sábado, 28 de marzo de 2015

Adrián Isenbrandt. Ecce Homo y la Virgen de los Dolores

Ecce Homo y la Virgen de los Dolores. 1530-1540. Adrián Isenbrandt
Óleo sobre tabla. Medidas: 105 cm x 92 cm.
Museo Metropolitano de Nueva York

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte.

Nos acercamos ya a los días en los que celebramos los misterios centrales de la fe. En el Evangelio según san Juan que hoy leemos en la Eucaristía, Caifás no sólo decide la muerte de Jesús como un acto de la maldad humana, sino que también, a través de él, comienza Dios a salvar a los hombres mediante el sacrificio de Jesucristo, tal como había sido profetizado en las Escrituras.

Contemplamos hoy una tabla de Adrián Isenbrandt, un pintor flamenco del renacimiento nórdico, quien a partir de la evidencia documental fue claramente un artista significativo de su época, pero a quien no se pueden atribuir claramente obras específicas. Los historiadores del arte han elaborado la hipótesis de que tuvo un gran taller que se especializó en temas religiosos y cuadros de devoción, pintando de una manera conservadora en la tradición de los primitivos flamencos.

Sobre un fondo arquitectónico compuesto por dos arcos, se muestran a nuestra devoción el Ecce Homo, es decir, Cristo flagelado, coronado de espinas y con una vara en la mano; por otro lado, aparece María enlutada y con las manos cruzadas sobre el pecho en oración.

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