viernes, 13 de septiembre de 2013

Pedro de Orrente. SanJuan Crisóstomo


San Juan Crisóstomo. XVII. Pedro de Orrente
Óleo sobre lienzo. Medidas: 110cm x 128cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueño de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado “Crisóstomo” por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, sufrió el destierro por la facción de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los maltratos recibidos de sus guardas durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Comana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre (407).

El Martirologio nos remite hoy a la venerable figura de san Juan Crisóstomo. Por supuesto, es amplísima la tradición iconográfica bizantina; pero en la pintura religiosa barroca también encontramos ejemplos, que insisten más bien en el carácter penitencial de la vida del santo. Tal es el caso de la obra que hemos escogido, de Pedro de Orrente.

Fiel a su característica pintura en la que las escenas religiosas sirven de pretexto para desarrollar paisajes en la estela de las célebres obras de la familia Bassano, Orrente representa a san Juan Crisóstomo en su retiro penitencial. Aparece desnudo y con los cabellos crecidos, ocultándose de quienes ocasionalmente llegaban a su lugar de retiro.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La Virgen de los Reyes Católicos


La Virgen de los Reyes Católicos. 1491. Maestro de la Virgen de los Reyes Católicos
Técnica mixta sobre tabla. Medidas: 123cm x 112cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Dulcísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María. En este día se recuerda el inefable amor de la Madre de Dios hacia su santísimo Hijo, y su figura de Madre del Redentor es propuesta a los fieles para su veneración.

Esta noticia del Martirologio de hoy nos ha movido a buscar una obra de piedad y de veneración. La Virgen María, con el Niño Jesús en sus rodillas, es adorada por los Reyes Católicos, Isabel (1451-1504) y Fernando (1452-1516), dos de sus hijos y otros personajes. A la derecha de la composición, acompañando a la Reina, aparecen Santo Domingo, una infanta y una figura masculina, de rodillas y sin nimbo, con la espada al pecho, símbolo de su martirio, que se ha asociado con Pedro de Arbués, inquisidor de Aragón, asesinado en 1485. A la izquierda, detrás del Rey, Santo Tomás (santo titular del monasterio de donde procede la obra), el príncipe Juan (1478-1497) y un dominico al que se le identifica con fray Tomás de Torquemada (1420-1498), Inquisidor General. A juzgar por los trajes, a la moda de 1490, y la edad del príncipe Juan, la tabla podría fecharse entre 1491 y 1493, momento en el que los Reyes rondarían los 40 años, de lo que se interpreta que sus retratos son ideales y no verídicos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Bosco. Mesa de los Pecados Capitales


Mesa de los Pecados Capitales. Finales siglo XV. El Bosco
Óleo sobre tabla. Medidas: 120cm x 150cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes.

La primera lectura de la Eucaristía nos remite hoy a este texto de la Carta a los Colosenses, que nos invita a buscar lo de arriba rechazando la vida pecaminosa.

La iconografía cristiana, sobre todo en la época medieval, fue muy proclive a poner en contraste los vicios y pecados frente las virtudes. En cierto modo, es el tema de la obra que hoy hemos escogida, fruto de la genial mano de El Bosco: la Mesa de los Pecados Capitales.

El pintor representa cinco círculos sobre un fondo negro. Los cuatro más pequeños, situados en los ángulos, muestran las postrimerías de la vida: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Dos filacterias con inscripciones en latín, extraídas del Deuteronomio advierten de las consecuencias del pecado. La primera (32: 28-29) dice: “Porque son un pueblo que no tiene ninguna comprensión ni visión, si fueran inteligentes entenderían esto y se prepararían para su fin”. La segunda debajo (32:20) dice: “Apartaré de ellos mi rostro y observaré su fin” El círculo central, más grande que los anteriores, semeja un ojo, en cuya pupila aparece Cristo Varón de Dolores y la frase “Cuidado, Cuidado, el Señor está mirando” y los Siete Pecados Capitales en su anillo exterior reproducidos como escenas de género con las costumbres y los vicios de la época. 

Adquirida por Felipe II, fue por él enviada en abril de 1574 a El Escorial donde fue mencionada por el Padre Sigüenza en los aposentos del Rey.

martes, 10 de septiembre de 2013

Juan de Juanes. La Última Cen


La Última Cena. 1562. Juan de Juanes
Óleo sobre tabla. Medidas: 116cm x 191cm.
Museo del Prado. Madrid. España

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

La liturgia de este día nos presenta en el Evangelio la elección que hizo Jesús de los doce apóstoles, el inicio del nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia, a imagen de lo doce patriarcas y las doce tribus de Israel. Por eso, hemos escogido una obra en la que aparecen los doce apóstoles junto a Jesús, precisamente durante la Última Cena.

La Última Cena de Juan de Juanes fue pintada para el banco del retablo mayor de San Esteban, de Valencia, junto a las pinturas sobre la vida de San Esteban, la composición se basa, al parecer, en la famosa obra que Leonardo da Vinci pintó para el refectorio de Santa María delle Grazie de Milán, aunque el modelado de las figuras y el color remiten a Rafael. 

Sobre la mesa, delante de la figura de Cristo, aparece el Santo Cáliz que se conserva en la Catedral de Valencia, regalado en 1424 por Alfonso V. La jarra y la jofaina del primer término aluden al Lavatorio de los pies, previo a la Cena. Todos los Apóstoles llevan nimbo con su nombre excepto Judas Iscariote, aunque su nombre aparece en el banco que ocupa. Tiene la barba y el cabello rojos, según la tradición, viste de amarillo -color simbólico de la envidia-, y oculta a sus compañeros la bolsa del dinero.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Alonso Cano. El milagro del pozo


El milagro del pozo. 1638. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 216cm x 149cm.
Museo del Prado. Madrid. España

En Castilla la Nueva, región de España, beata Toribia, llamada María de la Cabeza, esposa de san Isidro labrador, con quien llevó vida humilde y hacendosa (s. XII).

El Martirologio Romano nos da hoy a noticia de la memoria de santa María de la Cabeza, esposa de san Isidro. Su devoción en la ciudad de Madrid se remonta a la Alta Edad Media; se ha conservado hasta la actualidad con una sencillez similar a la que envolvió la entera existencia de la santa.

Esta devoción ha hecho que la iconografía del santo matrimonio sea abundante. Hemos escogido una obra de Alonso Cano, que tiene como tema el milagro del pozo: el hijo de los santos, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre, san Isidro, y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Destaca Cano por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Pantoja de la Cruz. El Nacimiento de la Virgen.


El Nacimiento de la Virgen. 1603. Juan Pantoja de la Cruz
Óleo sobre lienzo. Medidas: 260cm x 172cm.
Museo del Prado. Madrid. España

La Natividad de la Virgen María es una fiesta de origen oriental, que encontró también gran raigambre en la Iglesia latina. Los ancianos Joaquín y Ana reciben el don de poder engendrar una hija, cuando la naturaleza ya lo impedía. Con este nacimiento milagroso, comienzo una serie de intervenciones divinas que desembocarán en la salvación de todos los hombres en Cristo Jesús.

El tema de la Natividad ha sido objeto de abundantes obras, tanto en Oriente como en Occidente. Nosotros hemos escogido una obra de comienzos del siglo XVII, del pincel de Pantoja de la Cruz. Se representa el Nacimiento de la Virgen con la madre y dos de las hermanas de la reina doña Margarita de Austria. doña María de Baviera arrodillada sosteniene a la Virgen, tras ella doña Leonora con el lienzo y doña Catalina Renata o doña Maria Cistierna con una canastilla, al fondo, Santa Ana es atendida por unas damas. 

Esta obra fue encargada junto con su pareja, el Nacimiento de Cristo, por la reina doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III, cuya piedad y devoción mariana eran sobradamente conocidos, para su oratorio privado en el Palacio de Valladolid. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Fernando Gallego. La Piedad


La Piedad. 1465. Fernando Gallego
Técnica mista sobre tabla. Medidas: 118cm x 111cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El santo Padre Francisco nos ha invitado a dedicar esta jornada a la oración por la paz, especialmente en Siria y en Egipto, donde la amenaza de la guerra se cierne con su siniestra sombra. Para ayudar a este propósito, y concentrar nuestra oración sobre los efectos de la violencia y de la Redención, hemos escogido una Piedad, es decir, la escena de Cristo muerto, bajado de la cruz, y sostenido en el regazo de la Virgen María.

La muerte de Jesús fue una mezcla de motín vergonzoso, de venganza llena de odio, de siniestro cálculo político, y de inmoral connivencia del poder. Pero su resultado final no fue una más de las lamentables injusticias de las que avergüenzan la historia de la humanidad, sino que fue el camino seguido por Dios, precisamente, para rescatarnos de esa ignominia a la que conduce nuestro pecado.

La Piedad representa el dolor de la Virgen por su hijo muerto, la Piedad, abrazando el cuerpo inerte de Cristo apenas cubierto por el paño de pureza, y con la Cruz, símbolo de su martirio, tras ellos. En su obra, Fernando Gallego sitúa a la izquierda a los anónimos donantes, representados a menor tamaño. Una cartela dice: Miserere mei, Domine (“ten compasión de mí, Señor”), solicitando el perdón de Cristo para merecer los frutos de la Redención. Al fondo, entre el paisaje rocoso, se levanta una ciudad amurallada que evoca a Jerusalén, como si fuera una ciudad medieval. 

Fernando Gallego, prescindiendo de las heridas y sangre de Cristo que suelen aparecer en la representación de la Piedad, concentra el dramatismo de la escena en la intensidad del abrazo de la Virgen a su Hijo y en la expresión de su rostro, y destaca la soledad de María, en una composición piramidal con su túnica roja -alusiva al dolor de la Pasión- y su manto azul.

viernes, 6 de septiembre de 2013

José de Ribera. El Salvador


El Salvador. 1630. José de Ribera
Óleo sobre lienzo. Medidas: 77cm x 65cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Este texto del capítulo primero de la Carta a los Colosenses nos da pie para contemplar nuevamente una imagen del Salvador, esta vez pintada por José Ribera. Emergiendo de un fondo oscuro, irradia luz el rostro del Salvador, vestido de una túnica roja que podría aludir a su Pasión. Su mano derecha bendice con los tres dedos en signo de la Trinidad, y dos dedos entrelazados aludiendo a las naturalezas humana y divina en la persona de Jesús. La obra consigue su destino de suscitar la devoción a la humanidad del Salvador, como icono visible de su humanidad invisible, tal como afirma la Carta a los Colosenses.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El Greco. El Salvador


El Salvador. 1608. El Greco
Óleo sobre lienzo. Medidas: 72cm x 55cm.
Museo del Prado. Madrid. España

La Liturgia de la Eucaristía sigue proponiéndonos como primera lectura la meditación sobre Cristo de la Carta a los Colosenses. La Carta nos invita a dar gracias al Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

El Hijo es fuente de redención, es decir, del perdón de los pecados. En este sentido lo confesamos como Salvador del mundo. Por eso, hemos escogido como ilustración para este texto sagrado el Salvador de el Greco.

Este lienzo combina la tradición bizantina, con el halo de santidad en forma romboidal, y la occidental, donde también existen precedentes iconográficos del Salvador Mundi (Cristo bendiciendo con la mano derecha y apoyando la izquierda en el globo terráqueo). 

Esta obra forma parte de un apostolado que procede de la Iglesia de Almadrones, Guadalajara, en el que repite con escasas variaciones el modelo de los Apostolados de la Catedral de Toledo y de la Casa Museo de El Greco en la misma ciudad.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Morales. Cristo justificando su Pasión.


Cristo justificando su Pasión. 1565. Luis de Morales
Óleo sobre tabla. Medidas: 71cm x 49cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.»

El Evangelio que hoy nos propone la Eucaristía nos presenta a Jesús sanando a los enfermos y siendo reconocido hasta por los espíritus malignos como el Hijo de Dios. La misión de Jesús consistió, fundamentalmente, en salvar a los hombres. Lo hizo no sólo predicando y sanando a los enfermos, sino ofreciendo su vida por la salvación de todos. Su Pasión es el precio que saldó la deuda del pecado. Sus heridas no han salvado.

Para ilustrar este texto, hemos escogido una tabla del Divino Morales, el célebre pintor manierista del siglo XVI. Jesús aparece ante el verdugo, momentos antes de ser clavado a la cruz. Pero mientras su mirada se dirige al verdugo, sus manos indican que ese sufrimiento se ofrece por la salvación de un hombre que aparece semidesnudo, arrodillado ante él en actitud suplicante.

Esta figura se cubre con un paño blanco, seguramente un sudario. Se le ha identificado como Simón Cireneo, también se ha pensado que podría tratarse del Buen Ladrón, arrepentido de sus pecados antes de compartir la muerte con Jesús, o ser una representación genérica del pecador contrito, en contraposición al impenitente, el individuo que porta los instrumentos de la Pasión. .Recogiéndose todas estas lecturas, más recientemente se ha pensado que la tabla pudiera tratarse de una alegoría de carácter funerario, donde Jesús aparece como consuelo y esperanza de perdón y resurrección gracias a su sacrificio en la cruz. En esta interpretación, el hombre suplicante y desnudo se relacionaría con el encargo concreto de la pintura, siendo este o su familia los comitentes de la tabla. Esta fórmula de reflexión alegórica pudo inspirarse en la espiritualidad propuesta por San Juan de Ribera. Ribera fue obispo de Badajoz entre 1562 y 1569, las fechas con las que también se vincula estilísticamente esta tabla