sábado, 27 de septiembre de 2014

Juan Sánchez de San Román. Cristo, Varón de Dolores

Cristo, Varón de Dolores. 1500. Juan Sánchez de San Román
Técnica mixta sobre tabla. Medidas: 40 cm x 30 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»

Hoy leemos en el Evangelio de la Eucaristía esta taxativa afirmación de Jesús, que no fue comprendida por los discípulos hasta que no lo vieron cumplida en la Cruz. Por eso, queremos hoy contemplar una tabla devocional, que nos muestra a Cristo, Varón de Dolores.

El Cristo que vemos fue pintado por el sevillano Juan Sánchez de San Román. Su iconografía, estilo y forma se relaciona con las orlas en miniaturas góticas que se ejecutan en la Sevilla de finales del siglo XV.  Sánchez Román rompe la tradicional frontalidad de este tipo de figuras. Lo hace volverse hacia la izquierda, para de esta forma conseguir una cierta profundidad espacial y, sobre todo, para resaltar la visión de la llaga del costado, elemento iconográfico en torno al cual gira este tipo de imágenes.

No obstante, la disposición que adoptan las manos consigue desplazar la atención hacia el rostro de Cristo, que de esa manera se convierte en el centro de atención temático y lumínico. A esto último contribuye el desplazamiento hacia la derecha de la cabeza, recurso a través del cual el pintor acentúa la tristeza del rostro de Cristo. De hecho lo que el pintor pretendió fue acercarlo al lado humano de Cristo, ajeno ya al mundo de los iconos.

Al igual que sucede con las restantes pinturas que por entonces se ejecutan en Sevilla, los rasgos que la definen siguen siendo góticos. Dado el cosmopolitismo de la ciudad, no es de extrañar que en esta tabla afloren también modos y formas flamencas e italianas. A estos influjos se debe el que este Cristo no presente el intenso y crispado dramatismo que caracteriza a los flamencos y aún a los castellanos, ofreciendo, por el contrario, un realismo ilusorio similar al que, partiendo de unos presupuestos no muy diferentes, hizo suyos Antonello da Messina 

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