martes, 20 de agosto de 2013

Francisco Ribalta. Cristo abrazando a san Bernardo


Cristo abrazando a san Bernardo. 1626. Francisco Ribalta
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 158cm x 113cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Hoy celebramos la memoria del abad san Bernardo de Claraval, uno de los grandes monjes de la época medieval, cuyas obras todavía siguen no sólo llenándonos de admiración, sino que siguen sirviéndonos de guía espiritual. No ha sido fácil escoger una obra, para proponerla a la contemplación, y que nos sirva de oración. Finalmente, entre la abundante iconografía del santo, he escogido esta obra cumbre del barroco hispano: Cristo abrazando a san Bernardo. ¿Por qué la he escogido?

Yo creo que es una obra que muestra un aspecto fundamental en la vida y obra de san Bernardo: la ternura. Su relación con Dios a través de Jesucristo fue una relación de intenso amor en forma de ternura. De su célebre comentario al Cantar de los Cantares, san Bernardo se detiene especialmente en el comentario del primer verso: Bésame con los besos de tu boca. Le pide a Dios que le bese, pero no con un beso cualquiera, sino con un beso en la boca. Y ese beso en la boca, en el que se unen amante y amado, es precisamente Jesucristo, en quien se une lo divino a la humano, para poder rehacer en éste la imagen que le fue impresa por Dios en la creación.

En el Cristo abranzando a san Bernardo se percibe, precisamente, esta relación intensamente amorosa entre Cristo y el hombre, en este caso, el propio san Bernardo, que se abandona bajo la bellísima mirada de Cristo. La expresión de Jesucristo es, sencillamente, sublime.

Ribalta reduce al máximo el colorido para hacer una escena casi monocromática. La luz procedente de la izquierda hace que resalte el blanco del hábito y la anatomía de Cristo, dando lugar a infinidad de tonos de marfil que provocan un aspecto casi escultórico. El efecto de claroscuro muestra la influencia de Caravaggio en la obra de Ribalta, quien también parece inspirarse en imágenes de Sebastiano del Piombo para la poderosa figura de Cristo. 

Esta obra es una de las más hermosas de la pintura española del Barroco y da una perfecta idea de la mentalidad profundamente religiosa imperante en la época. Es probable que se trate de la pintura de idéntico tema que a finales del siglo XVIII se documenta en la Cartuja de Porta Coeli en Valencia.

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