sábado, 29 de marzo de 2014

Pedro Berruguete. La Piedad

La Piedad.1480. Pedro Berruguete
 Óleo sobre tabla. Medidas: 127cm x 91cm.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid

Desde la época románica fue creciendo en la piedad del pueblo cristiano la contemplación de los misterios del Señor desde la perspectiva de santa María, su madre. Los gozos y dolores de la Virgen fueron motivo frecuentemente abordados por los artistas, para responder a la devoción de quienes se dirigían a María, confiando en su preciosa intercesión.

Uno de estos temas de devoción es el de la Piedad: la Virgen dolorosa acoge en su regazo el cadáver de Jesús, tras bajarlo de la Cruz, como lo había sostenido cuando era niño, presentándolo ante los hombres como Salvador del mundo. Los artistas expresaron en el dolor de la madre afligida todo el sufrimiento humano, que busca consuelo y respuesta en el misterio de Dios. Por eso, este tema fue tan popular en la pintura, en la escultura, en la música y en la poesía.

También contemplamos nosotros hoy la Piedad, el amor de la Virgen dolorosa, en la magnífica tabla de Pedro Berruguete. La composición tiene como fondo la cruz y llama en ella la atención la gesticulación de las manos. La Virgen mantiene ambas manos abiertas, tanto para expresar su dolor ante el Hijo muerto, como para ofrecer a todos los hombres su sacrificio salvador. Este gesto se corresponde con el de las manos del cadáver de Cristo, que muestran las heridas de los clavos, y también cuelgan, exánimes, abiertas, tras habernos entregado su vida para que nosotros no muramos. Una de las mujeres cruza sus manos en oración y, la otra, sostiene reverente con un paño la cabeza de Jesús, como si de la Eucaristía se tratase.


Con un dibujo minucioso hasta el extremo, reforzado por el trazo subyacente, Berruguete construye la composición a través de líneas de gran definición. Un cromatismo sereno, con magistrales veladuras, permite captar las texturas de los materiales. La incidencia de la luz y su irrupción lateral en el cuadro ayudan a conformarlo para obtener el efecto realista final. Junto a ello, la proyección de las sombras de los clavos de la cruz logra un efecto de profundidad, aumentada con la insinuación del ambiente natural mostrado con timidez en primer término. El telón dorado del fondo, utilizado en otros trabajos del maestro, sobre el que se inscriben los nimbos de las figuras con inscripción, es un recurso que perdura del Medioevo y sus estereotipos, mezclando la sugerencia del exterior del primer plano con la dignidad sacral de lo dorado. 

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