domingo, 31 de agosto de 2014

Anónimo. El alma cristiana acepta su cruz.

El Alma cristiana acepta su cruz. XVII. Anónimo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 72 cm. x 58 cm.
Museo del Prado. Madrid

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

Este texto del capítulo 16 del Evangelio según san Mateo que leemos este domingo, nos invita a contemplar esta obra de devoción, pintada por una mano anónima, en el siglo XVII: el alma cristiana acepta su cruz. Una joven coronada de flores, cargada con una cruz sigue los pasos del Redentor, asimismo con el santo madero, por camino sembrado de cruces. Se inspira en meditaciones ascéticas del siglo XVII que en España tuvieron eco en el libro de Gracián, Agudeza y arte de ingenio (Libro LVII): Se elegiría la cruz más pequeña, pero la que da el Señor es la menos pesada.

San Cirilo de Alejandría, en su Libro sobre la adoración en espíritu y en verdad, comenta así este texto:

El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. O lo que es lo mismo: El que quisiera ser discípulo mío que emprenda denodada-mente la misma carrera de sufrimientos que he seguido yo, recorra prácticamente el mismo camino y ámelo: ese tal hallará descanso en mi compañía y gozará de mi intimidad. Esto es efectivamente lo que él pedía para nosotros a Dios Padre, cuando decía: Este es mi deseo: que ellos estén conmigo, donde yo estoy.

Estamos también junto con Cristo de otra manera: cuando caminamos todavía sobre la tierra, pero vivimos no carnal, sino espiritualmente, estableciendo nuestra morada y nuestro descanso en lo que a él le agradare. En el libro de los Números tienes una imagen de esta realidad: Cuando se montó la tienda en el desierto, dice que la nube cubría el santuario; que Dios mandó a los hijos de Israel ponerse en marcha o acampar al ritmo de la nube, respetando diligentemente los tiempos establecidos para la partida. Con lo cual puso en guardia a los tentados de desidia sobre lo peligrosa que era la transgresión de estas normas.

Miremos de penetrar ahora el significado espiritual de esta figura. Tan pronto como se erigió y apareció sobre la tierra el realmente verdadero santuario, es decir, la Iglesia, quedó inundado por la gloria de Cristo, pues no otra cosa significa, a mi juicio, el dato según el cual aquel antiguo santuario fue cubierto por la nube.

Así pues, Cristo inundó la Iglesia con su gloria, con esta salvedad: para los que todavía viven en la ignorancia y el error, envueltos en las tinieblas y en la noche, esta gloria resplandece como fuego, irradiando una iluminación espiritual; en cambio, a los que ya han sido iluminados y en cuyos corazones ha amanecido el día espiritual les proporciona sombra y protección, y los inunda de rocío espiritual, esto es, de los sobrenaturales consuelos del Espíritu. Esto es lo que significa que de noche se aparece en forma de fuego y durante el día en forma de nube. Pues los que todavía eran niños necesitaban ser ilustrados e iluminados, a fin de llegar al conocimiento de Dios; otros, en cambio, situados en un estadio superior e iluminados ya por la fe, estaban faltos de protección y ayuda para soportar animosamente el calor de la presente vida y el peso de la jornada, pues: Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido.

Por último, cuando se levantaba la nube, se ponía asimismo en marcha el santuario, y simultáneamente lo ha-cían los hijos de Israel: la Iglesia sigue a Cristo por doquier y la santa multitud de los creyentes jamás se aparta del que la llama a la salvación.

sábado, 30 de agosto de 2014

Pedro Berruguete. San Pablo

San Pablo. 1493-1499. Pedro Berruguete
Óleo sobre tabla. Medidas: 350 cm. x 206 cm.
Museo del Prado. Madrid.

Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. 

Con esta admonición comienza san Pablo su Primera Carta a los Corintios, que vamos a leer en la Eucaristía durante los próximos días. Se trata de un texto complejo, dirigido a una comunidad dividida y con importantes problemas. Muchos desvelos le costó a san Pablo mantener unida en la verdadera fe a esta comunidad, fruto de sus esfuerzos apostólicos.

La imagen que hoy contemplamos de san Pablo fue pintada por Pedro Berruguete para una iglesia de Ávila, tal vez Santo Tomás. Se nota claramente su paso por Italia en el estudiado fondo arquitectónico que enmarca al santo y el estudio de perspectiva que realiza. El santo porta los atributos que le identifican: el libro de sus escritos, y la espada de su palabra.

viernes, 29 de agosto de 2014

Maestro de Miraflores. Prisión de san Juan Bautista.


Prisión de san Juan Bautista. 1490-1500. Maestro de Miraflores
Óleo sobre tabla. Medidas: 94 cm. x 53 cm.
Museo del Prado. Madrid.

El año pasado, en la memoria del Martirio de Juan Bautista que hoy celebramos, contemplamos la Decapitación de san Juan Bautista. Este año contemplamos la tabla que acompaña a la anterior, que nos muestra el prendimiento del santo precursor.

De este anónimo autor conocemos cinco tablas pintadas para la Cartuja de Miraflores, que hoy se encuentran en el Museo del Prado. Una de ellas es el prendimiento de Cristo, similar a la que vemos hoy; si bien en el caso de san Juan, la escena tiene lugar en un escenario urbano. El autor nos presenta al santo revestido por un manto, bajo el cual se adivina el vestido de cilicio (piel de camello), que evoca su vida penitente.

Dos personajes ricamente ataviados contemplan la escena, y un galgo aparece en primer plano. La tabla capta perfectamente el espíritu penitencial propio de la Cartuja, que encuentra en san Juan Bautista un modelo y un arquetipo de su ideal ascético.

jueves, 28 de agosto de 2014

Pedro Berruguete. San Ambrosio y san Agustín

San Ambrosio y san Agustín. 1495-1500. Pedro Berruguete
Óleo sobre tabla. Medidas: 58 cm. x 72 cm.
Museo del Prado. Madrid.

Celebra hoy la Iglesia con especial veneración la memoria de san Agustín de Hipona, el gran santo africano, el gran pensador, el obispo egregio que empleó todos sus afanes en la evangelización del pueblo a él confiado, el pensador que todavía hoy nos admira mediante la lectura de su ingente obra.

Hemos seleccionado una tabla, típica de la mano de Berruguete, en la que aparece junto a san Ambrosio. Hace pareja con otra tabla, dedicada a los santos Jerónimo y Gregorio. Se trata de los cuatro padres de la Iglesia latina. No en vano vienen asociados Agustín y Ambrosio, pues éste último influyó poderosamente en la conversión del joven Agustín durante su estancia en Milán.

Llama la atención lo elaborado de la obra: los ricos cabujones que decoran las capas pontificales, o los grandes libros abiertos, cuyo texto casi podría leerse.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Muerte de santa Mónica y partida de san Agustín.

Muerte de santa Mónica y partida de san Agustín. 1430. Maestro de Osservanza
Témpera y oro sobre pergamino. Medidas: 24 cm. x 27 cm.
Museo Fitzwilliam. Cambridge

Recordamos hoy a una egregia mujer, santa Mónica, madre de san Agustín. Su vida transcurrió entre un marido infiel y violento, y un hijo a la deriva, buscando la gloria del mundo y perdiendo el mayor tesoro de su madre: la fe católica.

San Agustín, en sus Confesiones, nos narra su muerte: estaban dispuestos a embarcar para regresar a África en Ostia Tiberina, el puerto de Roma, cuando la muerte la sorprendió, debiendo su hijo enterrarla allí mismo y partir para su tierra natal.

La iluminación que contemplamos narra este acontecimiento con precisión. A la izquierda aparece un monumento funerario, similar al de los mártires, con dos niveles: el inferior, con la tumba en forma, casi, de altar; y por encima, en un nivel superior, la santa llevada al Paraíso por los ángeles. A la izquierda, se ve un barco, en el que san Agustín parte para África, revestido ya con el hábito negro de los monjes.

martes, 26 de agosto de 2014

Antonio Arias. Jesucristo recibe el mundo de manos de Dios Padre

Jesucristo recibe el mundo de manos de Dios Padre. 1657. Antonio Arias
Óleo sobre lienzo. Medidas: 220 cm. x 164 cm.
Museo del Prado. Madrid.

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente.

Estas palabras están tomadas del capítulo tercero de la Segunda Carta a los Tesalonicenses, que hoy leemos en la primera lectura de la Eucaristía. Se trata del argumento central de esta epístola: frente a los que invitaban a abandonarlo todo en la certeza de la inmediatez del retorno glorioso del Señor y del fin del mundo, se invita a los cristianos a no perder la calma y a seguir trabajando en el mundo, hasta que dicha vuelta se produzca efectivamente.

Esto nos da pie para contemplar hoy un interesantísimo lienzo de Antonio Arias, en el que aparece Dios Padre entregando el mundo a Cristo resucitado, que formó parte de un grupo de obras para el claustro del Convento de San Felipe el Real, de los agustinos calzados.

En el suelo, a la izquierda, están los instrumentos de la pasión: el flagelo y la columna de la flagelación, los clavos, el cartel de la cruz, el hisopo, la lanza, y una hermosa jarra, que podría hacer referencia a la que utilizó Pilatos para lavarse las manos. Cristo está arrodillado sobre la Cruz, y recibe del Padre Eterno, que se le manifiesta desde lo alto, el globo del mundo.

Efectivamente, el que vendrá al final de los tiempo será el que fue crucificado ignominiosamente, recibiendo entonces el poder y el dominio sobre la entera Creación. La obra de Arias no es descriptiva sino conceptual: invita a la adoración del Señor Crucificado, fuente de una Sabiduría que triunfa sobre la del mundo.

lunes, 25 de agosto de 2014

El Greco. San Luis, rey de Francia

San Luis, rey de Francia. 1585. El Greco
Óleo sobre lienzo. Medidas: 117 cm. x 95 cm.
Museo del Louvre. París

El año pasado conocíamos la vida de san Luis contemplando un cuadro de Claudio Coello. Este año veneramos su recuerdo con un típico retrato de El Greco. Su testamento espiritual, que leemos en el Oficio de vigilias, es una obra maestra de la espiritualidad medieval. Dice así:

Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.

Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.

Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas.

Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino y, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor, con oración vocal o mental.

Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Para con tus súbditos, obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.

Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía.

Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén.

domingo, 24 de agosto de 2014

Vincenzo Catena. Cristo entregando las llaves a san Pedro

Cristo entregando las llaves a san Pedro. 1520. Vincenzo Catena
Óleo sobre tabla. Medidas: 86 cm. x 135 cm.
Museo del Prado. Madrid

El pintor renacentista veneciano Catena nos ayuda este domingo a contemplar la escena evangélica que se nos presenta en la Liturgia de la Palabra. Vemos cómo Cristo entrega a San Pedro las llaves, que simbolizan su autoridad en el seno de la Iglesia, en presencia de tres jóvenes identificadas con las virtudes teologales: la Caridad, de blanco; la Fe, de encarnado; y  la Esperanza, de verde. El maestro veneciano confiere mayor protagonismo a Cristo y a la Caridad, cuyas figuras proyectan fuertes sombras que destacan sobre el fondo luminoso.

San Juan Crisóstomo, en su Homilía 54, nos explica cómo Cristo entregó las llaves a aquel que extendió la Iglesia por todo el orbe de la tierra. Éstas son sus palabras:

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás ./, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso. ¿Por qué Pedro es proclamado dichoso? Por haberlo confesado propiamente Hijo. No podemos conocer por otro medio al Hijo sino por el Padre, ni al Padre, sino por el mismo Hijo. Aquí tenemos palmaria-mente demostrada tanto la igualdad de honor, como la consustancialidad. ¿Y qué le respondió Cristo? Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú te llamarás Cefas. Puesto que tú —dice— has proclamado a mi Padre, yo nombro al que te engendró. Lo que equivale a decir: Lo mismo que tú eres hijo de Jonás, yo soy el Hijo de mi Padre.

En realidad, parecería superfluo decir: Tú eres hijo de Jonás: pero como Pedro añadió «Hijo de Dios», para demostrar que él era Hijo de Dios, lo mismo que Pedro era hijo de Jonás, de la misma sustancia que el Padre, por eso añadió aquel inciso. Ahora te digo yo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», esto es, sobre la fe que has confesado.

Con esto declara que iban a ser muchos los que aceptarían la fe y, elevando los sentimientos del apóstol, lo constituye pastor de su Iglesia. Y el poder del infierno no la derrotará. Y si a ella no la derrotarán, mucho menos me derrotarán a mí. Así que no te turbes, cuando oyeres que he sido entregado y crucificado. A continuación le concede una nueva distinción: Te daré las llaves del reino de los cielos. ¿Qué significa ese te daré? Lo mismo que el Padrete ha dado capacidad para que me conocieras, así también yo te daré.

Y no dijo: «Rogaré al Padre», no obstante tratarse de una gran demostración de autoridad y de un don de inefable valor, sino: Te daré. Pero pregunto: ¿qué es lo que das? Las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo ¿Y cómo el conceder sentar-se a la derecha y a la izquierda no va a estar en poder de quien dijo: Te daré? ¿No ves cómo eleva a Pedro a una más sublime opinión de él, cómo se revela a sí mismo, y cómo, mediante esta doble promesa, demuestra que él es el Hijo de Dios? Lo que propiamente es competencia exclusiva de solo Dios, eso es lo que Cristo promete dar a Pedro. A saber: perdonar pecados, mantener inconmovible a la Iglesia en medio de tantas agitaciones, convertir a un pescador en alguien más firme que la roca, aunque todo el mundo se ponga en contra. Lo mismo le decía el Padre a Jeremías: que le convertiría en columna de hierro, en muralla de bronce. Pero con esta diferencia: Jeremías era colocado frente a un solo pueblo; Pedro, en cambio, frente a todo el mundo.

Me gustaría preguntar a quienes pretenden ver disminuida la dignidad del Hijo, ¿cuáles son mayores: los dones que el Padre concede a Pedro o los que le otorga el Hijo? Porque el Padre le hace la revelación del Hijo; en cambio el Hijo le comisiona para que propague por todo el mundo tanto el conocimiento del Padre como el suyo propio, otorga a un hombre mortal todo poder en el cielo, al entregar las llaves a aquel que extendió la Iglesia por todo el orbe de la tierra, y mostró ser más firme que los cielos, pues dijo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

sábado, 23 de agosto de 2014

José Antolínez. Santa Rosa de Lima ante nuestra Señora

Santa Rosa de Lima ante Nuestra Señora. XVII. José Antolínez
Óleo sobre lienzo. Medidas: 206 cm. x 158 cm.
Museo de Bellas Artes. Budapest.

Recordamos hoy a una gran santa mística americana: santa Rosa de Lima. El año pasado recordábamos, en la contemplación del retrato de Claudio Coello, la vida de santa Rosa de Lima. Ese año hemos escogido una obra contemporánea a la de Claudio Coello, del autor barroco madrileño José Antolínez. Nos presenta a la santa arrebatada místicamente a la presencia de santa María y de Jesús. La santa viste el hábito de la orden dominicana.

Santa Rosa de Lima nos dejó testimonio escrito de algunas de sus experiencias místicas. Así, por ejemplo, nos habla de las revelaciones que la hizo el propio Jesucristo:

El divino Salvador, con inmensa majestad, dijo:

«Que todos sepan que la tribulación va seguida de la gracia; que todos se convenzan que sin el peso de la aflicción no se puede llegar a la cima de la gracia; que todos comprendan que la medida de los carismas aumenta en proporción con el incremento de las fatigas. Guárdense los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino de subir al cielo».

Apenas escuché estas palabras, experimenté un fuerte impulso de ir en medio de las plazas, a gritar muy fuerte a toda persona de cualquier edad, sexo o condición:

«Escuchad, pueblos, escuchad todos. Por mandato del Señor, con las mismas palabras de su boca, os exhorto: No podemos alcanzar la gracia, si no soportamos la aflicción; es necesario unir trabajos y fatigas para alcanzar la íntima participación en la naturaleza divina, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta felicidad del espíritu».

El mismo ímpetu me transportaba a predicar la hermosura de la gracia divina; me sentía oprimir por la ansiedad y tenía que llorar y sollozar. Pensaba que mi alma ya no podría contenerse en la cárcel del cuerpo, y más bien, rotas sus ataduras, libre y sola y con mayor agilidad, recorrer el mundo, diciendo:

«¡Ojalá todos los mortales conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza, su infinito precio, lo inmenso de los tesoros que alberga, cuántas riquezas, gozos y deleites! Sin duda alguna, se entregarían, con suma diligencia, a la búsqueda de las penas y aflicciones. Por doquiera en el mundo, antepondrían a la fortuna las molestias, las enfermedades y los padecimientos, incomparable tesoro de la gracia. Tal es la retribución y el fruto final de la paciencia. Nadie se quejaría de sus cruces y sufrimientos, si conociera cuál es la balanza con que los hombres han de ser medidos».

viernes, 22 de agosto de 2014

Diego de la Cruz. Asunción y Coronación de la Virgen

Asunción y Coronación de la Virgen. 1497. Diego de la Cruz
Óleo sobre tabla. Medidas: 150 cm. x 81 cm.
Museo del Prado. Madrid.

Estamos recordando el misterio de la Asunción de la virgen, el privilegio por el cual ya ha participado del Misterio Pascual del Señor, signo de nuestra esperanza y motivo para nuestra confianza. En este contexto, celebra hoy la Iglesia la memoria de Santa María, Reina: su coronación como Señora de la entera creación. Por eso, hemos seleccionado una tabla de un maestro que trabajó principalmente en el área de Burgos, la segunda mitad del siglo XV: Diego de la Cruz.

Reproduce un tipo iconográfico similar a la tabla del tríptico Heinemann del Maestro de Budapest. Como en ella, se funden la subida de la Virgen al cielo y su coronación por dos ángeles en presencia de Dios Padre y la Inmaculada descendiendo a tierra. La inclusión de la figura de Dios Padre distingue esta obra tanto de la tabla del Maestro de Budapest como del retablo de Frómista.

Su figura se aparta de otras versiones de este tema con la representación del Padre, ya que en lugar de bendecir, levanta su mano derecha y dirige sus palabras hacia María, escritas en una filacteria. Características de esta tabla es el que María lleve una diadema ciñendo sus cabellos y el collar de doce perlas en su cuello. Esto, junto con la riqueza de su traje, la acerca a la descripción de Santa Brígida: Fui llevada al cielo con infinita honra y gozo, los vestidos con que fui enterrada quedaron en este sepulcro y fui vestida con vestiduras como las que tiene vestidas mi Hijo y Señor mio Jesucristo.

El ligero giro, que Diego de la Cruz imprime a su cuerpo hacia la derecha, rompe la estricta simetría de algunas de las versiones de este tema, favorecida por la distribución de los ángeles a ambos lados, en este caso ocho en total.

jueves, 21 de agosto de 2014

Andrea Mantegna. El tránsito de la Virgen

El tránsito de la Virgen. 1462. Andrea Mantegna
Técnica mista sobre tabla. Medidas: 54 cm. x 42 cm.
Museo del Prado. Madrid.

En 1459 Mantegna abandonó Padua para instalarse en Mantua, donde permaneció hasta su muerte al servicio de los Gonzaga. Entre las primeras obras realizadas para Ludovico Gonzaga figura El Tránsito de la Virgen, una de sus más sublimes creaciones pese a faltarle el tercio superior.

Según los Evangelios Apócrifos, tras anunciarle San Miguel su fin terrenal la Virgen convocó a los apóstoles, que acudieron a su llamada excepto Santo Tomás, que se encontraba predicando en la India. La imagen muestra el último momento terrenal de María y su composición deriva de un mosaico en San Marco de Venecia diseñado por Andrea del Castagno. También de origen veneciano es la ambientación de la escena en una sala abovedada, tomada de dibujos de su suegro, Jacopo Bellini.

En el centro de la composición, San Pedro oficia con un misal al tiempo que uno de los apóstoles sostiene con una mano el agua sagrada mientras con la otra bendice a la Virgen ante la mirada de un tercero. Un cuarto apóstol de espaldas inciensa el cuerpo de María. Los demás se alinean en dos filas delante de la Virgen. Todos menos San Juan (el primero a la izquierda con una palma) portan velas y cantan el Exiit Israel de Aegypto, como recoge la Leyenda Áurea de Jacobo de la Vorágine.

El Tránsito de la Virgen es una obra maestra por su perfecta composición, resuelta mediante una habilísima contraposición de horizontales (ventana y lecho de la Virgen) y verticales (apóstoles y pilastras); su dominio de la perspectiva; la individualización de las fisonomías de los apóstoles, y el tratamiento del paisaje, una de las primeras vistas topográficas de la pintura italiana, al mostrar el lago en torno a Mantua, el puente que lo cruza, y el Borgo di San Giorgio al fondo

miércoles, 20 de agosto de 2014

Alonso Cano. San Bernardo y la Virgen

San Bernardo y la Virgen. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 267 cm. x 185 cm.
Museo del Prado. Madrid.

En estos días, en los que estamos recordando la gloriosa Asunción de Nuestra Señora, nos sale al encuentro la memoria de un santo monje, célebre por su devoción mariana: san Bernardo de Claraval. Tal vez fue el hombre más influyente de la Cristiandad de su época; sin duda renovó el monacato benedictino en la nueva espiritualidad cisterciense; pero, también, nos dejó célebres páginas en las que cantó las maravillas que Dios hizo en María. Sería, como se ha dicho en repetidas ocasiones, el juglar de la Virgen.

La obra que hoy contemplamos es típica de la iconografía de san Bernardo: la lactación por parte de la Virgen. La pintura relata el momento en que el santo recibe un chorro de leche de una estatua de la Virgen con el Niño, situada en un altar, mientras un cardenal contempla el milagro con las manos unidas en oración. La fuente de esta iconografía procede del importante Comentario del Santo al Cantar de los Cantares, uno de cuyos versos habla de las dulzuras del pecho de la esposa. Interpretado místicamente, lleva a esta relación tan especial entre el santo y la Santísima Virgen, de quien habría recibido el conocimiento de los misterios espirituales.

En la pintura se conjuga un sentido monumental de las formas con un tratamiento muy delicado del color, características que adquiere el arte de Cano tras su conocimiento de las Colecciones Reales. Probablemente se trata de una obra que se cita en el retablo de los Capuchinos de Toledo y que, en consecuencia, es realizada por Alonso Cano en cualquiera de sus dos largas estancias en la corte.

sábado, 16 de agosto de 2014

Felipe Vigarny. El Tránsito de la Virgen

El Tránsito de la Virgen. 1506. Felipe Vigarny
Madera tallada y policromada
Altar de la Capilla del Sagrario. Catedral de Palencia

Hasta hace unos aós, la solemnidad de la Asunción gozaba, como el día solemne de la Resurrección del Señor, de una octava, que prolongaba la acción de gracias de la Iglesia. También queremos seguir esta tradición, y lo hacemos contemplando hoy una escultura procedente de la Capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia, ejecutada por Felipe vigarny, en la que se nos presenta el Tránsito de la Virgen. La abigarrada disposición de los apóstoles ante el cadáver de María, hace que la escena esté dividida en dos planos.

Esta iconografía tiene sus orígenes en la literatura apócrifa de los primeros siglos cristianos. El vivo interés que mostraron los apócrifos por María es reflejo del que tendrían los fieles contemporáneos, no sólo por su muerte sino también por su traslación al cielo. No es necesaria la espectacularidad de los apócrifos o comprobar el sepulcro vacío. Esta probabilidad sumada al testimonio de los documentos se convierte en plena certeza de una tradición asuncionista, de un valor histórico, y ahora también de valor teológico.

De un texto atribuido a "San Juan teólogo y evangelista" del original griego dio origen a muchos relatos ( suelen calcularse entre 50 y 100 ): un ángel que lleva una palma anuncia a María su tránsito después de tres días. Habiendo largamente orado en acción de gracias al Señor, María lo comunica a Juan, el cual reúne a todos los apóstoles (incluido San Pablo). La víspera del tránsito Pedro predica a la multitud sobre el misterio que está a punto de cumplirse. El tercer día, a la hora de tercia llega el Señor. María le agradece y le entrega su alma. Jesús entonces da a Pedro las instrucciones pertinentes para sepultarla dignamente en un sepulcro nuevo, y confía el alma de su madre al ángel Miguel. Luego desaparecen.

Durante los funerales suceden maravillas: la curación milagrosa del sumo sacerdote judío, cuando toca el féretro, lo que lo hace convertirse. Después de tres días Jesús desciende a la tumba de su madre, con los ángeles, los cuales toman el cuerpo envuelto en nubes, y lo llevan al paraíso, donde lo colocan sobre el árbol de la vida. He aquí algunos párrafos:

El Señor la abrazó, tomó su alma santa y la puso en las manos de Miguel, el cual la envolvió en pieles más brillantes de cuanto se pueda decir. Y nosotros, apóstoles, vimos el alma de María entre las manos de Miguel; tenía una perfecta semejanza humana, excepto que no era ni masculino ni femenino, no tenía sino la semejanza del cuerpo y un esplendor siete veces más grande que el sol. (Después de tres días bajan al sepulcro Jesús, Miguel y Gabriel): entonces el Señor ordenó a Miguel poner el cuerpo de María sobre una nube y depositarlo en el paraíso. Y cuando el cuerpo fue alzado, el Señor ordenó a los apóstoles venir con él (...) Cuando todos llegaron al paraíso, depusieron el cuerpo de María sobre el árbol de la vida. Entonces Miguel llevó su alma, y la puso de nuevo en su cuerpo. Y el Señor envió de nuevo a los apóstoles a los diversos lugares para la conversión y salvación de los hombres.

Nosotros, pues, los apóstoles, después de contemplar súbitamente la augusta traslación de su santo cuerpo, nos pusimos a alabar a Dios por habernos dado a conocer sus maravillas en el tránsito de la madre de Nuestro Señor Jesucristo.

jueves, 14 de agosto de 2014

Jean-Léon Gérôme. La última oración de los mártires cristianos.

La última oración de los mártires cristianos. 1863-1883. Jean-Léon Gérôme
Óleo sobre lienzo. Medidas: 87 cm. x 34 cm.
Walters Art Musseum. Baltimore (USA)

Celebramos la memoria de un mártir de este siglo: el franciscano minorita san Maximiliano María Kolbe, quien consumó su vocación cristiana en el martirio que sufrió en el campo de concentración de Auschwitz, canjeando su vida por la de otro condenado a muerte.

Su ejemplo nos hace pensar en todos los mártires que a lo largo de los siglos han entregado su vida por Cristo, como un ejemplo de fidelidad y de perfección en el siguimiento al Señor crucificado. Por eso, hemos elegido una ilustración de finales del siglo XIX, que nos trae a la memoria a todos los mártires, muchos de ellos anónimos, que nos animan a nosotros mismos en nuestra vocación. Que la fuerza y el ejemplo de san Maximiliano María Kolbe nos acompañen en este día.

miércoles, 13 de agosto de 2014

San Hipólito mártir

San Hipólito. XVII. Andrés Monasterio y Francisco Antonio del Moral
Escultura de bulto en madera policromada
Iglesia de San Hipólito. Támara

Celebramos hoy la memoria de san Hipólito, pero la tradición iconográfica de este santo no se refiere tanto al célebre escritor oriental, que padeció el martirio, cuanto a un soldado que habría sufrido el martirio en relación con el de san Lorenzo. Efectivamente, hoy se piensa en la existencia de dos, o incluso tres, Hipólitos. Al menos el Hipólito obispo oriental, autor de obras doctrinales y el presbítero romano cismático, distinto del mártir venerado en la vía Tiburtina.

Es incierta la cuestión sobre la hagiografía del mártir romano Hipólito, objeto de culto de gran difusión también fuera de Roma y de Italia. Ésta fue favorecida por la precoz asociación de su nombre con el de san Lorenzo, más célebre y venerado. Según la Passio Polychronii, Hipólito sería vicario del prefecto Valeriano y carcelero de san Lorenzo, convertido y bautizado por éste último y, finalmente, condenado a un martirio de particular crueldad. Este soldado es el que aparece representado en el altar mayor de la Iglesia de Támara de Campos.

El retablo mayor de este monumental templo, comenzado a construir en el siglo XIV, fue realizado a finales del siglo XVII. Trabajaron ell ensamblador Juan de la Peña, los tallistas Andrés Monasterio y Francisco Antonio de Munar (o del Monal) y el dorador Lorenzo Medina. Este retablo que hoy contemplamos sustituyó al primitivo del siglo XV, alguno de cuyos elementos fueron reutilizados.

En la parte superior del retablo aparece san Fernando, y debajo de él, en la hornacina central, la escultura de san Hipólito, representado como soldado a caballo, ricamente vestido, tocado con un sombrero adornado con plumas, y sujetando en la mano derecha una paloma.

Una magnífica descripción del templo puede encontrarse en el Blog Viajar con el Arte, escrito por Sira Gadea.

martes, 12 de agosto de 2014

Rafael. Visión de Ezequiel

Visión de Ezequiel. 1518. Rafael Sanzio
Óleo sobre tabla. Medidas: 40 cm. x 30 cm.
Palacio Pitti. Florencia

Ayer comenzamos la lectura en la Eucaristía de fragmentos de la Profecía de Ezequiel. El profeta Ezequiel era un sacerdote del templo de Jerusalén, contemporáneo a su destrucción a manos del rey Nabucodonosor de Babilonia. El Señor le dirigió le reveló que Dios no había sucumbido con tal destrucción, sino que acompañaba a su pueblo a través de los avatares de la historia, profetizando una futura restauración que no sería la meramente material del Templo.

Ayer lunes leímos el pasaje en el que Dios se revela al profeta en toda su gloria: viento huracanado, una gran nube y relámpagos. en medio, cuatro vivientes servían de trono a una figura que parecía un hombre, rodeado de una luz como de electro. Esta imagen, llena de movimiento, es la que inspiró la obra de Rafael que hoy contemplamos.

Éste mismo Señor, que se revela a Ezequiel, le manda hoy comer el volumen que contenía ayes y lamentos, para que anuncie al pueblo rebelde de Israel cuanto Dios quiere manifestarle para su salvación.

lunes, 11 de agosto de 2014

Isidoro Arrendondo. Santa Clara ahuyentando a los infieles con la Eucaristía

Santa Clara ahuyentando a los infieles con la Eucaristía. 1693. Isidoro Arredondo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 250 cm. x 180 cm.
Museo del Prado. Madrid.

En santa Clara, cuya memoria hoy celebramos, no sólo admiramos su amor a la pobreza, sino también la profunda fuerza que emergió de su amor a la Eucaristía. Este tema ha caracterizado la iconografía de la santa, como podemos ver en el lienzo que contemplamos del autor barroco Isidoro Arredondo.

Acerca de santa Clara pronunció el papa Benedicto una de sus magistrales catequesis, pronunciada en la Audiencia General del 15 de septiembre de 2010. Estas son sus palabras:

Nacida en 1193, Clara pertenecía a una familia aristocrática y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir pobre y humilde, adoptando la forma de vida que Francisco de Asís proponía. Aunque sus parientes, como sucedía entonces, estaban proyectando un matrimonio con algún personaje de importancia, Clara, a los 18 años, con un gesto audaz inspirado por el profundo dese de seguir a Cristo y por la admiración por Francisco, dejó la casa paterna y, en compañía de una amiga suya, Bona di Guelfuccio, alcanzó secretamente a los frailes menores en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Era la tarde del Domingo de Ramos de 1211. Ante la conmoción general, se realizó un gesto altamente simbólico: mientras sus compañeros tenían en la mano antorchas encendidas, Francisco le cortó el cabello y Clara vistió un basto hábito penitencial. Desde aquel momento se había convertido en la virgen esposa de Cristo, humilde y pobre, y se consagraba a Él totalmente. Como Clara y sus compañeras, innumerables mujeres en el transcurso de la historia han sido fascinadas por el amor por Cristo que, en la belleza de su Divina Persona, llena sus corazones. Y la Iglesia entera, por medio de la vocación nupcial mística de las vírgenes consagradas, muestra lo que será para siempre: la Esposa bella y pura de Cristo.

En una de las cuatro cartas que Clara envió a santa Inés de Praga, la hija del rey de Bohemia, que quiso seguir sus huellas, habla de Cristo, su amado Esposo, con expresiones nupciales, que pueden sorprender, pero que conmueven: “Amándolo, sois casta, tocándolo, seréis más pura, dejándoos poseer por él sois virgen. Su poder es más fuerte, su generosidad más elevada, su aspecto más bello, el amor más suave y toda gracia más fina. Ahora estáis estrechada entre sus brazos por él, que ha adornado vuestro pecho de piedras preciosas... y os ha coronado con una corona de oro marcada con el signo de la santidad” (Carta primera: FF, 2862).

Sobre todo al principio de su experiencia religiosa, Clara tuvo en Francisco de Asís no sólo un maestro cuyas enseñanzas seguir, sino también un amigo fraterno. La amistad entre estos dos santos constituye un aspecto muy bello e importante. De hecho, cuando dos almas puras e inflamadas por el mismo amor por Dios se encuentran, sacan de su amistad recíproca un estímulo fortísimo para recorrer la vía de la perfección. La amistad es uno de los sentimientos humanos nobles y elevados que la Gracia divina purifica y transfigura.