viernes, 15 de mayo de 2015

Alonso Cano. San Isidro

El milagro del pozo, 1648. Obra de de Alonso Cano.
Óleo sobre lienzo,  216 x 149 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Celebramos hoy un santo español y madrileño, San Isidro Labrador, patrono de Madrid. Nació en los alrededores de Madrid, hacia 1080 y murió en esta ciudad de Madrid en 1130. 

Aunque no se tienen demasiados datos biográficos sobre el santo, parece ser que vino al mundo en el seno de una familia muy humilde, poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.

Cuando Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el momento. Fue precisamente en la parroquia de esta localidad donde contrajo matrimonio con una joven llamada María, natural de Úceda, cuya dote matrimonial fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se establecieran allí para trabajar las tierras por cuenta propia.

Aunque Isidro era piadoso y devoto, su esposa no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en cuanto a laboriosidad, todo lo cual hizo, según la leyenda, que se granjearan la predilección de Dios, que los benefició con su ayuda innumerables veces, como cuando salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o cuando permitió a María pasar a pie enjuto sobre el río Jarama y así librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.

En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada junto a la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas y, luego, atravesaba el puente de Segovia, las tierras de su patrón estaban del otro lado del Manzanares, para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se dice de él que daba cuanto tenía a los menesterosos.

Con el correr del tiempo decidieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó así Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz consagrada al cuidado de la ermita, la cual barría y aseaba diariamente, al tiempo que pedía limosna para costear el aceite que alumbraba la imagen. La separación duró hasta la última enfermedad del santo, cuando María tuvo noticia por un ángel de la muerte de su marido. Corrió presta a la Villa y no se separó del lado de su esposo hasta que éste exhaló su último aliento. Luego volvió a Caraquiz donde tras unos años murió

La escena del cuadro de hoy es un milagro de la vida de San Isidro Labrador (siglo XII), que representa el momento en el que su hijo, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Alonso Cano destaca por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

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