martes, 26 de julio de 2016

Vicente Carducho. La Sagrada Familia.


La Sagrada Familia. 1631. Vicente Carducho
Óleo sobre lienzo. Medidas: 150 cm x 115 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Hoy recordamos en la liturgia a los santos Joaquín y Ana, los padres de la santísima Virgen María. A través de ellos, enlaza Jesús no sólo con la naturaleza humana de una familia de Israel, sino con toda la histora de la salvación.

Vicente Carducho los incluyó en su Sagrada Familia. El cuadro está firmado con iniciales y fechado en 1631, siete años antes de la muerte de su autor, que fue uno de los pintores más influyentes y prolíficos que trabajaron en Madrid en las primeras décadas del siglo XVII. Era de origen florentino y a lo largo de toda su carrera se mostró apegado a un estilo clasicista, de gran claridad narrativa, del que es espléndido ejemplo este cuadro, una de sus composiciones más bellas y equilibradas. El pintor ha cuidado mucho la expresión, pero también los detalles, como demuestra la cesta de frutas o los útiles de labor del primer término, que constituyen espléndidos ejemplos de naturaleza muerta.

El protoevangelio de Santiago cuenta que los vecinos de Joaquín se burlaban de él porque no tenía hijos. Entonces, el santo se retiró cuarenta días al desierto a orar y ayunar, en tanto que Ana (cuyo nombre significa Gracia) "se quejaba en dos quejas y se lamentaba en dos lamentaciones". Un ángel se le apareció y le dijo: "Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo". A su debido tiempo nació María, quien sería la Madre de Dios. Esta narración se parece mucho a la de la concepción y el nacimiento de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana ( I Reyes, I ). Los primeros Padres de la Iglesia oriental veían en ello un paralelismo. En realidad, se puede hablar de paralelismo entre la narración de la concepción de Samuel y la de Juan Bautista, pero en el caso presente la semejanza es tal, que se trata claramente de una imitación. La mejor prueba de la antigüedad al culto a Santa Ana en Constantinopla es que, a mediados del siglo VI, el emperador Justiniano le dedicó un santuario. En Santa María la Antigua hay dos frescos que representan a Santa Ana y datan del siglo VIII. En 1382, Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana; por él concedía la celebración de la fiesta de la santa a los obispos de Inglaterra exclusivamente. La fiesta fue extendida a toda la Iglesia de occidente en 1584.

San Juan Damasceno, predicando sobre la Natividad de santa María, ensalzó a sus padres con estas bellas palabras:

Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo. Convenía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de la que había de nacer el primogénito de toda la creación, en el cual todo se mantiene.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la única digna del Creador.

Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas luz, rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo, Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y será llamado: «Angel del gran designio» de la salvación universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis. Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto, en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su alma y en su cuerpo.

¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón. Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellísima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios!

¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los qm saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, lo; labios que tuvieron el privilegio de besarte castamente, e; decir, únicamente los de tus padres, para que siempre y er todo guardaras intacta tu virginidad!

Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.

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