martes, 13 de mayo de 2014

Pedro Berruguete. La Virgen de la Leche

Virgen de la Leche. 1450. Pedro Berruguete
Óleo sobre tabla. Medidas: 61 x 44 cm
Depósito del Ayuntamiento de Madrid

La liturgia nos recuerda hoy a Nuestra Señora la Virgen de Fátima. María mostró, a través de su aparición a unos sencillos pastores, la importancia de la conversión y la penitencia para seguir a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, cuando Europa se desangraba en las crueldades de la Primera Guerra Mundial. Con esta ocasión, queremos hoy hacer un acto de contemplación ante una magnífica imagen de María: la Virgen de la Leche, de Pedro Berruguete.

En 1951, el historiador Manuel Gómez Moreno atribuyó esta tabla de la Virgen con el Niño a Pedro Berruguete -a quien indiscutiblemente pertenece, después de que fuera hallada entre maderas viejas e imágenes en unos almacenes del Ayuntamiento de Madrid sin que se supiera cómo había llegado ahí ni cuál era su origen.

Es posible que proviniera del hospital de la Concepción, fundado por Francisco Ramírez y del que se hizo cargo su esposa Beatriz Galindo, tras su muerte en 1501. El hospital era también popularmente conocido como ‘hospital de la Latina', en referencia a Beatriz Galindo, apodada ‘la Latina', preceptora de latín de la reina Isabel la Católica y persona muy cercana a ella. El Ayuntamiento se hizo cargo de las pertenencias del Hospital y aunque no existe referencia que confirme la de la pintura de Berruguete a dicho centro, todo parece apuntar a que la comitente de esta obra maestra fue ‘la Latina', que pudo mandar hacerla directamente para dicho hospital o, teniendo en cuenta su pequeño formato, destinarla en origen a su devoción privada y donarla al hospital años después.

Muy posteriormente, la tabla de Berruguete, apareció en el Ayuntamiento, llegando a colgarse en el despacho del alcalde. Siendo alcalde Tierno Galván, se decidió depositarla en el Museo Municipal de la calle Fuencarral -el actual Museo de Historia de Madrid-, donde se exhibió hasta su cierre por obras en 2008. La obra se podía contemplar desde entonces en el Museo de San Isidro.

La composición nos presenta a María en el interior de un templete, coronada como reina de los cielos y entronizada, ofreciendo el pecho a su hijo. Partiendo del modelo rogeriano y de la influencia eyckiana en el manejo de la luz, Pedro Berruguete hace gala de su dominio de la composición y de su originalidad. El artista crea en este templete, una estructura compuesta por elementos arquitectónicos góticos, mudéjares y renacientes, con la que traduce de forma magistral la indefinición estilística del arte castellano en torno a 1500, en el que no existe un modelo único, sino que los tres coexisten y se utilizan en función de los gustos e intereses del comitente o del uso que se otorgue a un determinado edificio.


Los elementos arquitectónicos que rodean a la Virgen revelan su condición de castellano, a la par que su conocimiento del arte italiano del Quattrocento. El efecto general que se consigue es de un verismo extraordinario, consecuencia de la delicada conjunción de los valores pictóricos y de la elaborada estructura arquitectónica. Sin embargo, el esquema de la perspectiva geométrica subyacente tiene sus imperfecciones. Berruguete, como casi todos los maestros del norte hasta Durero, aplica de forma empírica los conceptos básicos de la perspectiva, pero desconoce las leyes de la geometría científica. El dominio de la perspectiva aérea y el empleo de la perspectiva empírica evidencian que su formación fue más flamenca que italiana.

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