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martes, 19 de septiembre de 2017

Resurrección del hijo de la viuda de Naín

Resurrección del hijo de la viuda de Naín, 1530-1532. Matthias Gerung
Tinta sobre pergamino. Biblia Ottheinrich, Folio 81V 

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! así llamo Jesús al hijo de la viuda de Naim. Leemos en la Eucaristía de hoy este pasaje del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús, movido a misericordia ante la triste escena del duelo de la viuda enterrando a su único hijo, devuelve la vida al difunto y se lo entrega a su madre. Dos son, pues, los aspectos que contemplamos: el poder de Jesús como Señor de la vida que es, y la misericordia como motivo de su acción.

Contemplamos la escena representada en una iluminación del siglo XVI en una Biblia alemana. Aparece el Señor a la puerta de la ciudad, de donde sale el cortejo fúnebre.

viernes, 21 de abril de 2017

La pesca milagrosa

La pesca milagrosa. 1444. Obra de Konrad Witz.
Temple sobre tabla, 132 × 154 cm
Museo de arte e historia, Ginebra,  Suiza

La pesca milagrosa es la obra más conocida del pintor del gótico flamenco suizo Konrad Witz. Pintada al temple sobre tabla, data del año 1444. En el marco se puede leer "Hoc opus pinxit magister conradus sapientis de Basilea 1444, esto es, esta obra fue pintada por el maestro Konrad Witz de Basilea en 1444. Es un fragmento del retablo de san Pedro que se cree  pudo estar destinado para la catedral de San Pedro en Ginebra. En esta obra se representa el episodio del evangelio de hoy viernes de la octava pascual: la pesca milagrosa que aparece en el capítulo 21 del Evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

En primer plano, a la derecha, aparece la figura monumental de Cristo, medio vuelto de espaldas y envuelto en una capa de intenso color rojo, color que simboliza su pasión. Parece estar flotando por encima de las aguas, esto se debe a querer acentuar ser un milagro ocurrido después de la Resurrección, por lo que aparece como una aparición posterior a la muerte. En segundo plano aparecen los apóstoles, en su barca, recogiendo con dificultades las redes llenas de peces. Vemos la figura de Pedro en la barca y nadando hacia el maestro que espera en la orilla y que ha sido reconocido por Juan. Los apóstoles están representados de manera realista, como personas normales aunque llevan halo debido a la santidad de estos y la convención iconográfica, por ejemplo la figura de Pedro es reconocible por su iconografía, o el joven Juan . Se logran efectos de transparencia de las aguas a través de la técnica de finas veladuras que hace que una capa de color nos muestre la otra subyacente. Detrás se ve un paisaje umbrío, en tonos verde oscuro y con el cielo grisáceo, que se pretende representar con realismo, en una de las primeras representaciones paisajísticas que pretenden ser veraces, al reflejar el lago Lemán o lago de Ginebra en calma, con gran realismo en las aguas. Es uno de los primeros cuadros occidentales que representan un paisaje perfectamente identificable. Los montes que quedan detrás son claramente reconocibles: el Salève o el Dôle que es el que queda encima de la cabeza de Cristo y tiene un perfil muy fácil de reconocer. Las cabezas de las figuras están repintadas ya que fueron dañadas durante el más intenso período de iconoclasia protestante.

domingo, 9 de junio de 2013

Resurrección del hijo de la viuda de Naín


Resurrección del hijo de la viuda de Naín, 1530-1532. Matthias Gerung
Tinta sobre pergamino. Biblia Ottheinrich, Folio 81V 
Biblioteca estatal de Baviera. Munchen. Alemania

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! así llamo Jesúa al hijo de la viuda de Naim.

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores."
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!"
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo."
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. 

Lucas 7, 11-17
San Agustin dice al respecto del texto: 

Al cristiano no ha de caberle la menor duda de que también ahora son resucitados los muertos. Pero si bien es verdad que todo hombre tiene unos ojos capaces de ver resucitar muertos, como resucitó el hijo de esta viuda de que hace un momento nos hablaba el evangelio, no lo es menos que no todos tienen ojos para ver resucitar a hombres espiritualmente muertos, a no ser los que previamente resucitaron en el corazón. Es más importante resucitar a quien vivirá para siempre que resucitar al que ha de volver a morir.

De la resurrección de aquel joven se alegró su madre viuda; de los hombres que cada día resucitan espiritualmente se regocija la Madre Iglesia. Aquél estaba muerto en el cuerpo; éstos, en el alma. La muerte visible de aquél visiblemente era llorada; la muerte invisible de éstos ni se la buscaba ni se la notaba.

La buscó el que conocía a los muertos: y conocía a los muertos únicamente el que podía devolverles la vida. Pues de no haber venido el Señor para resucitar a los muertos, no habría dicho el Apóstol: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Oyes que duerme cuando dice: despierta tú que duermes: pero comprende que está muerto cuando escuchas: Levántate de entre los muertos. Muchas veces se llama durmientes a los visiblemente muertos. Y realmente, para quien es capaz de resucitarlos, todos duermen. Para ti, un muerto es un muerto sin más: por más que lo sacudas, por más que lo pellizques, por más que le pegues no se despierta. Para Cristo, en cambio, dormía aquel muchacho a quien dijo: ¡Levántate!, e inmediatamente resucitó. Nadie despierta tan fácilmente en el lecho, como Cristo en el sepulcro.

Nuestro Señor Jesucristo quería que se entendiera también espiritualmente lo que hacía corporalmente. Pues no acudía al milagro por el milagro, sino para que lo que hacía fuese admirable para los testigos presenciales y verdadero para los hombres intelectuales.

Pasa lo mismo con el que, no sabiendo leer, contempla el texto de un códice maravillosamente escrito: pondera ciertamente la habilidad del copista y admira la delicadeza de los trazos, pero ignora su significado, no capta el sentido de aquellos rasgos: es un ciego mental de buen criterio visual. Otro, en cambio, encomia la obra de arte y capta su sentido: éste no sólo puede ver, lo que es común a todos, sino que, además, puede leer, cosa que no es capaz de hacer quien no aprendió a leer. Así ocurrió con los que vieron los milagros de Cristo sin comprender su significado, sin intuir lo que en cierto modo insinuaban a los espíritus inteligentes: se admiraron simplemente del hecho en sí; otros, por el contrario, admiraron los hechos y comprendieron su significado. Como éstos debemos ser nosotros en la escuela de Cristo.

Sermón 98 (1-3: PL 38, 591-592)

miércoles, 5 de junio de 2013

La Gloria


La Gloria o adoración del nombre de Dios, 1772. Francisco de Goya
Pintura al fresco. 700 x 1500 cm. 
Basílica del Pilar. Zaragoza. España

Francisco de Goya pinto la gloria de Dios como una escena llena de ángeles que están de forma ininterrumpida en presencia de Dios. Representó un rompimiento celestial en el que grupos de ángeles músicos y cantores, a distintos niveles, glorifican el Nombre de Dios, escrito en hebreo dentro de un triángulo, símbolo de la Suma Perfección. Los ángeles de los extremos cierran la composición y conducen la visión hacia el fondo. 

Entre mayo y primeros de junio de 1772, Goya pintó al fresco en la bóveda del Coreto del Pilar, frente a la Santa Capilla de la Virgen, La Adoración del Nombre de Dios, su primera obra importante tras volver de Italia, con la que deseaba consagrarse artísticamente en Zaragoza. Aquí demostró lo que había aprendido en las iglesias de Roma y en las grandes decoraciones de los maestros del Barroco y del Rococó. Los cielos amarillentos, dorados y rojizos están dentro de la  mas pura tradición rococó romano-napolitana.

El motivo fundamental de elegir esta pintura hoy ha sido por el texto evangélico de hoy (Mc 12, 18-27) en el cual Jesús se enfrenta con una cuestión propuesta por los  del partido saduceo que eran los jefes de los sacerdotes y administradores del pueblo de Dios. Estos eran partidarios del orden establecido, tenían un papel hegemónico y se les tachaba de colaboracionistas con Roma. Contrapuestos con los fariseos por no aceptar la tradición oral como divina y cercanos al helenismo. No veían en la escritura continuidad tras la muerte y se aferraban al desarrollo de lo material, su gran pecado era este materialismo.

Acercándose a Jesús con la aduladora expresión de Maestro, tratan de ponerlo en el resbaladero, como veíamos ayer con el impuesto, e intentan así dirimir el problema que tenían con los fariseos. Los primeros sostenían con este ejemplo lo absurdo de una vida después de la muerte ante esta situación y se enfrentaba así a los fariseos que mantenían esa continuidad de la vida terrenal en la futura.

Jesús es duro en su respuesta contra las autoridades supremas que gobiernan el pueblo y rigen en el Templo. Primero porque no conocen lo que Dios ha dicho, la Escritura, y segundo porque no conocen lo que Dios ha hace, la fuerza de Dios. No tienen experiencia de la acción de Dios.

"Cuando resucitan, dice Jesús, ni los hombres ni las mujeres se casarán; son como ángeles del cielo." El estado del hombre no es una prolongación de esta vida terrena, como afirmaban los fariseos, la vida inmortal no es genética humana sino que es transmitida directamente por Dios. Ser como ángeles, es el estado propio de los que habitan en la esfera divina.

Jesús no habla de una resurrección de futuro en cuanto a la pertenencia material, como lo hacían los saduceos con la mujer, sino que lo hace en presente, es la vida que continua despumes de la muerte, no es algo lejano, ahí esta la fuerza de Dios y se verifica desde ahora mismo. Dios mismo no deja que perezcan los que ama. Yo soy el Dios de Abraham, etc. El Dios de Jesús es el Dios de la vida no un Dios de la muerte, ante él todos están vivos. . Dios es el Dios de la alianza, de la igualdad… es Creador. Podriamos ver desde esta perspectiva que la muerte es "una nueva creación" por eso dice: son - serán como ángeles. 

viernes, 19 de abril de 2013

La conversión de san Pablo


La conversión de san Pablo. 1614. Juan Bautista Maino
Óleo sobre lienzo. 243 x 157 cm

Hoy el libro de  los Hechos de los apóstoles (9, 1-20) nos cuenta como Saulo -san Pablo- después de perseguir a los seguidores de Cristo, éste le sale al encuentro en el camino de Damasco, se le revela y Saulo, a partir de entonces, cambia de aptitud y se convertirá en el apóstol de los gentiles.

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
- «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Preguntó él:
- «¿Quién eres, Señor?»
Respondió la voz:
- «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.»

Después en el relato vemos como Ananias es llamado por el Señor para acoger a Saulo. El perseguidor es acogido, a pesar de los recelos del anciano, solo por que el Señor a sí lo manda.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
- «Ananías.»
Respondió él:
- «Aquí estoy, Señor.»
El Señor le dijo:
- «Ve a la calle Mayor, a casa de judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.»
Ananías contestó:
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»

La fuerza del Altisimo es capaz de derribar todas las fronteras y allanar todos los caminos. Se sirve de todos aquellos que pueden parecer indignos a los ojos de los hombres para convertirlos en instrumentos suyos. El caso de Pablo sera un ejemplo para estar muy atentos a la voz de Dios Como vimos ayer con el etíope y Felipe. Hoy vemos al anciano Ananias, con el gran Saulo.

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
- «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.»
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

El anciano acoge, liberado del recelo a quien parecía indigno, el joven, perdido su orgullosa autoridad, acepta la verdad de Cristo y se hace bautizar. Con la fuerza del Espíritu Santo proclama que Jesús es el Hijo de Dios. Ese Jesús que es el pan de la vida, el mismo que aseguro de si, "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." Pablo creyó en Jesús,   comió del pan de la vida y vive para siempre. Hagamos nosotros lo mismo y dispongamos nuestro corazón abriéndolo a la gracia de Dios para se verdaderos testigos de quien nos ha prometido, ni mas ni menos, que la vida eterna.

El cuadro que contemplamos, puede ser uno mas de la gran iconografía que existe del tema que nos ocupa, pero me parece que la escena carece de la violencia que otros manifiestan. Saulo ha caído del caballo, los compañeros se alejan por la derecha como si la escena no fuese con ellos, y Cristo irrumpe en en un dialogo privado con Saulo que desposeído de todo su vigor acepta humildemente la presencia de la divinidad que lo llama. Los ángeles asisten como testigos mudos del evento manifestando en su presencia lo sobrenatural del caso. 
Posiblemente y, ya que Maino fue uno de los introductores en España de la cultura figurativa de Caravaggio y del círculo de pintores activos en Roma a principios del siglo XVII, haga aquí el artista una manifestación de maestría compositiva de cuanto pudo ver y aprender en Italia entre 1600 y 1608.

miércoles, 17 de abril de 2013

La cena de Emaús


La cena de Emaús, 1621. Obra de Hendrick ter Brugghen
Óleo sobre lienzo. 109x141cm

San Juan sigue hablándonos estos días del discurso del pan de la vida (Jn 6, 35-40).

 «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Hendrick Ter Brugghen fue, uno de los miembros más destacados de la escuela de los caravaggistas de Utrecht. En este cuadro nos muestra a Cristo ofreciendo el pan no solo a los dos discípulos en la cena, sino a todo el que se adentra en el cuadro creando así un íntima y sorpresiva relación entre el espectador y el motivo principal de la escena, Jesús y el pan. Los dos discípulos que, atentos y maravillados, asisten al evento, no parecen centrar su atención o mirada en la persona del Maestro resucitado sino en el pan que ofrece éste, es decir a sí mismo, inmolado en la cruz, resucitado y presente entre ellos. Haciéndose a un lado dejan, que todos nosotros entremos en la escena para ser participes de la invitación de Jesús y su sorprendente percepción del misterio. 

San Agustín comenta el pasaje evangélico de esta esplendida  manera:

Ahora bien, Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida. Quien viene a mí no tendrá hambre y quien cree en mí nunca tendrá sed. «Quien viene a mí» es lo mismo que «y quien cree en mí»; y, en cuanto a lo que dijo: «No tendrá hambre», ha de entenderse esto: Nunca tendrá sed; efectivamente, una y otra cosa significan la saciedad eterna, donde no hay escasez alguna. Deseáis el pan venido del cielo: lo tenéis ante vosotros y no lo coméis. Pero os dije que me habéis visto y no habéis creído. Pero no por eso he destruido yo al pueblo. En efecto, ¿acaso vuestra infidelidad ha anulado la lealtad de Dios? De hecho, mira lo que sigue: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera. ¿Qué clase de interior es ese del que no se sale fuera? Gran penetral y dulce secreto. ¡Oh secreto sin tedio, sin amargura de pensamientos malos, sin interpelación de tentaciones y dolores! ¿Acaso no es ése el secreto al que entrará aquel siervo benemérito a quien el Señor va a decir: Entra al gozo de tu Señor?
Y a quien vendrá a mí, no lo echaré fuera, porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Al que, pues, vendrá a ti no lo echarás fuera precisamente porque has descendido del cielo no para hacer tu voluntad, sino la voluntad del que te envió? ¡Gran sacramento! Por favor, aldabeemos a una; salga hacia nosotros algo que nos alimente según nos deleitó.¡Grande y dulce secreto aquel! Quien vendrá a mí. Atiende, atiende y sopesa: A quien vendrá a mí, no lo echaré fuera. ¿Por qué? Porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Ésa misma es, pues, la causa por la que no echas fuera a quien viene a ti: que has descendido del cielo no a hacer tu voluntad, sino la del que te envió? Ésa misma. ¿Por qué preguntamos si es esa misma? Es ésa misma, lo dice él mismo. Por cierto, nonos es lícito sospechar cosa distinta de la que dice: A quien venga a mí, no lo echaré fuera Y, como si preguntases por qué: Porque no he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Temo que el alma haya salido fuera de Dios porque era soberbia; más bien, no lo dudo, pues está escrito: «Inicio de todo pecado, la soberbia», e: Inicio de la soberbia del hombre, apostatar de Dios. Está escrito, es firme, es verdad. Después, ¿qué se dice del mortal soberbio, ceñido de los andrajos de la carne, abrumado por el peso del cuerpo corruptible y que empero se enorgullece y olvida la piel de que está vestido? ¿Qué le dice la Escritura? ¿Por qué se ensoberbece la tierra y la ceniza? ¿Por qué se ensoberbece? Diga por qué se ensoberbece. Porque en su vida arrojó su intimidad. ¿Qué significa «arrojó», sino «echó lejos»? Esto significa salir fuera. Pues entrar dentro es apetecer la intimidad, arrojar la intimidad es salir fuera. Arroja la intimidad el soberbio, apetece la intimidad el humilde. Si la soberbia nos echa, la humildad nos hace regresar. He venido no a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. He venido en condición baja; he venido a enseñar la humildad; he venido como maestro de humildad. Quien viene a mí se me incorpora; quien viene a mí es hecho humilde; quien se me adhiere será humilde porque hace no su voluntad, sino la de Dios, y no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.
(Comentario al Ev. de Jn. 25)


miércoles, 10 de abril de 2013

Cristo y Nicodemo


Cristo y Nicodemo. ca.1604-45. Volmarijn Crijn Hendricksz. 
Óleo sobre tabla, 87,5 x 111.4cm.
Coleccion particilar

Como el evangelista san Juan (Jn 3, 16-21) sigue hoy con la narración del encuentro entre Jesús y Nicodemo, dejamos nosotros a la contemplación este cuadro del mismo autor que ayer y muy similar, así podremos entrar, de manera casi natural, en ese ambiente de intimidad y conversación continuada que comenzamos ayer y que da  para reflexión profunda en el misterio de Cristo y su venida al mundo así como la búsqueda de la verdad y obrar en y desde ésta.

San Agustin comentando el evangelio de san Juan glosa de esta manera el pasaje:

Pues Dios envió su Hijo al mundo no para que juzgue al mundo, sino para que el mundo se salve mediante él. En cuanto, pues, depende del médico, ha venido a sanar al enfermo. Se suicida el que no quiere observar los preceptos del médico. Ha venido el Salvador al mundo. ¿Por qué se le ha llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo, no para que juzgue al mundo? Si no quieres que te salve, serás juzgado por ti mismo. ¿Y por qué diré «serás juzgado»? Mira qué afirma: El que cree en él no es juzgado; quien, en cambio, no cree ¿qué esperas que diga sino que es juzgado? ya está juzgado, asevera. Aún no ha aparecido el juicio, pero ya está hecho el juicio. El Señor conoce a quienes son suyos: conoce quiénes permanecerán hasta la corona, quiénes permanecerán hasta la llama; en su era conoce el trigo, conoce la paja; conoce la mies, conoce la cizaña. Ya está juzgado quien no cree. ¿Por qué juzgado? Porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Ahora bien, éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron las tinieblas más que la luz, pues eran malas las obras de ellos. Hermanos míos, ¿de quiénes encontró el Señor obras buenas? De nadie. Malas encontró las obras de todos. ¿Cómo, pues, algunos han practicado la verdad y llegado a la luz? En efecto, sigue también esto: Quien, en cambio, hace la verdad viene a la luz para que se manifiesten sus obras, porque están hechas según Dios. ¿Cómo algunos han hecho la buena obra de venir a la Luz, es decir, a Cristo, y cómo algunos amaron las tinieblas? Efectivamente, si pecadores encontró a todos y a todos sana del pecado, y si la serpiente en que está figurada la muerte del Señor sana a esos que habían sido mordidos, y por la mordedura de la serpiente fue erguida la serpiente, esto es, la muerte del Señor por los hombres mortales, a los que halló injustos, ¿cómo se entiende: «Éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron las tinieblas más que la luz, pues eran malas las obras de ellos? ¿Qué significa esto? En efecto, ¿de quiénes eran buenas las obras? ¿Acaso no has venido a justificar a los impíos? Pero amaron las tinieblas más que la luz, afirma.

Pues muchos han amado sus pecados y muchos han confesado sus pecados, ha puesto el acento ahí: en que quien confiesa sus pecados y acusa sus pecados ya obra con Dios. Dios acusa tus pecados; si también tú los acusas, te unes con Dios. Hombre y pecador: son como dos realidades. Dios ha hecho lo que oyes nombrar «hombre»; ese hombre mismo ha hecho lo que oyes nombrar «pecador». Para que Dios salve lo que ha hecho, destruye tú lo que has hecho. Es preciso que odies en ti tu obra y ames en ti la obra de Dios. Ahora bien, cuando empiece a disgustarte lo que has hecho, a partir de entonces empiezan tus obras buenas, porque acusas tus obras malas. Inicio de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la verdad y vienes a la luz. ¿Qué significa «haces la verdad»? No te halagas, no te lisonjeas, no te adulas; porque eres inicuo no dices «soy justo», y comienzas a hacer la verdad. Por otra parte, vienes a la luz, para que se manifiesten tus obras, porque están hechas según Dios, ya que esto mismo, que te desagrada tu pecado, no sucedería si Dios no te iluminase y su verdad no te lo mostrase. Pero quien, aun amonestado, ama sus pecados, odia la luz amonestadora y la rehúye, para que no sean argüidas sus malas obras que ama. Quien, en cambio, hace la verdad, acusa en su persona sus males, no se tiene consideración, para que Dios le perdone no se perdona porque él mismo reconoce lo que quiere que Dios perdone, y viene a la luz, a la que agradece haberle mostrado lo que él había de odiar en su persona. Dice a Dios: Aparta de mis pecados tu rostro. Y ¿con qué cara lo dice, si no dijera a su vez: Porque yo reconozco mi fechoría y mi pecado está delante de mí? Esté ante ti lo que no quieres que esté ante Dios. Si, en cambio, pones detrás de ti tu pecado, Dios te lo dirigirá ante tus ojos, y lo dirigirá cuando ya no habrá fruto alguno de la enmienda.

Corred, hermanos míos, para que no os envuelvan las tinieblas. Sin tregua trabajad para vuestra salvación; trabajad sin tregua, mientras hay tiempo: nadie permita que se le impida venir al templo de Dios, nadie permita que se le impida hacer la obra del Señor, nadie permita que se le impida la oración continua, nadie permita que se le distraiga de la devoción habitual. Trabajad, pues, sin tregua, cuando es de día, luce el día: Cristo es el día. Está dispuesto a perdonar, pero a los que reconocen su pecado; en cambio, lo está a castigar a quienes se defienden, se jactan de ser justos y suponen ser algo, aunque son nada. Ahora bien, quien camina en su amor y en su misericordia, liberado también de pecados cuales son crímenes, homicidios, hurtos, adulterios y robos —letales y grandes por relación a los que parecen ser menudos, pecados de la lengua o de los pensamientos o de inmoderación en cosas lícitas—, hace la verdad de la confesión y por las obras buenas viene a la luz, porque muchos pecados menudos matan si se los descuida. Menudas son las gotas que llenan los ríos; menudos son los granos de arena; pero, si se amontona mucha arena, oprime y aplasta. La sentina, si se la descuida, hace lo que al precipitarse hace el oleaje: paulatinamente entra por la sentina; pero, si entra largo rato y no se lo saca, hunde la nave. Ahora bien, ¿qué significa sacar, sino con obras buenas, gimiendo, ayunando, repartiendo, perdonando, tratar de que los pecados no ahoguen?

Por otra parte, el viaje de este mundo es molesto, está lleno de tentaciones: ¡en la prosperidad no encumbre, en la adversidad no desanime! Quien te ha dado la felicidad de este mundo, te la ha dado para tu consuelo, no para tu seducción. A la inversa, quien te flagela en este mundo lo hace para tu enmienda, no para tu condena. Soporta al padre educador, para que no sientas al juez castigador. Cotidianamente os digo estas cosas y han de decirse con frecuencia, porque son buenas y saludables.

viernes, 5 de abril de 2013

La pesca milagrosa


La pesca milagrosa. 1444. Obra de Konrad Witz.
Temple sobre tabla, 132 × 154 cm
Museo de arte e historia, Ginebra,  Suiza

La pesca milagrosa es la obra más conocida del pintor del gótico flamenco suizo Konrad Witz. Pintada al temple sobre tabla, data del año 1444. En el marco se puede leer "Hoc opus pinxit magister conradus sapientis de basilea 1444, esto es, esta obra fue pintada por el maestro Konrad Witz de Basilea en 1444. 
Es un fragmento del retablo de san Pedro que se cree  pudo estar destinado para la catedral de San Pedro en Ginebra. 

En esta obra se representa el episodio del evangelio de hoy viernes de la octava pascual: la pesca milagrosa que aparece en el capítulo 21 del Evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: - «No.»
Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

En primer plano, a la derecha, aparece la figura monumental de Cristo, medio vuelto de espaldas y envuelto en una capa de intenso color rojo, color que simboliza su pasión. Parece estar flotando por encima de las aguas, esto se debe a querer acentuar ser un milagro ocurrido después de la Resurrección, por lo que aparece como una aparición posterior a la muerte. En segundo plano aparecen los apóstoles, en su barca, recogiendo con dificultades las redes llenas de peces. Vemos la figura de Pedro en la barca y nadando hacia el maestro que espera en la orilla y que ha sido reconocido por Juan. Los apóstoles están representados de manera realista, como personas normales aunque llevan halo debido a la santidad de estos y la convención iconográfica, por ejemplo la figura de Pedro es reconocible por su iconografía, o el joven Juan . Se logran efectos de transparencia de las aguas a través de la técnica de finas veladuras que hace que una capa de color nos muestre la otra subyacente. Detrás se ve un paisaje umbrío, en tonos verde oscuro y con el cielo grisáceo, que se pretende representar con realismo, en una de las primeras representaciones paisajísticas que pretenden ser veraces, al reflejar el lago Lemán o lago de Ginebra en calma, con gran realismo en las aguas. Es uno de los primeros cuadros occidentales que representan un paisaje perfectamente identificable. Los montes que quedan detrás son claramente reconocibles: el Salève o el Dôle que es el que queda encima de la cabeza de Cristo y tiene un perfil muy fácil de reconocer. Las cabezas de las figuras están repintadas ya que fueron dañadas durante el más intenso período de iconoclasia protestante.


jueves, 4 de abril de 2013

Aparición de Cristo a los apóstoles




Aparicion de Cristo a los apóstoles con la puerta cerrada. 1308-1311
Temple sobre madera.  39,5 x 51,5 cm
Museo dell'Opera del Duomo. Siena. Italia 

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
- «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
- «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.



Aparicion de Cristo a los apóstoles mientras cenan. 1308-1311
Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre madera.  39,5 x 51,5 cm
Museo dell'Opera del Duomo. Siena. Italia 

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
- «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
- «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
- «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

Estas dos obras que hoy contemplamos pertenecen a todo un conjunto diseñado por el genial pintor sienes Duccio di Buoninsegna en el siglo XIV.

Meditando esta mañana el evangelio de san Lucas veo en estas tablas representado las dos partes del texto. 

Por una parte Cristo aparece de manera milagrosa después de la resurrección y dice a los apóstoles, paz a vosotros, confortándolos ante el miedo que manifestaban pues aún no han asumido que el maestro ha resucitado. Por otra parte Cristo para manifestar que este hecho es real quiere manifestarselo con un acto tan cotidiano y común como compartir con ellos la comida. No soy un fantasma, tiene que decirles, creedme, dadme de comer.

La resurrección de Cristo es una realidad que nos desborda y nos llena de desasosiego cuando no sabemos o no queremos aceptarla, pero una vez experimentada el corazón se llena de gozo y lo único que quiere es proclamara. Jesús de nuevo viene, como veíamos ayer, a llamarnos torpes e incrédulos y a fortalecer nuestra fe a explicarnos las escritura y a que en su nombre se prediquemos la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Nosotros hemos de ser testigos de esto.

La Maestá de  Duccio di Buoninsegna, es una "pala d'altare" o retablo de altar, que se encuentra en la catedral de Siena. En ella se encuentran representados por el anverso la Virgen santísima con escenas de la vida de ésta, de la infancia de Cristo, santos y apóstoles.


En el reverso se encuentra, como tema principal la crucifixión  escenas de la pasión de nuestro Señor y el ciclo de Pascua y pentecostés. Esta realizada esta "pala d'altare" entre los años 1308-1311. La técnica empleada es temple y oro sobre tabla y mide en su totalidad 212 x 425 cm. 


Puede verse en el autor un tratamiento nuevo y más realista de la perspectiva en las diferentes escenas, imagenes luminosas y sencillas con una gran fuerza. En éstas series que hoy vemos las vestimentas de los discípulos son de tono pálido y las de Jesús son rojo carmesí, que simboliza su pasión, y morado o purpura para indicar su condición real. 

Duccio tuvo un continuador famoso, Simone Martini, que extendió su escuela más allá de Italia, ya que trabajó en Roma, Nápoles y Francia y extendió a otros lugares de Europa las características de la pintura sienesa, como son, la composición y el colorido de tradición bizantina y la linealidad gótica, que constituyen el antecedente del Gótico Internacional. 

martes, 2 de abril de 2013

Noli me tangere


"Noli me tangere".1528. Obra de Hans Holbein el Joven 
Óleo sobre panel de roble. 76,7 x 95,8 cm
Royal Collection, Hampton Cour Palace. Reino Unido

 "Noli me tangere" es la palabra latina para "No me toques", las palabras dirigidas a María Magdalena por Cristo después de que ella lo descubre resucitado de la tumba, "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" Juan 20: 17. 

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: - «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.»


Esta representación, inusual de Holbein, se centra en el momento del duelo, tristeza y desconsuelo de María Magdalena, después de haber encontrado a dos ángeles en el lugar vacío donde estaba el cuerpo de Cristo en el sepulcro, entonces se vuelve y se encuentra con un hombre, el jardinero, ella lo necesita para averiguar el paradero de su Señor. Se crea un dialogo en el que ambos personajes parecen estar envueltos sin importar que sucede alrededor.

La mayoría de las pinturas religiosas de Holbein fueron concebidas como grandes retablos. Esta es una más pequeña e más íntima escena narrativa. María Magdalena pivotea dramáticamente, entre nerviosa y confiada, con la mano derecha extendida, como para evitar la colisión con el hombre que tiene delante. Cristo, a su vez tiende los brazos para detener su avance, aparentemente en un intento de calmarla antes del momento de su reconocimiento. El resultado es un elegante casi "pas de deux". Los colores de su capa negra y túnica roja se invierten en la figura de Cristo, haciendo que los dos se hagan como un negativos de cada uno. Estos colores y poses de las figuras de los principales se hacen eco en  los personajes del fondo, los santos Pedro y Juan que a media distancia los vemos, a grandes y veloces zancadas, dirigiendose hacia la ciudad de Jerusalén, vista en en la distancia, con el fin de anunciar su descubrimiento de la tumba vacía. 

La luz es esencial para la narración. Recortada contra el cielo del amanecer de la izquierda vemos las cruces  vacias en la colina del Calvario. También iluminado y aislado en el centro de la escena, las manos de Cristo y la Magdalena. La luz del alba aún no ha alcanzado la negra oscuridad por encima de la escena y mientras el rostro de Cristo se encuentra en plena luz, el rostro de María está en la sombra media, aumentando la sensación de confusión expresada en sus ojos. Una confusión, mostrando dudas y tristeza que pronto será sustituida por la luz del amanecer claro y la certeza de la Resurrección. En el interior de la tumba, que irradia una luz etérea, son dos ángeles sentados, blanqueadas por la fuerza de la luz y uno de ellos la mira directamente a la escena o nosotros, atónitos también ante este acontecimiento..

lunes, 1 de abril de 2013

Jesús aparece a las Tres Marías


Jesús aparece a las Tres Marías, 1650. Obra de Laurent de La Hyre
Óleo sobre lienzo. 398 x 251 cm
Museo del Louvre, Paris. Francia

El evangelio de  evangelio según san Mateo (28, 8-15) de la liturgia de hoy lunes de Pascua nos muestra cómo las mujeres que vuelven del sepulcro son las que anuncian a Cristo resucitado. Ayer era, para el evangelista san Juan, María Magdalena la que anuncia a los discípulos la alegre noticia de que Cristo ha resucitado. Son ellas, las que parecen ocultas, las que anuncian la resurrección.  Fue María, Madre y a la vez la esclava del Señor, y la que dijo "hágase en mi tu voluntad". 

A veces y en estos tiempos queremos rizar el rizo y ser más que nuestro Señor. Están en el aire tantas preguntas acerca del papel de la mujer en nuestra Iglesia que puede parecer que nos extralimitamos en lo que podrían o no realizar. En los evangelios encontramos  momentos importantes donde son ellas las que asumen la responsabilidad, véase a la Madre en la encarnación, o la Magdalena en la resurrección,  o ambas al pie de la cruz.

Pero ¿por qué no hablan los evangelios explícitamente de "discipulado" o si queremos "elegidas para el sacerdocio"? Ni siquiera después de la ausencia de Judas y cuando nombran nuevos en el grupo imponiéndoles las manos eligen a una mujer. ¿Acaso no quería el Señor que ejercieran este ministerio? Si planteamos el ministerio mas como estatus  que como servicio, entramos en una polémica dialéctica que no terminará. Si asumimos que el centro es Cristo en sus diferentes facetas y que nosotros somos, todos, servidores del mismo Señor, encargados de anunciar su resurrección, lo haremos desde las diferentes vocaciones, dimensiones, perfiles y casos, como plural y variada es la Iglesia en sus diferentes servicios. Cada uno desde el ministerio al que ha sido llamado. Todos somos trabajadores de este gran Señor y en materia de resurrección  ellas, llegaron primero, nos lo comunicaron a todos y ahí está su gran servicio. Todos creímos a la Magdalena, los discípulos no dijeron, ¿estará loca o impresionada por el schock de la crucifixión?  ¿Acaso María la madre quiso asumir un papel mayor por se la madre del mesías?  Todos fueron testigos y todos dieron testimonio conforme a lo que el Señor les encargó. Hacer interpretaciones limites conducen a falsear a voluntad propia de la escritura y la tradición de siglos, desde el primero al veintiuno. Escritura y tradición, pilares sobre los que se asienta la Iglesia y sin los cuales se derrumbaría. ¿Acaso creemos en la Resurrección anunciada o tendríamos que interpretarla?
  
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
- «Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
- «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
- «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.