viernes, 26 de mayo de 2017
jueves, 25 de mayo de 2017
La Ascensión de Cristo
La Ascensión de Cristo, 1460. Obra de Andrea Mantegna
Temple sobre tabla, 86x162cm
Galeria de los Uffizi, Florencia. Italia
Hoy es la Ascensión del Señor a los cielos, cuarenta días después de resucitar y tras aparecerse a los discípulos varias veces dejando así constancia de su resurrección, asciende al Cielo, desde donde al final de los tiempos ha de venir a juzgara al mundo.
El evangelio dice así; Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
(Lc 24, 46-53)
San Pablo en su carta a los efesios nos habla de la gracia recibida en Cristo, de como en Él hemos sido arrancados de toda esclavitud y como en Él hemos de desarrollarnos según los dones que nos ha regalado llegando así a nuestra plenitud en Cristo: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres». El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
(Ef 4, 7-13)
Y san Cirilo de Alejandría en su comentario sobre el evangelio de san Juan hace alusión a éste acontecimiento; Así pues, nuestro Señor Jesucristo nos ha inaugurado un camino nuevo y vivo, como dice Pablo: Ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. En realidad, Cristo no subió al cielo para manifestarse a sí mismo delante de Dios Padre: él estaba, está y estará siempre en el Padre y a la vista del que lo engendró; es siempre el objeto de sus complacencias. Pero ahora sube en su condición de hombre, dándose a conocer de una manera insólita y desacostumbrada el Verbo que anteriormente estaba desprovisto de la humanidad. Y esto, por nosotros y en provecho nuestro, de modo que presentándose como simple hombre, aunque Hijo con pleno poder, y habiendo oído en la carne aquella invitación real: Siéntate a mi derecha, mediante la adopción pudiera transmitir por sí mismo a todo el género humano la gloria de la filiación. Es efectivamente uno de nosotros, en cuanto que apareció a la derecha de Dios Padre en su calidad de hombre, si bien superior a toda criatura y consustancial al Padre, ya que es el reflejo de su gloria, Dios de Dios, y luz de la luz verdadera. Se apareció, pues, por nosotros delante del Padre, para colocarnos nuevamente junto al Padre a nosotros que, en fuerza de la antigua prevaricación, habíamos sido alejados de su presencia. Se sentó como Hijo, para que también nosotros, como hijos, fuésemos, en él, llamados hijos de Dios. Por eso, Pablo que pretende ser portador de Cristo que habla en él, enseña que las cosas acaecidas a título especial respecto de Cristo son comunes a la naturaleza humana, diciendo: Nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.
El cuadro en cuestión era una de las tablas que adornaba la capilla del Castillo de Mantua, junto a la Muerte de la Virgen del Museo del Prado. Después se formó un tríptico con este cuadro y la Circuncisión y la Adoración de los Reyes Magos.De sentido marcadamente vertical, todos los elementos de la composición conducen la mirada del espectador hacia el Cristo que asciende al cielo, en cuerpo y alma, portado por una guirnalda a mondo de mandorla cuajada de ángeles y querubines de color rojo entre nubes azules, modelo que se repitió en España y Flandes. En el suelo, los apóstoles y la Virgen forman un corro que contempla asombrado el milagro, cada uno en una pose diferente según su propia reacción. Las cabezas elevadas y giradas hacia Cristo permiten al artista lucir su dominio del escorzo, que consiste en situar un objeto en diagonal y no de frente, ofreciendo una vista forzada y deformante que resultaba muy difícil en la época. Mantegna fue el mayor maestro en el dominio del escorzo y la perspectiva geométrica, lo que puede apreciarse en dos obras muy llamativas, como son el Cristo Muerto de la pinacoteca de Brea de Mián y la Cámara de los Esposos del palacio ducal de Mantua.
miércoles, 24 de mayo de 2017
Espíritu Santo
El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada
Dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."
Juan 16,12-15
Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.
Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.
Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena
Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.
Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
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martes, 23 de mayo de 2017
El Veronese. El Padre eterno y el Espíritu Santo
El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese
Óleo sobre lienzo
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid. España
Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."
San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:
El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?
En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.
En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.
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jueves, 18 de mayo de 2017
Gil de Siloé. Pentecostés
Pentecostés. XV. Gil de Siloé
Óleo sobre tabla.
Cartuja de Miraflores. Burgos.
La primera lectura de la Eucaristía de hoy nos presenta uno de los momentos más trascendentales de toda la Historia de la Iglesia: el Concilio de Jerusalén. El tema del debate fue si Cristo es el único camino de salvación, o si es posible mantener la Antigua Alianza como camino de salvación. Es decir, ¿es Cristo el único medio de llegar a Dios?
La respuesta de la primera Iglesia fue clara y nítida: Jesús es el único camino de salvación. Esta respuesta, urgida por el Espíritu Santo, nos lleva hoy a contemplar el Misterio de Pentecostés, es decir, la presencia del Espíritu Santo, en la célebre talle del pentecostés del tambor giratorio del retablo de la Cartuja de Miraflores, esculpido por Gil de Siloé.
Gil de Siloé es una de las máximas figuras de la escultura hispánica, y europea por extensión, del siglo XV, cuando las formas del gótico postrero, hibridadas por las del arte mudéjar y las influencias flamencas de tipo flamígero, dieron origen al estilo gótico isabelino, exclusivo de España, del que Gil de Siloé es representante emblemático. Los nombres por los que es conocido evidencian la confusión que rodea su origen. En algunos documentos se le cita como Gil de Emberres (Amberes), por lo que se cree fuera originario de Flandes1 en otros como Gil de Urlianes, por lo que podría venir de Orleans. El nombre que habitualmente se repite en los documentos es el de Maestre Gil; sólo en algún momento muy concreto se añade la palabra Siloe, y aplicada sobre todo a su hijo Diego. Para algunos era Abraham de Nürenberg a quien trajo a España Alonso de Cartagena, para otros en cambio provenía del mundo de los conversos. En definitiva, estamos ante alguien venido de fuera con un bagage de formación nórdica, donde acusa lo flamenco, aunque en parte tampoco le es ajeno lo germano y aún esto es para algunos discutible, pues imaginan podría ser burgalés hijo de algún oficial que acompañó a Juan de Colonia cuando se asentó en la ciudad.
El retablo de Miraflores aún presenta otra particularidad. Aunque modificado por la reforma del sagrario, queda un hueco en él para un expositor de escenas. La mayoría de los viajeros no se dieron cuenta de su existencia o no le concedieron valor cuando hablaban del retablo, pero Enrique Cock, arquero de la Guardia Real y notario apostólico, en el relato del viaje de Felipe II en 1585, fue más observador. Alababa los sepulcros reales pero se detuvo en el retablo: El retablo es muy lindo de escultura, y en medio de él hay una cosa que se mueve en derredor, y con él, o en él por mejor decir, se pone cada fiesta principal que viene en el año, que está artificialmente hecha la obra y merece ser vista, porque no me acuerdo haber visto cosa semejante.
miércoles, 17 de mayo de 2017
Anónimo alemán. Cristo, varón de dolores
Cristo, varón de dolores. XV. Anónimo alemán
Óleo sobre tabla.
Museo de la Catedral de Burgos
Volvemos a leer en la Eucaristía de hoy el comienzo del capítulo 15 de san Juan, en el que Jesús nos dice que debemos permanecer unidos a él, la verdadera vid, de la que nosotros, sus sarmiento, tomamos vida.
Contemplamos, con este texto de fondo, una imagen piadosa del siglo XV, en la que aparece Cristo después de la flagelación, sentado sobre una roca con la cruz de fondo, y dos donantes, que están arrodillados, detrás de los cuales están sus patronos, los santos Antonio de Egipto (lleva la tau sobre su esclavina), y el papa san Gregorio Magno.
domingo, 14 de mayo de 2017
Fra Angelico. Cristo glorificado
Cristo glorificado en la corte Celestial. 1423. Fra Angelico
Témpera al huevo sobre tabla. Medidas 31 x 73 cm
National Gallery. Londres.
«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Leemos este Domingo este fragmento del capítulo 14 del Evangelio según san Juan. La Resurrección supuso la glorificación del Cristo Crucificado y su retorno al Padre. La contemplación de la gloria del Resucitado ha sido un tema recurrente de la iconografía cristiana. Un ejemplo de profunda resonancia mística es la tabla que hoy proponemos, procedente originariamente del convento dominico de Fiesole, cerca de Florencia, precisamente el convento de Fra Angelico, que pintó las tablas que componían su altar mayor. Nos muestra a Cristo, portando la bandera gloriosa de la Cruz, alabado por la corte celestial de los ángeles. No se trata de algo que quede fuera del alcance del hombre, sino que esta tabla nos propone la consideración de lo que será participar en Cristo de la gloria eterna.
San Ambrosio de Milán, en su Tratado sobre el Bien de la Muerte, ponderaba esta participación en la gloria de la Resurrección como meta de la existencia humana. Estas son sus palabras:
Caminemos intrépidamente hacia nuestro Redentor, Jesús; caminemos intrépidamente hacia aquella asamblea de los santos, hacia aquella reunión de los justos. Pues nos encaminaremos al encuentro con nuestros padres, al encuentro con los preceptores de nuestra fe: y si tal vez no podemos exhibir obras, que la fe venga en ayuda nuestra y la heredad nos defienda. Porque el Señor será la luz de todos; y aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre resplandecerá sobre todos. Nos encaminaremos allí donde el Señor Jesús preparó estancias para sus humildes siervos, para que donde él esté estemos también nosotros. Tal fue su voluntad. Cuáles sean esas estancias, óyeselo decir a él mismo: En casa de mi Padre hay muchas estancias. Y ¿cuál es su voluntad? Volveré —dice— y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.
Pero me objetarás que hablaba únicamente a los discípulos, que sólo a ellos les prometió las muchas estancias. Entonces, ¿es que sólo las preparaba para los Once? Y cómo se cumplirá aquello de que vendrán de todas partes y se sentarán en el reino de Dios? ¿Es que podemos dudar de la eficacia de la voluntad divina? Pero, en Cristo, querer y hacer son una misma cosa. Seguidamente les señaló el camino, les indicó el sitio, diciendo: Y donde yo voy, ya sabéis el camino. El lugar: junto al Padre; el camino: Cristo, como él mismo dijo: Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Adentrémonos por este camino, mantengamos la verdad, vayamos tras la vida. Es camino que conduce, verdad que confirma, vida que se entrega. Y para que conozcamos sus verdaderos planes, al final del discurso añade: Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria. Padre: esta repetición es confirmatoria, lo mismo que aquello: ¡Abrahán, Abrahán! Y en otro lugar: Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes. Bellamente pide aquí lo que antes había prometido. Y este primero prometer y luego pedir, y no a la inversa, primero pedir y luego prometer, es un prometer como árbitro del don, consciente de su propio poder; pide al Padre como intérprete de la piedad. Prometió primero, para que conozcas su poder; luego pidió, para que caigas en la cuenta de su piedad. No pidió primero y luego prometió, para que no pareciera que prometía lo que previamente había impetrado, más bien que otorgaba lo que antes había prometido. Ni consideres superfluo que pidiera, pues de esta manera te expresa su comunión con la voluntad del Padre, lo cual es una prueba de unidad, no un aumento de poder.
Te seguimos, Señor Jesús; pero llámanos para que podamos seguirte, ya que sin ti nadie puede subir. Porque tú eres el camino, la verdad, la vida, la posibilidad, la fe, el premio. Recibe a los tuyos como el camino, confírmalos como la verdad, vivifícalos como la vida.
sábado, 13 de mayo de 2017
Nuestra Señora de Fatima
Nuestra Señora de Fatima s. XX
Madera policromada
Capilla de las apariciones, Fatima. Portugal
Hoy, mientras esperamos celebrar el día de Pentecostes la venida del Espíritu Santo, conmemoramos la aparición de la Stma Virgen en Fatima a tres niños pastores, Jacinta, Lucia y Francisco. Se produjo un 13 de Mayo de 1917. En su Homilía de 13 de mayo de 2010 en Fátima, dijo el papa Benedicto XVI:
Este bendito lugar es prueba de ello. Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita de la Señora “venida del Cielo”, como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el conocimiento íntimo del Amor trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más hermoso de la existencia humana. Una experiencia de gracia que los ha enamorado de Dios en Jesús, hasta el punto de que Jacinta exclamaba: “Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema”. Y Francisco decía: “Lo que más me ha gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”.
Hermanos, al escuchar estas revelaciones místicas tan inocentes y profundas de los Pastorcillos, alguno podría mirarlos con una cierta envidia porque ellos han visto, o con la desalentada resignación de quien no ha tenido la misma suerte, a pesar de querer ver. A estas personas, el Papa les dice lo mismo que Jesús: “Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios”. Las Escrituras nos invitan a creer: “Dichosos los que crean sin haber visto” pero Dios —más íntimo a mí de cuanto lo sea yo mismo— tiene el poder para llegar a nosotros, en particular mediante los sentidos interiores, de manera que el alma es tocada suavemente por una realidad que va más allá de lo sensible y que nos capacita para alcanzar lo no sensible, lo invisible a los sentidos. Por esta razón, se pide una vigilancia interior del corazón que muchas veces no tenemos debido a las fuertes presiones de las realidades externas y de las imágenes y preocupaciones que llenan el alma. Sí, Dios nos puede alcanzar, ofreciéndose a nuestra mirada interior.
Más aún, aquella Luz presente en la interioridad de los Pastorcillos, que proviene del futuro de Dios, es la misma que se ha manifestado en la plenitud de los tiempos y que ha venido para todos: el Hijo de Dios hecho hombre. Que Él tiene poder para inflamar los corazones más fríos y tristes, lo vemos en el pasaje de los discípulos de Emaús. Por lo tanto, nuestra esperanza tiene un fundamento real, se basa en un evento que se sitúa en la historia a la vez que la supera: es Jesús de Nazaret. Y el entusiasmo que suscitaba su sabiduría y su poder salvador en la gente de su tiempo era tal que una mujer en medio de la multitud —como hemos oído en el Evangelio— exclamó: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. A lo que Jesús respondió: “Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!”. Pero, ¿quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse fascinar por su amor? ¿Quién permanece, en la noche de las dudas y de las incertidumbres, con el corazón vigilante en oración? ¿Quién espera el alba de un nuevo día, teniendo encendida la llama de la fe? La fe en Dios abre al hombre un horizonte de una esperanza firme que no defrauda; indica un sólido fundamento sobre el cual apoyar, sin miedos, la propia vida; pide el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo.
Este bendito lugar es prueba de ello. Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita de la Señora “venida del Cielo”, como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el conocimiento íntimo del Amor trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más hermoso de la existencia humana. Una experiencia de gracia que los ha enamorado de Dios en Jesús, hasta el punto de que Jacinta exclamaba: “Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema”. Y Francisco decía: “Lo que más me ha gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”.
Hermanos, al escuchar estas revelaciones místicas tan inocentes y profundas de los Pastorcillos, alguno podría mirarlos con una cierta envidia porque ellos han visto, o con la desalentada resignación de quien no ha tenido la misma suerte, a pesar de querer ver. A estas personas, el Papa les dice lo mismo que Jesús: “Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios”. Las Escrituras nos invitan a creer: “Dichosos los que crean sin haber visto” pero Dios —más íntimo a mí de cuanto lo sea yo mismo— tiene el poder para llegar a nosotros, en particular mediante los sentidos interiores, de manera que el alma es tocada suavemente por una realidad que va más allá de lo sensible y que nos capacita para alcanzar lo no sensible, lo invisible a los sentidos. Por esta razón, se pide una vigilancia interior del corazón que muchas veces no tenemos debido a las fuertes presiones de las realidades externas y de las imágenes y preocupaciones que llenan el alma. Sí, Dios nos puede alcanzar, ofreciéndose a nuestra mirada interior.
Más aún, aquella Luz presente en la interioridad de los Pastorcillos, que proviene del futuro de Dios, es la misma que se ha manifestado en la plenitud de los tiempos y que ha venido para todos: el Hijo de Dios hecho hombre. Que Él tiene poder para inflamar los corazones más fríos y tristes, lo vemos en el pasaje de los discípulos de Emaús. Por lo tanto, nuestra esperanza tiene un fundamento real, se basa en un evento que se sitúa en la historia a la vez que la supera: es Jesús de Nazaret. Y el entusiasmo que suscitaba su sabiduría y su poder salvador en la gente de su tiempo era tal que una mujer en medio de la multitud —como hemos oído en el Evangelio— exclamó: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. A lo que Jesús respondió: “Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!”. Pero, ¿quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse fascinar por su amor? ¿Quién permanece, en la noche de las dudas y de las incertidumbres, con el corazón vigilante en oración? ¿Quién espera el alba de un nuevo día, teniendo encendida la llama de la fe? La fe en Dios abre al hombre un horizonte de una esperanza firme que no defrauda; indica un sólido fundamento sobre el cual apoyar, sin miedos, la propia vida; pide el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo.
viernes, 12 de mayo de 2017
Andrés de Melgar. Santo Domingo repartiendo pan a los pobres
Óleo sobre tabla.
Catedral de Santo Domingo de la Calzada
Este día recordamos al célebre ermitaño y protector de peregrinos, santo Domingo de la Calzada. Sobre su tumba se levantó una hermosa catedral románica, que con el paso de los siglos fue notablemente embellecida. En el muro externo del Coro, en la lado de la Epístola, encontramos nueve pinturas sobre tabla, que fueron ejecutadas en torno a 1531 por Andrés de Melgar y Alonso Gallego.
La que hoy contemplamos nos muestra al santo repartiendo pan entre los pobres, con un lisiado tirado a sus pies. Andrés de Melgar (1500 - 1554), fue un pintor renacentista español que desempeñó un papel clave en la difusión de los grutescos. En 1530 se había establecido en Santo Domingo de la Calzada, donde ese mismo año contrajo matrimonio y un año después contrató las pinturas del retablo de Santo Domingo junto con el pintor Alonso Gallego, procedente de Medina del Campo y asentado en Nájera desde fines del siglo XV hasta su muerte en 1546. Estas pinturas se encuentran actualmente en los muros exteriores del coro, en el lado de la Epístola las relativas a la vida de santo Domingo de la Calzada y en el trascoro las dedicadas a la Pasión.
jueves, 11 de mayo de 2017
Berzé-la-Ville
Pinturas del ábside de la capilla del "Chateau des Moines" s. XII.
Berzé-la-Ville, Francia.
Berzé-la-Ville, Francia.
Hoy recordamos en el calendario a los santos abades de Cluny El monasterio de Cluny, fundado el año 909, por obra de los santos abades que se sucedieron por espacio de dos siglos, fue uno de los más famosos centros de vida monástica.
La Imagen pertenece a una capilla, posterior priorato, cercana al monasterio que sirvió incluso de enterramiento de abades. Berzé-la-Ville era un priorato cluniacense próximo al monasterio, apenas a unos de kilómetros. En su interior encontramos una de las decoraciones pictóricas más importantes del Románico francés. Realizada hacia 1109 con una técnica muy cuidada, sobre un espeso enlucido de base, se representaba en el interior del ábside una composición en tres niveles: arriba, Cristo en majestad; en el medio, escenas relativas a los martirios de san Blas y san Lorenzo o san Vicente; abajo, una serie de bustos de santos, en total, dieciséis figuras alrededor del Pantocrátor. Ademanes y caracterización de los rostros denuncian el conocimiento de obras bizantinas. Sin embargo, es posible, como creen algunos especialistas, que el pretendido bizantinismo no corresponda a una dependencia directa, sino a algo aprendido a través de modelos italianos; seguramente, dados los estrechos contactos existentes, con Montecasino; no faltando una coincidencia en los detalles ornamentales con la misma pintura romana coetánea.
Podemos distinguir dos escuelas diferentes dentro de la pintura románica en Francia: la escuela de Borgoña que se inspira en la benedictina de Italia, y la escuela del Loire, que mantendrá contactos con las escuelas españolas. La escuela de Borgoña era continuadora de la pintura italobizantina porque el monasterio de Cluny mantenía una buena relación como ya hemos apuntado con el de Montecassino. Se caracterizaba por utilizar colores muy decorativos, y realizar figuras de delicado modelado y suntuosos vestidos sobre fondos azules. Estas majestuosas figuras aparecen en los frescos de Berzé-la-Ville, que era el lugar donde reposaban los abades de Cluny, y en la cripta de la catedral de Auxerre.
Pero vamos a recordar de forma breve a los abades que hoy recordamos:
Odón, anteriormente canónigo de la iglesia de Tours, muy luego hizo profesión de vida monástica. Elegido abad de Cluny en 927, ilustró a los monjes los tesoros escondidos en la observancia de la Regla. Hizo florecer muchos monasterios en Francia y en Italia. Murió en Tours el 18 de noviembre de 942, en la octava de la fiesta de san Martín.
Máyolo, nacido en Provenza, de noble familia, canónigo de la iglesia de Mácon, joven aún fue nombrado arcediano. En 948 hizo profesión de vida monástica en Cluny, y muy pronto fue elegido abad. Fue tan apreciado por los príncipes de aquel tiempo, que Otón II tenía interés enhacerlo elegir Sumo Pontífice, a lo que Máyolo se opuso resueltamente. Fundó innumerables monasterios y aceptó reformar otros muchos. Murió en Souvigny (Alvernia) el 11 de mayo de 994.
Odilón, nacido en Alvernia en 962, fue primero canónigo de la iglesia de Brioude, y después monje de Cluny. Nombrado por Máyolo coadjutor suyo en 991, le sucedió en el cargo abacial. Extendió la observancia cluniacense en España. Fue el primero en instituir la conmemoración litúrgica de todos los difuntos. Murió el 1 de enero de 1049 en Souvigny, junto a la tumba del padre Máyolo.
Hugo, hijo de Dalmacio conde de Semur, nació en 1024. Contra la voluntad de sus padres, en 1039 se retiró al monasterio de Cluny, de donde fue prior. A la muerte de Odilón, fue elegido abad. Construyó la célebre basílica de su monasterio, hizo redactar el código de las costumbres monásticas, y fundó de planta muchos monasterios. Después de sesenta años de gobierno, murió en Cluny el 29 de abril de 1109.
Pedro, llamado el Venerable, nació en Alvernia hacia el 1092. Educado en el monasterio de Sauxilanges, fue nombrado prior y responsable del escolasticado del monasterio de Doméne, y, más tarde, en 1122 fue elegido abad de Cluny. Se preocupó por la observancia regular en los monasterios. Personalmente eminente en el estudio de las letras, estimuló a sus monjes para que se dedicasen a los estudios, pero demostrando siempre un perfecto equilibrio entre acción y contemplación. Murió el año 1156 en el día de Navidad.
(De la Historia del monasterio de Cluny)
miércoles, 10 de mayo de 2017
Subleyras. San Juan de Ávila
San Juan de Ávila. 1746. Pierre Subleyras
Óleo sobre lienzo, 136 x 98 cm.
Museo de Birmingham. Gran Bretaña
Óleo sobre lienzo, 136 x 98 cm.
Museo de Birmingham. Gran Bretaña
Celebramos hoy la fiesta de san Juan de Avila, el célebre doctor de la Iglesia hispana del siglo XVI. El año pasado recogimos su biografía en una entrada que glosaba su retrato, atribuido a El Greco. Este año hemos escogido una obra de un autor del barroco francés tardío: Pierre Subleyras. Cuando la Causa de beatificación y canonización del Maestro dio el considerable paso de que la Congregación de Ritos aprobase sus escritos el 2 de abril de 1746, el Postulador fray Diego de Revilla encargó un retrato a Subleyras, amigo suyo.
El cuadro representa al Maestro Ávila como predicador en el púlpito. Está vestido con un roquete blanco; sostiene un crucifijo en la mano derecha, como expresión del tema fundamental de sus sermones. En el balaustre del púlpito se lee: “VENER. MAG. JOANNES DE ÁVILA ANDALUCIE APOST. OBIIT MONTILIAE DIE X MAII AN. MDLXIX” (el venerable maestro Juan de Ávila, apóstol de Andalucía, murió en Montilla el 10 de mayo de 1569).
Cuando el 7 de octubre de 2012 fue proclamado doctor de la Iglesia, junto con santa Hildegarda de Bingen, dijo de él el papa Benedicto XVI en su homilía:
A este respecto, nos paramos un momento para admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica.
Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia.
martes, 9 de mayo de 2017
El Buen Pastor. Ravena
El Buen Pastor. s.V. Autor anónimo
Mosaico
Mausoleo de Gala Placidia, Ravena. Italia
Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.
Seguimos meditando en la figura de Jesucristo como Buen Pastor. ^Por eso, vamos a visitar una de sus representaciones más célebres. El Mausoleo de Gala Placidia en Rávena (Italia) es un célebre enterramiento monumental de la hermana del emperador Honorio, Gala Placidia. Construido entre 425 y 433. Más que por su arquitectura, este monumento es mundialmente famoso por sus suntuosos mosaicos, los más antiguos de la villa. Ellos marcan la transición entre el arte paleocristiano y el bizantino, es el más antiguo y mejor conservado de todos los monumentos con mosaicos, y al mismo tiempo uno de los más perfectos artísticamente.
Se trata de una pequeña capilla dedicada a San Lorenzo. Tiene planta de cruz griega, con uno de los lados ligeramente más largo y el crucero está cubierto con una cúpula. Esta pequeña construcción situada al lado de San Vital contiene varios sarcófagos en su interior, el más importante de los cuales estaba destinado a Gala Placidia, hija del emperador romano Teodosio el Grande y esposa del rey visigodo Ataúlfo. Las paredes y techos interiores están totalmente revestidos de mosaicos hechos a base de pequeñas teselas que crean un universo de colores. De todos ellos, el que más destaca es el del timpano central, Cristo como Buen Pastor en el paraíso, uno de los motivos iconográficos paleocristianos más difundidos desde el tiempo de las catacumbas. Está tranquilamente sentado sobre una roca del prado y pastorea a seis ovejas que le contemplan y buscan su protección. Además, el Salmo 23 nos explica la escena “El Señor es mi Pastor; nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas”.
La figura de Cristo se muestra idealizada y manifiesta la herencia helenística o pagana. Es un modelo humano joven y sin barba, que en nada se parece a la imagen siriaca que se impondrá en el siglo siguiente. La belleza de sus facciones, sumada a la dignidad y a la serenidad de su pose, nos hacen recordar los presupuestos de cómo habían de representarse los dioses en el clasicismo. Cristo se asemeja a un joven Apolo. Obsérvese la cuidada vestimenta: una dalmática dorada, en una referencia al preciado metal, manto y sandalias preciosas, con un halo dorado símbolo de su santidad. No lleva un cayado normal, sino uno en forma de cruz y trata cariñosamente a su rebaño. Las ovejas en diversas posturas le miran fijamente y un fondo de montañas y vegetación completa la delicada escena, que tiene lugar en el Paraíso.
Los mosaicos paleocristianos siguen la técnica romana, aunque son de origen griego, deriva de la palabra musa. Su uso se aplicó al revestimiento de suelos y murales, paredes y techos; están realizados con teselas, pequeñas piezas cúbicas de piedra o cristal, de cerámica vidriada de intenso color. Los mosaicos se forman yuxtaponiendo sobre un fondo de cemento pequeñas piezas llamadas teselas, que tienen distintos colores y que forman dibujos diversos. En los mosaicos se suelen distinguir tres técnicas:
Opus sectile, marmol irregular.
Opus Tesselatum, teselas cúbicas de igual tamaño y distintos colores.
Opus Verniculatum, teselas de contornos curvilíneos.
domingo, 7 de mayo de 2017
Cristóbal García Salmerón. El Buen Pastor
El Buen Pastor. XVII. Cristóbal García Salmerón
Óleo sobre lienzo. Medidas: 141 cm. x 107 cm.
Museo del Prado. Madrid.
El domingo cuarto de Pascua nos propone la meditación de la figura de Cristo como buen pastor, a quien seguimos, quien nos protege, y quien da la vida por sus ovejas. En la contemplación de esta imagen, hemos elegido una obra del pintor conquense García Salmerón, procedente del Convento del Carmen Calzado de Toledo, que hoy se conserva en el Museo del Prado.
Nos presenta una serena imagen de Cristo, que lleva a sus hombros una oveja, y porta un cartel en el que se lee: Ego sum pastor bonus et cognosco oves meas el cognoscunt me meae (Yo soy el buen pastor, y conozco a mis ovejas, y ellas me conocen).
San Gregorio Magno, en sus Homilías sobre los Evangelios, comenta este pasaje con estas palabras:
Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas, es decir, que las amo, y las mías me conocen. Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: «Los que me aman vienen tras de mí». Pues el que no ama la verdad es que no la ha conocido todavía.
Acabáis de escuchar, queridos hermanos, el riesgo que corren los pastores; calibrad también, en las palabras del Señor, el que corréis también vosotros. Mirad si sois, en verdad, sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si le conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que nos dice lo que acabamos de oír, añade también: Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.
Por ello dice también el Señor en el texto que comentamos: Igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas. Como si dijera claramente: «La prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a mí está en que entrego mi vida por mis ovejas; es decir: en la caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el Padre».
Y de nuevo vuelve a referirse a sus ovejas, diciendo: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y un poco antes había dicho: Quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. O sea, tendrá acceso a la fe, y pasará luego de la fe a la visión, de la credulidad a la contemplación, y encontrará pastos en el eterno descanso.
Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los elegidos son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente se sacia eternamente.
Busquemos, por tanto, hermanos queridísimos, estos pastos, en los que podremos disfrutar en compañía de tan gran asamblea de santos. El mismo aire festivo de los que ya se alegran allí nos invita. Levantemos, por tanto, nuestros ánimos, hermanos; vuelva a enfervorizarse nuestra fe, ardan nuestros anhelos por las cosas del cielo, porque amar de esta forma ya es ponerse en camino.
Que ninguna adversidad pueda alejarnos del júbilo de la solemnidad interior, puesto que, cuando alguien deseade verdad ir a un lugar, las asperezas del camino, cualesquiera que sean, no pueden impedírselo.
Que tampoco ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos seduzca, pues no deja de ser estúpido el caminante que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio de su viaje, se olvida de la meta a la que se dirigía.
sábado, 6 de mayo de 2017
Jesús y los discípulos
Jesús y los discípulos, 1308-1311. Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. 36,5 × 47,5 cm
Museo dell'Opera del Duomo, Siena. Italia
La obra que hoy contemplamos pertenece al conjunto de "La Maestà" de la catedral de Siena ya citada en este apartado. Es considerada la obra maestra del pintor italiano Duccio di Buoninsegna. Quedar ante esta imagen y meditar el texto del evangelio san Juan que hoy nos propone la liturgia es un ejercicio de silencio, de pregunta y de respuesta. ¿También vosotros queréis marcharos? pregunta Jesús y Pedro responde, ¿adonde vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna.
Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¿Nos rechazas de tu lado?, ¿Nos vas a dar otro tú? ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Mirad cómo Pedro, dice san Agustin, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino, porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.
Los discípulos estaban un tanto escandalizados por las palabras de Jesús, les escandaliza que haya dicho: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes?
San Agustín comenta: ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que les había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto, sencillamente, en el caso que lo hubiesen entendido. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir su cuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, integramente. "Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes", entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, y entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados. Y asevera: "El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada." El espíritu pone en movimiento a las obras de la carne como su instrumento, así el hombre se vivifica en él, y éste actúa para su salvación.
viernes, 5 de mayo de 2017
Murillo. La conversión de san Pablo
La conversión de san Pablo. 1675-1682. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 125cm x 169cm.
Museo del Prado. Madrid.
La liturgia de este tercer viernes de Pascua nos propone, en la primera lectura de la Eucaristía, la conversión de san Pablo. Los orígenes de la Iglesia estuvieron marcados tanto por la dura experiencia de la persecución como, sobre todo, por la poderosa actuación del Espíritu Santo, que resucita a Jesús de entre los muertos, y que sigue obrando sus mismos signos y prodigios, como inequívoca señal de la definitiva intervención de Dios en la historia de los hombres.
Ambos elementos convergen en la figura de Saulo, el enemigo de los cristianos que los persigue con saña no sólo en Jerusalén, sino que también extiende su furor a la ciudad de Damasco. De camino, sin embargo, el mismo Señor se le manifiesta y cambia radicalmente el destino de su existencia.
contemplamos esta escena en un lienzo de Murillo, inspirado en prototipos de Rubens, que en este caso se habrían transmitido a través de estampas. Narra el momento en que san Pablo, recién caído del caballo, oye que Cristo le pregunta: ¿Por qué me persigues? Todo ello con un sentido muy dinámico y con una utilización del color, de la luz y de las masas muy barroca, en la que se juega con el contraste entre el espacio casi vacío ocupado por la luz y Cristo, y el arremolinamiento de san Pablo y sus acompañantes ante un fondo tenebroso.
Murillo fue un artista con un temperamento pictórico pausado, y la mayor parte de los temas que cultivó se adaptaban más al movimiento contenido que al arrebato. En sus escenas de la vida doméstica de Cristo y la Virgen, sus descripciones de visiones y apariciones que transcurren tranquilamente en el interior de una celda y en horas de sueño o meditación, o sus Inmaculadas triunfales pero no apresuradas se impone un ritmo tranquilo aunque no estático. La propia técnica pictórica es muy segura y contenida; nunca fogosa o desbocada como lo era a veces en su colega Valdés Leal. Sin embargo, Murillo estaba más que suficientemente dotado para expresar el arrebato, el drama desatado y el dinamismo impetuoso, como lo demuestra sobradamente en esta obra, que por su tema y su tratamiento narrativo se cuenta entre las más singulares de su carrera.
jueves, 4 de mayo de 2017
Icono ruso. Bautizo del eunuco por Felipe
Bautizo del eunuco por Felipe. 1751-1800. Anónimo
Témpera sobre tabla. Medidas: 39cm x 36cm.
Museo de Iconos de Recklinghausen. Alemania.
La Liturgia del Jueves Tercero de Pascua nos propone en la primera lectura de la eucaristía el episodio del encuentro de Felipe con el eunuco, ministro de la reina Candaces de Etiopía. Este devoto judío volvía de Jerusalén y leía en su carroza el libro del profeta Isaías. Se encuentra con Felipe, y le pregunta por el sentido de esta profecía: Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos. Felipe toma como base este texto para anunciarle su cumplimiento en Jesús. Tras el anuncio de la buena noticia de Jesús, el eunuco le pide el bautizo.
No se trata de un tema frecuente en la iconografía cristiana. El año pasado contemplamos un lienzo de Lambert Sustris. Este año hemos encontrado un icono anónimo, conservado en el Museo de los Iconos de Recklinghausen, en Alemania. Se trata de una obra propia del período rococó, pero con una gran calidad en cuanto al detalle. En primer plano nos presenta el bautizo en una aguas que fluyen por la izquierda, dejando espacio en el fondo, a la derecha, para la carroza en la que el apóstol le explica al eunuco el sentido de la profecía.
miércoles, 3 de mayo de 2017
San Felipe y Santiago
Crucificado entre Santiago el Menor, Felipe y Francisco. 1625. Giovanni Battista Crespi
Óleo sobre lienzo 360 x 180 cm. Seveso
Seminario Arzobispal de Seveso, Milan. Italia
Cuando nos detenemos frente a un cuadro como éste se reconoce la belleza. Pero esta constatación, se enfrentan a un problema: ¿cómo podemos decir que un crucifijo es hermoso?, ¿dónde está la belleza frente a un cuerpo clavado en la cruz y condenado a una muerte terrible? La respuesta simple es atribuir a la habilidad del pintor con su fina pincelada, colores intensos, los movimientos armoniosos. Pero esto no es suficiente, si fuese sólo una cuestión de forma, la belleza quedaría cerrada y sellada en una escenografía tan atormentada como vacía, y al fin, desesperada.
La belleza, sin embargo, se proclama, se abre, podríamos decir que se desparrama. Anticipa lo que el mundo simplemente no puede dar. La belleza es la promesa que supera la prueba y sigue siendo cierta a pesar de las heridas infligidas por el último y más implacable enemigo: la muerte. La belleza, enseñan los filósofos medievales, es el esplendor de la verdad. Y nada es más cierto de una vida entregada en la caridad. Esto es lo que vemos frente a un crucifijo. Aunque Jesús era igual a Dios, se hizo semejante a los hombres, y tomó consigo su humanidad tan profundamente que, en la cruz, su vida ha sucumbido a la muerte. La Muerte, sin embargo, no tenía la última palabra. Cristo ha encarnado el amor de caridad y dio su vida por los hombres y los encomendó a los brazos del Padre. Incluso si la muerte fue capaz de afectar a la vida, sin embargo, no ha destruido el amor que rige y gobierna su vida y de esto da testimonio el mismo Cristo resucitado.
Aquí, pues, podemos encontrar una respuesta a nuestra pregunta inicial. Una obra de arte comunica belleza cuando contiene esta promesa: el amor, capaz de darse así no sucumbe. Y una obra de arte, cuando es proclamación cristiana, va todavía mas allá en profundidad, diciéndonos que esta vida, esta belleza, esta verdad se ha hecho visibles, como primicia, en el cuerpo, en el rosto de Cristo. La belleza es la promesa y,por tanto, pide tiempo. El cuerpo fijo en la cruz brilla con una luz blanca que anticipa a los ojos de la fe, el cuerpo transfigurado del Resucitado.
San Felipe, a la derecha del lienzo, mirando a los ojos a los que llegan antes de la pintura, abre una brecha, crea una continuidad de tiempo y espacio entre el espectador y el crucifijo. Llama a los fieles al Gólgota y los convierte en peregrinos. Es una invitación a emprender un camino de conversión.
Santiago el menor, a la izquierda de la cruz, contempla el misterio del amor de Dios que se hace visible en la obediencia del Hijo, en la oscuridad del Viernes Santo surge la luz; en el grito emitido desde la cruz se reconoce a la Palabra que hace nuevas todas las cosas. La belleza no es un ideal, sino una persona, un cuerpo a tocar, acariciar, a admirar, a contemplar.
San Francisco, casi oculto, humildes, se arrodilla y besa el árbol. Después de la conversión que purifica, después de la contemplación que ilumina el corazón. El tercero santo de la escena, el santo con los estigmas, el "alter Christus" , señala el camino de la unión con Dios, la forma en que se ha de transformar nuestra vida y hacer que sea fructífera.
La belleza es la promesa y, por lo tanto, pide tiempo. El tiempo que se hace carne e historia, de modo que el corazón pueda estar abierto a la conversión, para que la historia esté abierta a la gracia.
martes, 2 de mayo de 2017
Juan de Juanes. Estaban acusado de blasfemo.
San Esteban acusado de blasfemo. 1562. Juan de Juanes
Óleo sobre tabla. Medidas: 160cm x 123cm.
Museo del Prado. Madrid.
En aquellos días, Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado.» Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.» Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Leemos hoy en la Eucaristía el final del capítulo 7 del Libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos narra el martirio de san Esteban. Juan de Juanes pintó para la Iglesia de San Esteban de Valencia un conjunto de tablas sobre el santo, una de las cuales contemplamos hoy.
Se trata del momento en el que san Esteban afirma que contempla al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios. El artista presenta al santo con el libro de la Escritura, con las que acaba de argumentar que Jesús es el Mesías, señalando en éxtasis hacia lo alto, donde aparece Jesús resucitado. Viste la dalmática de los diáconos, y la escena se sitúa dentro de una rica arquitectura ornamentada con motivos típicamente renacentistas.
Ajenos a la visión de la gloria del Resucitado, los judíos, por su parte, se tapan los oídos, llenos de rabia, y levantan los puños en señal del rencor que les provoca Esteban. La obra de Juan de Juanes refleja con gran belleza el dramatismo del momento: el éxtasis del mártir frente al odio de los que rechazan la fe. Una tabla, en suma, destinada a la contemplación de los fieles, al estar expuesta en el retablo del templo dedicado al santo en la capital valenciana.
lunes, 1 de mayo de 2017
San José obrero
Infancia de Cristo, ca.1620. Obra de Gerrit van Honthorst
Óleo sobre lienzo. 137x185 cm
Museo del Hermitage, San Petersburgo. Rusia
Hoy celebra la Iglesia la figura de san Jose, en el martirologio romano lo cita así: San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su trabajo remedió las necesidades de María y de Jesús e inició al Hijo de Dioen los trabajos de los hombres. Por esta razón, en este día, en el que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.
En el trabajo, todo hombre ha de ser dignificado. Éste no ha de ser una vía de insensible productividad marcada por objetivos interesados. Únicamente la obtención de máximo lucro corrompe al hombre y lo convierte en esclavo de quien debería ser señor. Solo una manera en la que el hombre con su esfuerzo y el acto renovado diariamente de querer aportar algo a la creación con su trabajo hace que el hombre se asemeje mas a su creador. No somos números que producen con el fin de mantener una economía sino que somos instrumentos de Dios y es en el trabajo donde ponemos a disposición de los demás los dones que Dios nos ha entregado. Sobre la actividad humana en todo el mundo el concilio Vaticano segundo decía estas palabras en la constitución pastoral que habla sobre la Iglesia en el mundo actual.
Con su trabajo y su ingenio el hombre se ha esforzado siempre por mejorar su vida; pero hoy, gracias a la ayuda de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado y sigue desarrollando su dominio sobre casi toda la naturaleza y, gracias sobre todo a las múltiples relaciones de todo tipo establecidas entre las naciones, la familia humana se va reconociendo y constituyendo progresivamente como una única comunidad en todo el mundo. De donde resulta que muchos bienes que el hombre esperaba alcanzar de las fuerzas superiores, hoy se los procura con su propio trabajo. Ante este inmenso esfuerzo, que abarca ya a todo el genero humano, el hombre no deja de plantearse numerosas preguntas: ¿Cuál es el sentido y el valor de esa actividad? ¿Cómo deben ser utilizados todos estos bienes? Los esfuerzos individuales y colectivos ¿qué fin intentan conseguir? La Iglesia, que guarda el depósito de la palabra de Dios, de la que se deducen los principios en el orden moral y religioso, aunque no tenga una respuesta preparada para cada pregunta, intenta unir la luz de la revelación con el saber humano para iluminar el nuevo camino emprendido por la humanidad.
San Jose puede ser un modelo de humilde trabajador que supo custodiar un tesoro a él entregado y a la vez desarrollo sus dones en la familia de Nazaret, nos entregó a Cristo en la sencillez y laboriosidad del trabajo y su escucha atenta y disponibilidad a la misión encomendada por Dios nos hacen ver como en el desarrollo humilde de la actividad diaria, en la vocación a la que Dios nos ha llamado, se manifiesta de lleno la voluntad de Dios. El Papa Francisco en su homilía en la Misa de comienzo del ministerio petrino el dia 19 de marzo de este año cito de esta manera a san José:
Dios no desea una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu.
José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es aún más sensible a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
El tema de este lienzo se piensa que es una historia apócrifa de la infancia de Cristo: Jesús ayuda del carpintero José. Gerrit van Honthorst fue uno de los principales seguidores holandeses de Caravaggio. La influencia del gran maestro italiano es clara en la naturaleza terrena de la escena, en las medias distancias que se muestran, y en los poderosos contrastes de luz y sombra. Aquí una vela como una fuente de luz intensa puede referirse a las palabras de Cristo: "Yo soy la luz del mundo"
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