jueves, 25 de mayo de 2017

La Ascensión de Cristo


La Ascensión de Cristo, 1460. Obra de Andrea Mantegna
Temple sobre tabla, 86x162cm
Galeria de los Uffizi, Florencia. Italia

Hoy es la Ascensión del Señor a los cielos, cuarenta días después de resucitar y tras aparecerse a los discípulos varias veces dejando así constancia de su resurrección, asciende al Cielo, desde donde al final de los tiempos ha de venir a juzgara al mundo.

El evangelio dice así; Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
(Lc 24, 46-53)

San Pablo en su carta a los efesios nos habla de la gracia recibida en Cristo, de como en Él hemos sido arrancados de toda esclavitud y como en Él hemos de desarrollarnos según los dones que nos ha regalado llegando así a nuestra plenitud en Cristo: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres». El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
(Ef 4, 7-13)

Y san Cirilo de Alejandría en su comentario sobre el evangelio de san Juan hace alusión a éste acontecimiento; Así pues, nuestro Señor Jesucristo nos ha inaugurado un camino nuevo y vivo, como dice Pablo: Ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. En realidad, Cristo no subió al cielo para manifestarse a sí mismo delante de Dios Padre: él estaba, está y estará siempre en el Padre y a la vista del que lo engendró; es siempre el objeto de sus complacencias. Pero ahora sube en su condición de hombre, dándose a conocer de una manera insólita y desacostumbrada el Verbo que anteriormente estaba desprovisto de la humanidad. Y esto, por nosotros y en provecho nuestro, de modo que presentándose como simple hombre, aunque Hijo con pleno poder, y habiendo oído en la carne aquella invitación real: Siéntate a mi derecha, mediante la adopción pudiera transmitir por sí mismo a todo el género humano la gloria de la filiación. Es efectivamente uno de nosotros, en cuanto que apareció a la derecha de Dios Padre en su calidad de hombre, si bien superior a toda criatura y consustancial al Padre, ya que es el reflejo de su gloria, Dios de Dios, y luz de la luz verdadera. Se apareció, pues, por nosotros delante del Padre, para colocarnos nuevamente junto al Padre a nosotros que, en fuerza de la antigua prevaricación, habíamos sido alejados de su presencia. Se sentó como Hijo, para que también nosotros, como hijos, fuésemos, en él, llamados hijos de Dios. Por eso, Pablo que pretende ser portador de Cristo que habla en él, enseña que las cosas acaecidas a título especial respecto de Cristo son comunes a la naturaleza humana, diciendo: Nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.

El cuadro en cuestión era una de las tablas que adornaba la capilla del Castillo de Mantua, junto a la Muerte de la Virgen del Museo del Prado. Después se formó un tríptico con este cuadro y la Circuncisión y la Adoración de los Reyes Magos.De sentido marcadamente vertical, todos los elementos de la composición conducen la mirada del espectador hacia el Cristo que asciende al cielo, en cuerpo y alma, portado por una guirnalda a mondo de mandorla cuajada de ángeles y querubines  de color rojo entre nubes azules, modelo que se repitió en España y Flandes. En el suelo, los apóstoles y la Virgen forman un corro que contempla asombrado el milagro, cada uno en una pose diferente según su propia reacción. Las cabezas elevadas y giradas hacia Cristo permiten al artista lucir su dominio del escorzo, que consiste en situar un objeto en diagonal y no de frente, ofreciendo una vista forzada y deformante que resultaba muy difícil en la época. Mantegna fue el mayor maestro en el dominio del escorzo y la perspectiva geométrica, lo que puede apreciarse en dos obras muy llamativas, como son el Cristo Muerto de la pinacoteca de Brea de Mián y la Cámara de los Esposos del palacio ducal de Mantua.

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