediencia del Hijo de Dios.

Fra Angelico puso en relación Encarnación y Redención en su célebre tabla de la Anunciación, custodiada en el Museo del Prado. Aunque Guido di Piero trabajó como pintor e iluminador en Florencia con anterioridad a su ordenación como dominico hacia 1420-1422 y la adopción del nombre de Fra Giovanni de Fiesole (sólo fue llamado Fra Angelico tras su muerte), sus primeras obras documentadas se fechan entre 1423 y 1429. Dentro de este periodo se incluye la realización de esta obra, pintada para el convento de Santo Domingo en Fiésole y probablemente sufragada por Angelo di Zanobi di Taddeo Gaddi, nieto del pintor Taddeo Gaddi.

La Anunciación del Prado es considerada actualmente una de las primeras obras maestras de su autor, y fue realizada en un momento decisivo para el arte florentino, cuando trabajaban en la ciudad epígonos del gótico internacional como Lorenzo Monaco o Gerardo Starnina; pintores al tanto de las innovaciones nórdicas, Gentile da Fabriano; y artistas revolucionarios como Masaccio o Brunelleschi.Iconográficamente se trata de una obra tradicional cuya tabla central muestra el ciclo de la pérdida (Adán y Eva expulsados del Paraíso) y salvación del hombre (Anunciación de María), mientras los cinco paneles de la predella ilustran otros tantos episodios de la vida de la Virgen. Sin embargo, en la plasmación visual de estos temas Fra Angelico demostró conocer las transformaciones que estaban sucediéndose en el arte toscano.

Así, la minuciosidad en la representación de flores y objetos deriva de Gentile da Fabriano, responsable también de la voluntad de unificar el espacio mediante la arquitectura; mientras el intento de profundidad espacial de la camera virginis remite a cuanto habían hecho Masolino y Masaccio en la Capilla Brancacci. De igual modo, la estructura que cobija La Anunciación fue de las primeras en seguir la recomendación dada en 1425 por Brunelleschi para los retablos de San Lorenzo, que debían ser cuadrados y sin adornos. Todo ello no puede hacernos olvidar que estamos ante una obra temprana que, como tal, delata los titubeos de su autor, perceptibles en el deficiente manejo de la perspectiva y el escaso conocimiento de la anatomía.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Anuncio del ángel a Zacarías

Anuncio del ángel a Zacarías. 1485-1490. Domenico Ghirlandaio
 Pintura al fresco
Capilla Tornabuoni. Florencia

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.

Así se inicia el relato que hoy leemos en la Eucaristía, del comienzo del Evangelio según san Lucas, que nos narra la concepción de Juan el Bautista. Contemplamos la escena en un magnífico fresco de Ghirlandaio, pintando en la Capilla Tornabuoni de Florencia.


Ghirlandaio, que era entonces el artista más famoso de la época entre los ricos mercaderes florentinos, trabajó allí entre 1485 y 1490 con ayuda de su taller. En su taller se encontraban otros artistas, incluidos sus hermanos Davide y Benedetto, su cuñado Sebastiano Mainardi y, probablemente, también un jóvencísimo Miguel Ángel, que en aquella época era alumno de Ghirlandaio, pero cuya mano no se reconoce en ninguna escena. Dado el tamaño de la empresa, gran parte fue pintada con ayudantes, pero Domenico dejó al maestro todo el ciclo de diseño y supervisión de manera que el estilo final fuese homogéneo.

La popularidad de Ghirlandaio residía en su maestría en ambientar las escenas sagradas en la vida social de la época y su capacidad inigualable para retratar a los miembros de la alta sociedad de Florencia, entre los cuales los Tornabuoni, aliados de los Medici, eran una de las familias más importantes. En conjunto, el resultado final fue desigual: las escenas más bajas, más cercanas al espectador, tienen retratos maravillosos, composición equilibrada y detalles maravillosos.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Gerard David. Navidad

Navidad, 1480. Gerard David
Óleo sobre tabla, Medidas: 47 x 34 cm
Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Leemos en el Evangelio de hoy el comienzo relato de san Mateo del Nacimiento de Cristo. José es el protagonista, a quien se dirige el mensaje del ángel para que acoja a María, que ya está embarazada. Hemos escogido una bella tabla flamenca, en la que aparece precisamente José en el momento del nacimiento, encuadrado en una arquitectura abierta que permite ver el paisaje. José aparece representado con un rostro sereno, como si estuviese embargado en la oración. Dos pequeños ángeles adoran al Niño, y los pastores se asoman curiosos a la escena.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Anónimo. El árbol de Jesé

El árbol de Jesé.1140. Anónimno inglés
 Iluminación sobre pergamino
Palacio Lambeth. Londres

Hoy es el primer día de las llamadas ferias mayores. Son los últimos días del Adviento, que recorremos junto con María hacia el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Leemos en la Eucaristía el comienzo del Evangelio según san Mateo, que se inicia con la genealogía del Señor. Esto nos lleva a considerar nuevamente la profecía de Isaías a cerca del árbol de Jesé: el tronco de Jesé brotará un renuevo, sobre el que se posará el Espíritu Santo.

La tradición iconográfica del árbol de Jesé viene a poner de manifiesto el entronque de Jesús con la familia del rey David, de la que habría de surgir el Mesías, y del cumplimiento en su persona de las antiguas profecías de Israel.

Contemplamos una iluminación, en la que ese árbol viene figurado en la Virgen María; las ramas de dicho árbol son los distintos misterios de su vida; y, por encima de ella, florece en una pequeña medalla Jesús. Todo ello surge de las entrañas de Jesé, el padre del rey David.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Anónimo. Virgen de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe. XVIII. Anónimo
Óleo sobre tabla. Medidas: 177 cm. x 110 cm.
Museo del Prado. Madrid

Con gran gozo recordamos hoy a la Santísima Virgen de Guadalupe, reina de Méjico y patrona de América. Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo.

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. Avergonzado, le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

El lienzo que contemplamos, perteneciente al Museo del Prado, es una reproducción del siglo XVIII de la imagen original, a la que se añaden las escenas de la aparición de la Virgen, y una imagen de la primitiva iglesia de Guadalupe. Una inscripción añade: Se tocó a su original el día 20 de mayo de 1749 años.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Luis de Morales. San Juan Bautista

San Juan Bautista. 1565. Luis de Morales
Óleo sobre tabla. Medidas: 47 cm. x 34 cm.
Museo del Prado. Madrid

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»

Leemos hoy en la Eucaristía este fragmento del capítulo 11 del Evangelio según san Mateo, que nos presenta una de las figuras centrales del tiempo de Adviento: san Juan Bautista, que anunció la llegada del Señor, y nos sigue sirviendo su predicación como preparación para que recibamos, también nosotros, al Señor que volverá con gloria.

Contemplamos una tabla del Divino Morales, el célebre pintor manierista. Esta cabeza del Bautista deriva de la figura de medio cuerpo que Morales incluyó en el retablo de la iglesia parroquial de Arroyo de la Luz (Cáceres), realizado en 1563. Se trata de una pintura trabajada minuciosamente por medio de finas capas de pigmento matizadas por medio de veladuras. Debió de formar parte de un retablo o un tríptico destinado a algún oratorio privado.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Zurbarán. Inmaculada Concepción

La Inmaculada Concepción. 1628-1630. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 128 cm. x 89 cm.
Museo del Prado. Madrid

El culto a la Inmaculada es una de las señas de identidad de la sociedad española del siglo XVII, sobre todo a raíz de una gran polémica entre sus defensores y sus detractores que tiene lugar en Sevilla en 1616. A partir de ese momento la ciudad se convierte en uno de los grandes focos concepcionistas del país y sus pintores dedican gran parte de sus energías a promover la devoción. Zurbarán es uno de los más activos en este sentido y a él se deben varias obras de este tema, como ésta, una de sus composiciones más tempranas y en la que muestra su característica Virgen niña y estática. 

Aparece con las manos unidas en oración y rodeada por los símbolos de las letanías que recuerdan las virtudes que acompañan a la imagen de la Virgen. 

La abundancia de estos complejos signos de lectura teológica hace que la imagen tenga dos posibles visiones para el fiel: la del manifiesto doctrinal extremadamente complejo y sólo descifrable para unos pocos entendidos, y la de la imagen devocional, que muestra una María hermosa e infantil, que despierta el fervor de los más sencillos.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Correa de Vivar. Martirio de san Andrés

Martirio de san Andrés. 1540-1545. Juan Correa de Vivar
Óleo sobre tabla. Medidas: 98 cm. x 70 cm.
Museo del Prado. Madrid

Celebramos hoy la fiesta del Apóstol san Andrés. La historia del martirio de San Andrés la relata Santiago de la Vorágine en La leyenda dorada, una colección de narraciones, fundamentalmente vidas de santos, escritas en el siglo XIII y que constituyen una de las bases de la iconografía cristiana de todos los siglos. Se cuenta que cuando el apóstol San Andrés estuvo en Acaya (Grecia) fundó numerosas iglesias y convirtió a muchas personas a la fe de Cristo. Entre ellas, a la esposa del procónsul Egeas, que figura arrodillada en el cuadro. Cuando éste se enteró, furioso, quiso obligar a los cristianos a que ofrecieran sacrificios a los ídolos. San Andrés se presentó entonces ante el procónsul y trató de convencerlo para que desistiera en su empeño y se acercara al cristianismo; pero el procónsul ordenó su encarcelamiento. Fue azotado y colgado de la cruz como el Dios del que tanto hablaba, pero atado sólo de pies y manos, sin clavarlo a ella, para que tardara más en morir y prolongar de este modo su sufrimiento. Durante los dos días en que tardó en morir, San Andrés no dejó de predicar, haciendo concurrir a muchas personas que acudían a escucharle. Sus palabras revelaban a un santo y justo varón, por lo que la multitud no tardó en amotinarse contra Egeas, quien vio peligrar su propia vida. Ante tales amenazas, Egeas acudió al lugar para indultar al mártir, pero éste rechazó toda ayuda. Decía: ¿A qué vienes? Si es para pedir perdón, lo obtendrás; pero si es para desatarme y dejarme libre, no te molestes; ya es tarde. Yo no bajaré vivo de aquí; ya veo a mi Rey que me está esperando

Es la escena que contemplamos en la tabla de Corra de Vivar. Flanquean al apóstol y observan pacientemente su larga agonía tres soldados, ataviados con los atuendos característicos de este tipo de personajes en muchas obras de Correa. Los dos situados a la izquierda recuerdan, por sus formas y actitudes similares, aunque en distinta posición, a los dos representados a la izquierda en La Resurrección de Cristo del claustro del desaparecido convento de San Juan de la Penitencia de Toledo, considerada obra de Juan de Borgoña y discípulos, no anterior a 1530, fecha en la que Correa ya estaba incorporado al taller del maestro. La historia se representa delante de un edificio de aparejo toledano. Al fondo se desarrolla un paisaje en profundidad, en el que se divisa una extensión de agua y a lo lejos, entre montañas, diversas construcciones de planta circular, de inspiración clasicista, muy habituales en Correa 

domingo, 27 de noviembre de 2016

Cristo Pantocrátor

Cristo Pantocrátor. XIII. Anónimo
Mosaico
Santa Sofía de Constantinopla

TIEMPO DE ADVIENTO. Tiempo de espera al retorno glorioso de nuestro Señor, tiempo de preparación para nuestro encuentro con el Salvador. Tiempo de esperanza y de renovación espiritual. Esto es lo que acabamos de comenzar este domingo.

Contemplamos uno de los más conocidos mosaicos bizantinos, que decoran la que fuera maravillosa basílica de la capital del Imperio Romano de Oriente, la segunda Roma. Cristo, sereno, bendice a los fieles, y les muestra el Evangelio en el que están contenidas las palabras de la vida.

FELIZ Y SANTO TIEMPO DE ADVIENTO

viernes, 18 de noviembre de 2016

Consagración de San Pedro. Vaticano.


El Papa Urbano VIII dibuja las letras del alfabeto latino en las cenizas durante la consagración de la basílica de San Pedro del Vaticano el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua, a 1300 años de la consagración original de la iglesia hecha por el Papa San Silvestre I. 
Tapiz romano, año 1660.
Vaticano

Celebra la Iglesia hoy las consagraciones de las basílicas de San Pedro y San Pablo. La Basílica de San Pedro en el Vaticano y la de San Pablo en la via ostiense son los dos templos más importantes de toda la cristiandad y están edificados respectivamente sobre las tumbas de estos apóstoles. La primera fue consagrada tal día como hoy en 1626, tras 170 años de construcción, sobre la tumba de San Pedro donde ya Constantino había ordenado construir la primera basílica, allá por el año 323. La de San Pablo, por su parte, se encuentra al otro lado de Roma. La antigua basílica fue destruida en 1823 por un incendio, construyéndose la nueva sobre la anterior y siendo consagrada en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro de antes del siglo IV con la inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir". Ambos edificios recuerdan a todos los cristianos en el mundo que la fe en Cristo se fundamenta en la predicación fiel del Evangelio y en la sangre de los primeros discípulos del Señor que supieron ser leales hasta el martirio.

Oración de consagración de la Iglesia.

Oh Dios, santificador y guía de tu Iglesia, 
celebramos tu nombre con alabanzas jubilosas, 
porque en este día tu pueblo quiere dedicarte, para siempre, con rito solemne, esta casa de oración, 
en la cual te honra con amor, 
se instruye con tu palabra 
y se alimenta con tus sacramentos. 

Este edificio hace vislumbrar el misterio de la Iglesia,
a la que Cristo santificó con su sangre, 
para presentarla ante sí como Esposa llena de gloria, 
como Virgen excelsa por la integridad de la fe, 
y Madre fecunda por el poder del Espíritu. 

Es la Iglesia santa, la viña elegida de Dios, 
cuyos sarmientos llenan el mundo entero, 
cuyos renuevos, adheridos al tronco, 
son atraídos hacia lo alto, al reino de los cielos. 

Es la Iglesia feliz, la morada de Dios con los hombres, 
el templo santo, construido con piedras vivas, 
sobre el cimiento de los Apóstoles, 
con Cristo Jesús como suprema piedra angular. 

Es la Iglesia excelsa, 
la Ciudad colocada sobre la cima de la montaña, 
accesible a todos, y a todos patente, 
en la cual brilla perenne la antorcha del Cordero 
y resuena agradecido el cántico de los bienaventurados. 

Te suplicamos, pues, Padre santo, 
que te dignes impregnar con santificación celestial esta iglesia y este altar, 
para que sean siempre lugar santo 
y una mesa siempre lista para el sacrificio de Cristo. 

Que en este lugar el torrente de tu gracia 
lave las manchas de los hombres, 
para que tus hijos, Padre, muertos al pecado, 
renazcan a la vida nueva. 

Que tus fieles, reunidos junto a este altar,
celebren el memorial de la Pascua, 
y se fortalezcan con la palabra y el cuerpo de Cristo. 

Que resuene aquí la alabanza jubilosa 
que armoniza las voces de los ángeles y de los hombres, 
y que suba hasta ti la plegaria por la salvación del mundo. 

Que los pobres encuentren aquí misericordia, 
los oprimidos alcancen la verdadera libertad, 
y todos los hombres sientan la dignidad de ser hijos tuyos, 
hasta que lleguen, gozosos, a la Jerusalén celestial. 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo 
en la unidad del Espíritu Santo 
y es Dios, por los siglos de los siglos. 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Carrión. Cristo Pantocrátor

Pantocrátor. XII. Anónimo
Piedra tallada
Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes

Pero uno de los ancianos me dijo: «No llores más. Sábete que ha vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David, y que puede abrir el rollo y sus siete sellos.» Entonces vi delante del trono, rodeado por los seres vivientes y los ancianos, a un Cordero en pie; se notaba que lo hablan degollado, y tenía siete cuernos y siete ojos –son los siete espíritus que Dios ha enviado a toda la tierra–. El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha.

La liturgia nos invita en la primera lectura de la Eucaristía, tomada del Libro del Apocalipsis, no sólo a contemplar el misterio de Cristo en majestad, sino también a participar en la alabanza cósmica de la entera creación. Es lo que la iconografía medieval del Cristo Pantocrátor pretende, y que hoy podemos contemplar en uno de sus más grandiosos ejemplares: el Cristo Pantocrátor de Carrión. La palabra griega Pantocrátor significa Todopoderoso.

La diócesis palentina, a la que pertenece Carrión, fue una zona intensamente romanizada. De hecho, la imagen que contemplamos tiene mucho en común con las esculturas imperiales de la época romana, especialmente en el rico tratamiento de los ropajes reales y el trenzado del pelo. Cristo aparece sentada dentro de una mandorla mística, que alude a la visión luminosa que describe el autor del Apocalipsis.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Santa Gertrudis


Santa Gertrudis, 1763. Miguel Cabrera 
Óleo sobre lienzo, 110.49 x 88.26 cm
Museum of Art. Dallas. Estados Unidos

Santa Gertrudis la Grande (1256-1301 o 1302) fue monja benedictina alemana del monasterio de Helfta, cerca de Sajonia. Una escritora mística muy prolífica, especialmente conocido por sus Ejercicios Espirituales, que interpretan los siete sacramentos. Murió en Helfta, cerca de Eisleben, Sajonia, el 17 de noviembre de 1301 ó 1302. 

Recorrió en modo maravilloso el camino de la perfección, dedicándose a la oración y contemplación, empleando su cultura para la redacción de sus textos de fe, entre ellos el celebre "Exercitia" y el que es tal vez uno de sus libros más famosos, las "Revelaciones". Es recordada entre las iniciadoras de la devoción al Sagrado Corazón, la primera en trazar una teología, pero sin el tema de las reparaciones que luego será dominante. Ejerció una gran influencia en su tiempo porque la fama de su Santidad y de sus visiones atraía a muchos para pedir consejo y consuelo.

Miguel Cabrera representa a la santa en la reflexión, con su herramientas de escritura a su derecha y un libro devocional (posiblemente su propio trabajo) frente a ella. Hace hincapié en la belleza de la cara de la santa, lo que indica la influencia del pintor español Bartolomé Esteban Murillo, que fue aclamado por la dulzura de sus representaciones de la Virgen y de los santos. De particular importancia en la composición es la imagen del corazón, y en este el símbolo del amor de Cristo que por su misericordia se hizo hombre y se sacrifico dándonos así la redención del pecado. 

Miguel Cabrera es uno de los más grandes pintores mexicanos del siglo XVII,   más de trescientas obras se han documentado de su gran estudio. También se convirtió en uno de los principales instructores y sostenedoras de una academia privada de la pintura en la Ciudad de México.



martes, 15 de noviembre de 2016

Salvador Gómez. San Alberto Magno

Aparición de la Virgen a San Alberto Magno. 1660. Vicente Salvador Gómez
Óleo sobre lienzo. 132 x 100 cm
Museo de Bellas Artes.Valencia. España.

Celebramos hoy a san Alberto Magno, patrono de las ciencias naturales. "Doctor Universallis", "Doctor Expertus". Nace en el castillo de Bollstadt, cerca de la ciudad bávara de Lavingen. Es noble y rico, pero además quiere ser sabio. Busca la ciencia con pasión, cuando he aquí que, oyendo predicar en Padua a Jordán de Sajonia, general de los Hermanos Predicadores, se amplían los horizontes de sus anhelos. Ahora quiere ser santo. Cuando Jordán baja del púlpito, el joven alemán cae a sus pies, pidiéndole el hábito blanco de Santo Domingo. Tenía entonces treinta años. Después, toda su vida se resume en estas tres palabras: rezar, estudiar y enseñar. Enseña en las principales casas de su Orden, especialmente en Colonia y en París, y "dondequiera que sienta su cátedra, dice un contemporáneo suyo, parece monopolizar a todos los amantes de la verdad". En 1260, una orden del Pontífice le separa de sus libros para hacerle obispo de Ratisbona. Fue un pequeño paréntesis, en que el profesor descubre sus talentos de administrador y de reformador. Dos años más tarde dejaba la mitra y volvía a coger los libros. Murió a la edad de 87 años en Colonia.

Fue un forjador de grandes maestros, entre los cuales descuella el más ilustre de todos: Santo Tomás de Aquino. En las escuelas de la Edad Media se decía de él este adagio: Mundo luxisti, quia totum scibile scisti. Lo cual quiere decir: "Iluminaste al mundo, porque supiste todo lo que se puede saber."

San Alberto Magno se esfuerza por recoger todos los frutos de la experiencia antigua, atesorados en Aristóteles, Avicena y Nicolás de Damasco, madurándolos y aumentándolos con su propia experiencia. Amplía las consideraciones aristotélicas sobre la esfericidad de la tierra, explica la Vía Láctea como una multitud de estrellas, habla de las antípodas, y determina las horas del día y el ritmo de las estaciones para cada sección del globo; explica la formación de las montañas por la erosión; nos ofrece en uno de sus libros el germen de la descripción de la tierra; en su laboratorio hace interesantes experiencias químicas, formula teorías audaces, es un hábil destilador, conoce el uso del agua fuerte y del arsénico, y separa en el crisol los metales preciosos de las materias impuras.

Sacerdote, obispo y Doctor de la Iglesia, fue un destacado teólogo, geógrafo, filósofo y figura representativa de la química y, en general un experto de la ciencia medieval. Su humildad y pobreza fueron notables.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Tiziano. El Salvador de hortelano

El Salvador, de hortelano. 1553. Tiziano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 68 cm x 62 cm.
Museo del Prado. Madrid

La fiesta que hoy celebramos de la Dedicación de la Basílica de Letrán recuerda que dicho templo está consagrado a Jesucristo, Salvador de los hombres. Por eso, hemos escogido una figura de menos de medio cuerpo, que representa a Jesucristo como Salvador de los Hombres. Se trata de un fragmento de un cuadro que tenía por tema el pasaje evangélico de la aparición de Cristo resucitado a María Magdalena (Noli me tangere).

El cuadro se pintó para María de Hungría y lo vio el embajador Francisco Vargas en el estudio de Tiziano en 1553. Al ser entregado en El Escorial el 15 de abril de 1574, no quedaba de la pintura más que este fragmento, cortado en 1566 por Juan Fernández de Navarrete El Mudo, por orden de Felipe II. La radiografía revela el mal estado en que quedó el lienzo, que entró en el Prado en 1839.

martes, 8 de noviembre de 2016

Tríptico de la Redención

Tríptico de la Redención. 1450. Maestro de la Redención
Óleo sobre tabla. Medidas: 195 cm x 77 cm.
Museo del Prado. Madrid

En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»

Leemos hoy en la Ecuaristía este pasaje del capítulo 17 del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús nos invita a obrar con fidelidad nuestra propia salvación. Estas obras que nos pide el Señor son las obras de misericordia, que pueden ser espirituales y corporales. Las corporles vienen descritas en el pasaje del Juicio Final de san mateo, y son las siguientes:

1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos

En este tríptico flamenco de la Redención las tenemos perfectamente representadas en las seis escenas del arco que rodea al Señor, ocupando el entierro de los muertos los dos ángulos superiores. En el centro aparece el Señor, a cuyos pies está la Déesis, es decir, la intercesión de la Virgen y de san Juan.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Il Cerano. San Carlos Borromeo ante Cristo muerto.

San Carlos Borromeo ante Cristo muerto. 1610. Giovanni Battista Crespi
Óleo sobre lienzo. Medidas: 209 cm x 156 cm.
Museo del Prado. Madrid

Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer.

Este anuncio del Martirologio romano nos sirve como preámbulo a la contemplación de un devoto retrato del santo, pintado por el Cerano, apodo de Giovanni Battista Crespi. El santo aparece arrodillado ante Cristo muerto. Su cuerpo, recostado sobre un lecho, está intensamente iluminado. Por su parte, el color rojo distintivo del rango cardenalicio del santo queda iluminado por el resplandor del cuerpo de Jesús.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Correa de Vivar. El Descendimiento

El Descendimiento. XVI. Juan Correa de Vivar
Óleo sobre tabla. Medidas: 123 cm x 92 cm.
Museo del Prado. Madrid

Durante el mes de noviembre, dedica la piedad cristiana un especial recuerdo a nuestros hermanos difuntos. Ya han participado de la muerte del Señor y esperamos que, por su misericordia, les perdona las faltas de su peregrinación en la tierra, y les conceda la participación en su resurrección a la vida eterna.

En la Cruz Jesús ha conocido el extremo abajamiento en su condición divina. Por eso, queremos hoy contemplar un bello Descendimiento de Juan Correa de Vivar, en el que se nos muestra el cuerpo lívido de Jesús muerto, sostenido por san Juan, llorado por la Madre, y observado por la Magdalena, que tiene un tarro con los ungüentos para el embalsamamiento. Al fondo aparecen Nicodemo y José de Aritmatea, y a la derecha otra mujer de las que acompañaron a María en tan trágico momento.

La fecha de nacimiento de Juan Correa de Vivar debió rondar hacia el año 1510. Se desconocen los nombres de sus progenitores, pero se sabe que gozaban de una posición acomodada tal como se demuestra en los múltiples bienes que fueron del artista. Juan tuvo dos hermanos, Eufrasia y Rodrigo, cuyo hijo también Rodrigo fue aprendiz con el tío y continuó algunas de las obras dejadas a la muerte de éste. En Mascaraque poseía una gran casa y tierras a las que volvía el pintor de tiempo en tiempo a descansar de sus viajes y trabajos, aunque siempre fue vecino de Toledo.

Nunca se casó y fue hombre religioso tal como puede leerse en su testamento, del que hay una copia en el archivo parroquial de Mascaraque. Dejó como única heredera de sus bienes a su alma, es decir, que estos serían empleados para la realización de obras de caridad, misas o para la fundación de una capellanía que perpetuó en la iglesia de Mascaraque y cuyo primer beneficiario fue su sobrino Rodrigo de Vivar.

Dentro del ambiente artístico de la época, Correa estuvo siempre muy bien considerado, llegando a decir de él el padre José de Sigüenza, cronista de El Escorial, que era de lo bueno de aquel tiempo. En siglos posteriores su arte no decayó en la estima de los tratadistas, aunque su biografía quedó sepultada en el olvido.

martes, 1 de noviembre de 2016

Maestro de la Familia Artés. El Juicio Final

El Juicio Final. 1500-1520. Maestro de la Familía Artés
Óleo sobre tabla. Medidas: 200 cm x 130 cm.
Museo de Arte de Sao Paulo. Brasil.

Contemplamos hoy la escena del Juicio Final, en la solemnidad de Todos los Santos. Lo hacemos a través de una tabla del llamado Maestro de la Familia Artés. Se trata de un pintor anónimo catalán, activo en Valencia alrededor del año 1500. Se le considera en el círculo del Renacimiento hispano, confluyendo en su estilo las influencias pictóricas flamencas, italianas y provenzales, con imaginación académica notable y agudo sentido cromático.

La tabla está dividida en dos partes verticales. La superior está presidida por Cristo resucitado, que muestra las llagas de la Crucifixión y ostenta un manto púrpura. A su derecha está el coro de las vírgenes, encabezado por María, y a la izquierda el de los santos. El ámbito celestial se encuentra delimitado por estructuras almenadas, que simbolizan la ciudad celestial, a la que se refiere el Libro del Apocalipsis.

Justo debajo de él se encuentra una estructura abovedada, dentro de la cual se representa el milagro de la Misa de San Gregorio. A la izquierda se representan los réprobos, distinguiéndose a Judas ahorcado; en el centro un mar de fuego en el que se distinguen varios personajes, entre ellos un eclesiástico; y, por último, debajo, un pozo en que los demonios arrojan las almas condenadas.

A la izquierda, en la parte superior, un ángel va subiendo las almas que se levan en una piscina llena de sangre (son los que lavan sus vestiduras en la Sangre del Cordero); debajo hay una especie de nicho (el limbo de los justos), en el que están sentados varios niños; por último, en la parte inferior, se ve una especie de piscina con tres personajes, que podría responder al Purgatorio en el que son purificadas las almas.

lunes, 24 de octubre de 2016

Fra Angelico. La virgen de la Granada

La Virgen de la Granada. 1426. Fra Angelico
Temple sobre tabla, Medidas: 87 x 59 cm.
Museo del Prado. Madrid

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

Este texto de la carta a los Efesios, que leemos en la primera lectura nos invita a imitar con nuestra vida a Cristo, siendo así hijos de la luz. Ejemplo perfecto de ello fue la misma Madre del Señor. Por eso, hemos escogido esta magnífica tabla de fra Angelico.

La Virgen de la Granada es una obra extraordinaria, pintada en uno de los momentos decisivos de la historia del arte, la Florencia del primer cuarto del siglo XV, cuna del Renacimiento, por uno de sus actores principales. Guido di Pietro, llamado Fra Angelico, debió formarse con Lorenzo Monaco y figura ya como maestro independiente en 1418. Entre esa fecha y 1422 ingresó en el convento dominico de San Domenico en Fiesole. La Virgen de la granada, inmediatamente posterior a la Anunciación, delata el conocimiento del altar de Sant´Anna Metterza de Masaccio, realizado para la iglesia florentina de Sant´Ambrogio (1423-24) y hoy en los Uffizi. Su nombre deriva del fruto que sostiene la Virgen, prefiguración del sacrificio y la resurrección de Cristo. Fue adquirida en Florencia en 1817 por Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV duque de Alba de Tormes, y figuró desde entonces en posesión de la familia.

domingo, 23 de octubre de 2016

Zeiler. parábola del fariseo y el publicano

El fariseo y el publicano. 1612. Johann Jakob Zeiller
Pintura al fresco
Iglesia Abacial de Ottobeuren

La liturgia de este domingo nos presenta la parábola del publicano y del fariseo. El uno se jacta de su cumplimiento de la ley, mientras que el otro se duele ante Dios de sus pecados. En uno triunfa la soberbia, en el otro la humildad.

Esta escena fue plasmada en uno de los frescos que adornan la Basílica de Ottobeuren. Ambos aparecen ante las tablas de la ley. Un demonio aparece detrás del soberbio, cuya jactancia le hace ingrato a los ojos de Dios. La obra fue pintada por Johann Jakob Zeiller (1708-1783), pintor alemán que se formó en Italia.

sábado, 22 de octubre de 2016

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 285cm x 163cm.
Museo del Prado. Madrid.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

La primera lectura de la Eucaristía de hoy, tomada de la Carta a los Efesios, nos describe cómo Cristo ha constituido a su Iglesia después de su resurrección con distintos carismas. Así fue como sucedió ya en Pentecostés, motivo por el cual contemplamos este lienzo de fray Juan Bautista Maino.

El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.

Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.

Situada en el lado del Evangelio del retablo, esta obra se presenta como una de las composiciones más reveladoras del talante caravaggista de Maíno, concebida con una sencilla pero apabullante eficacia realista tanto en la elección de los tipos masculinos, como en la plasmación de gestos y actitudes. Muestra además una novedosa disposición para este grupo humano, un punto de vista original para un tema representado en muchas otras ocasiones dentro de la iconografía cristiana y que conllevaba la dificultad de incluir a los principales actores en un espacio angosto, y especialmente en este tipo de retablos. La jerarquización tradicional de los personajes sagrados prefería situar a María en el centro de la composición, flanqueada de manera simétrica por los Apóstoles.

El dominico obvió esta fórmula desplazando a la Virgen al lateral izquierdo, a un segundo plano, muy próxima a María Magdalena, convertida en una "apóstola" más del grupo. Serán por ello los dos personajes masculinos del primer término, San Pedro y San Lucas, los que concentren el mayor protagonismo.

viernes, 21 de octubre de 2016

Tzafouris. Cristo con la Cruz

Cristo con la Cruz. XV. Nicolaos Tzafouris. 
Óleo sobre tabla, Medidas 69 x 54 cm.
Museo Metropolitano de Nueva York

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?

El mayor signo que Jesús nos deja es el de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por eso hemos escogido un icono en el que se nos presenta a Jesús, custodiado por los soldados, cargando con la cruz.El autor, Nicolaos Tzafouris, vivió y trabajó en la ciudad de Candia, en la isla de Creta, durante la segunda mitad del siglo XV. En su estilo se combinan típicos elementos griegos con otros latinos de procedencia italiana (por ejemplo, la armadura del capitán).

jueves, 20 de octubre de 2016

Murillo. Cristo en la Cruz.

Cristo en la Cruz. 1660-1670. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 208 cm x 113 cm.
 Timken Museum of Art. San Diego

He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.

En el Evangelio que leemos en la Eucaristía hoy, se nos presenta Jesús como signo de contradicción. su afirmación de ser el hijo de Dios y el salvador esperado por Israel provocó algunas adhesiones, pero también suscitó un fuerte rechazo. Desde entonces, ser cristiano implica arriesgarse a padecer su mismo destino: la Cruz, en la que se manifiesta el rechazo del hombre a Dios.

Por eso, contemplamos un dramático lienzo de Murillo, en el que aparece intensamente iluminado el cuerpo de Cristo, que mira a lo alto, dirigiendo a Dios Padre su oración. Al pie de la Cruz está una calavera, en referencia al sepulcro de Adán. Por debajo de él, a la derecha, entre la oscuridad, se dibuja la ciudad de Jerusalén, envuelta en tinieblas al rechazar a Dios.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Rubens. San Pablo

San Pablo. 1610-1612. Rubens
Óleo sobre tabla, Medidas 107,5 x 83 cm.
Museo del Prado. Madrid

A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.

Este texto de la Carta a los Efesios nos presenta al apóstol Pablo como el encargado de anunciar a los gentiles la gracia que nos llega por medio de Cristo Jesús. Por eso, hemos escogido un retrato de Rubens en el que representa al apóstol.

El apóstol San Pablo es, junto con Santiago el Mayor, uno de los más expresivos y rotundos de toda la serie pintada por Rubens entre 1610-1612. Con la espada y el libro fuertemente sujetos se dirige con firmeza hacia el espectador, estableciendo una conexión directa con él. La espada muestra una empuñadura con una cabeza de león, símbolo de la fuerza. El artista la coloca en primer plano haciendo hincapié en la importancia del símbolo en la iconografía del santo.

La diferencia de tratamiento entre unos apóstoles, que meditan y se recogen sobre sus libros a pesar de portar las armas con las que fueron asesinados, otros desencajados con sus símbolos de martirio, unos mirando al espectador de forma rotunda y otros hacia el cielo o fuera de la composición ofrecen diferentes actitudes y respuestas ante los problemas que se enfrentaron, de tal forma que el artista nos ofrece un conjunto que actúa como un todo, en el que se van entremezclando unos con otros, siempre con un tratamiento de la imagen similar y donde podemos observar distintos aspectos de la vida de estos hombres. En el siglo XVII y tras el Concilio de Trento la producción de apostolados creció y Rubens, un artista muy relacionado con los dogmas cristianos y la representación de los mismos, busca potenciar la idea de sacrificio de estos doce apóstoles.

lunes, 17 de octubre de 2016

Francisco del Rincón. Martirio de san Ignacio

Martirio de san Ignacio. ca. 1600 Francisco del Rincón
Piedra tallada
Catedral de Palencia

Francisco del Rincón (1567-1608) fue un escultor español del siglo XVII, con taller en la ciudad de Valladolid, considerado uno de los grandes maestros de la escuela castellana del primer Barroco. Algunos autores hablan de su consideración como maestro de Gregorio Fernández, aunque en realidad se puede hablar de Francisco del Rincón más bien como introductor del maestro gallego en la Corte de Felipe III y su valido el duque de Lerma. Rincón realizó obras de imaginería, como el Cristo de las batallas de la Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid o el Cristo de los carboneros para la cofradía de las Angustias. En esta misma iglesia, también se le asignan las esculturas pétreas que decoran la fachada, y las tallas del retablo mayor. También le han sido atribuidos dos relieves que decoran el trascoro de la catedral de Palencia. En Nava del Rey realizó en 1607 el paso de Jesús Nazareno, imagen titular de la cofradía de la Vera Cruz

Su estilo se caracteriza por un mesurado Manierismo, en contraste con otros maestros que siguen el mismo estilo, como Juan de Juni. En algunas de sus esculturas, Rincón se muestra grandemente influido por el Renacimiento italiano, que quizá conoció debido a su cercanía a la Corte. Así, las esculturas de san Pedro y san Pablo del frontispicio de la iglesia de las Angustias, presentan evidentes recuerdos de la plástica de Miguel Ángel. Una de sus principales aportaciones a la historia de la escultura hispana es el haber sido uno de los creadores del paso procesional barroco, que alcanzará su mayor esplendor en la generación posterior.

La escena nos muestra en la parte inferior al santo de Siria siendo devorado por dos leones. En un plano superior, aparecen los magistrados romanos que lo condenaron. todo ello se enmarca en el rico trascoro de la Catedral palentina.

viernes, 12 de agosto de 2016

Hasta Septiembre, si Dios quiere


Querido hermanos

Hacemos un alto en el Oratorio Monástico, este rincón de espiritualidad monástica para alabanza del Padre todopoderoso, del Verbo eterno, nuestro Señor Jesucristo, y del Espíritu Santo, nuestro único y trino Dios. Muchas gracias por vuestra atención, vuestros comentarios, vuestro aliento y, sobre todo, vuestra oración. En Septiembre, si Dios, quiere, nos volveremos a ver. Que el Señor os guarde y os bendiga.

Gloria al Padre,
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Correa de Vivar. San Lorenzo


San Lorenzo.1559. Juan Correa de Vivar
 Óleo sobre tabla. Medidas: 181cm x 78cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).

La noticia del Martirologio Romano nos lleva hoy a contemplar la figura de san Lorenzo, el diácono que fue quemado vivo en el siglo III. Según la tradición, fue quemado sobre una parrilla. En san Lorenzo predomina, sobre todo, el concepto de diácono, es decir, la idea de servicio de la Iglesia, especialmente a los pobres. Por este motivo, ha sido el mártir san Lorenzo uno de los más representados en la iconografía cristiana.

Nosotros hemos escogido una obra de mediados del siglo XVI, obra de Juan Correa de Vivar, que se conserva en el Museo del Prado. De cuerpo entero, el santo sostiene en la mano derecha una parrilla, alusiva a su martirio. La dalmática que viste le presenta como diácono de la Iglesia, una de cuyas misiones era ser portador de los Evangelios, que él mantiene en la mano izquierda. Dispuesto junto a un árbol y enmarcado por una arquitectura pintada, a modo de arco, aparece delante de un fondo de paisaje. 

La obra es pareja del San Esteban, siendo ambos las puertas laterales de un retablo cuya tabla central representaba La Anunciación. El santo muestra la serenidad propia de los rostros de Correa de Vivar, compartiendo cierto gusto por la elegancia y suavizando la fuerte gestualidad propia de sus obras más manieristas. La viveza del color y el paulatino aclaramiento de sus colores, influenciado por el valenciano Juan de Juanes, puede también apreciarse en esta pintura. 

martes, 9 de agosto de 2016

El Greco. Cristo abrazado a la Cruz


Cristo abrazado a la Cruz.1600. El Greco
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 108cm x 78cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El martirio, en la tradición cristiana, constituye la perfecta expresión del testimonio de fidelidad y de confianza en Cristo. El mártir entrega su vida a la muerte antes que renegar de Cristo, en la confianza de que participando de la Cruz del Señor tendrá también parte en su Resurrección. Además, el martirio incluye un grado sublime de caridad, pues el mártir no perece en el odio a quien injustamente lo asesina, sino que perdona a su asesino e intercede por él.

El modelo ideal del mártir, que hoy recordamos en santa Teresa Benedicta, es el propio Cristo, que abraza el horrendo instrumento de la Cruz, que por la fuerza del misterio pascual deja de ser instrumento de suplicio para convertirse en signo glorioso. Por eso, hemos escogido hoy uno de las imágenes sagradas más célebres de la pintura: el Cristo abrazando la Cruz de El Greco.

Cristo acariciando la Cruz, ha transcendido el dolor físico durante el camino al Calvario, alzando su mirada al Cielo con gesto sereno. El pintor cretense transforma la narración del pasaje bíblico tradicional en una imagen de devoción. La convierte en una metáfora de la salvación, de redención, coincidiendo con un momento en que la Contrarreforma ensalza la Cruz como uno de los símbolos más elocuentes. 

El tema fue tratado en numerosas ocasiones por El Greco. Esta versión destaca por su desenvuelta ejecución y vibrante factura. En 1786 se cita un cuadro con este tema en el Convento de San Hermenegildo de Madrid. Actualmente se expone en el Museo del Prado.

lunes, 8 de agosto de 2016

Pedro Berruguete. Santo Domingo de Guzmán

Santo Domingo de Guzmán. 1493-1499. Pedro Berruguete
Óleo sobre tabla. Medidas: 177 cm. x 90 cm.
Museo del Prado. Madrid

Recordando la santidad de santo Domingo de Guzmán, contemplamos su imagen pintada por Pedro Berruguete. Es la tabla central del Retablo de Santo Domingo procedente, junto con otras obras del Museo, del convento de Santo Tomás de Ávila, sede de la Inquisición. Como fundador de la Orden Dominica, el santo aparece con el libro y la flor de lis. Con su cruz aplasta a un perro demoníaco con una tea encendida, símbolo del Mal. Esta imagen le identifica interesadamente -ya que fue el Inquisidor General, Torquemada, quien encargó la obra- como inquisidor, lo que nunca fue. El palentino situó a Santo Domingo en un escenario aludiendo a la luz de la fe y la oscuridad de la herejía, diferenció entre los dos vanos a los que se abre la estancia en la que se encuentra el Santo, uno, a la derecha, donde falta la luz y otro, a la izquierda, por la que entra ésta.

Nació en Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, descendían de los condes-fundadores de Castilla. De los siete a los catorce años (1177-1184), bajo la preceptoría de su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, recibió esmerada formación moral y cultural. En este tiempo, transcurrido en su mayor parte en Gumiel de Izán (Burgos), despertó su vocación hacia el estado eclesiástico.

De los catorce a los veintiocho (1184-1198), vivió en Palencia: seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia. Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. Fue en el año 1191, ya en Palencia, cuando en un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba España. Al concluir la Teología en 1194, se ordenó sacerdote y es nombrado Regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en el Estudio de Palencia.

Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.

En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, siempre acompañando al obispo Diego a Dinamarca y a Roma, decidiéndose durante ellos su destino y clarificándose definitivamente su ya antigua vocación misionera. En sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.

Para remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215 establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra. En septiembre del mismo año, llega de nuevo a Roma en segundo viaje, acompañando del Obispo de Tolosa, Fulco, para asistir al Concilio de Letrán y solicitar del Papa la aprobación de su Orden, como organización religiosa de Canónigos regulares. De regreso de Roma elige con sus compañeros la Regla de San Agustín para su Orden y en septiembre de 1216, vuelve en tercer viaje a Roma, llevando consigo la Regla de San Agustín y un primer proyecto de Constituciones para su Orden. El 22 de Diciembre de 1216 recibe del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.

Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de Agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Allí se manifiesta su poder taumatúrgico con numerosos milagros y se acrecienta de modo extraordinario el número de sus frailes. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia. Habrá que esperar hasta finales de 1218 para ver de nuevo a Domingo en España donde visitará Segovia, Madrid y Guadalajara.

Por mandato del Papa Honorio III, en un quinto viaje a Roma, reúne en el convento de San Sixto a las monjas dispersas por los distintos monasterios de Roma, para obtener para los Frailes el convento y la Iglesia de Santa Sabina. En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias. Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.