domingo, 30 de abril de 2017

Salterio de St. Alban. Cena de los discípulos de Emaús.

Cristo con los Discípulos de Emaús
Psalterio de San Alban - Siglo XII
Biblioteca Capitular de Hildesheim

Contemplamos hoy la escena de la aparición del Resucitado a los discípulos de Emaús. Lo reconocieron en la fracción del pan, después de haberles explicado cuanto a él se refería en las Escrituras. Este momento fue recogido en una ilustración del Salterio de San Alban. Se trata de uno de los mejores libros iluminados del románico inglés. Las iluminaciones eran ilustraciones que se hacían en los códices, escritos completamente a mano y dibujados por artistas para nosotros desconocidos.

San Agustín comenta así esta escena en su sermón 234: Estos días leemos el relato de la resurrección del Señor según los cuatro evangelistas. Y es necesario leerlos a todos, porque cada evangelista por separado no lo dijo todo, sino que lo que uno omite lo dice el otro. Y de tal manera se completan unos a otros, que todos son necesarios.

El evangelista Marcos apenas si esbozó lo que Lucas ha narrado más ampliamente respecto de aquellos dos discípulos, que no eran del grupo de los Doce, y que sin embargo eran discípulos; a los cuales el Señor se apareció cuando iban de camino y se puso a caminar con ellos. Marcos se limita a decir que el Señor se apareció a dos de ellos que iban de viaje; en cambio el evangelista Lucas nos cuenta —como acabamos de escuchar— todo lo que les dijo, lo que les respondió, hasta dónde caminó con ellos y cómo le reconocieron en la fracción del pan.

¿Qué es, hermanos, qué es lo que aquí se debate? Tratamos de afianzarnos en la fe que nos asegura que Cristo, el Señor, ha resucitado. Ya creíamos cuando hemos escuchado el evangelio, y al entrar hoy en esta iglesia éramos ya creyentes; y sin embargo, no sé por qué se oye siempre con gozo lo que nos refresca la memoria. Y ¿cómo no va a alegrarse nuestro corazón desde el momento en que nos parece ser mejores que estos dos que van de camino y a quienes el Señor se aparece? Pues nosotros creemos lo que ellos todavía no creían. Habían perdido la esperanza, mientras que nosotros no abrigamos duda alguna sobre lo que para ellos constituía motivo de duda.

Habían perdido la esperanza porque el Señor había sido crucificado. Así lo dan a entender sus palabras. Cuando Jesús les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino, y por qué estáis tristes? Ellos le contestaron: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí? El les preguntó: ¿Qué? Preguntaba aun sabiéndolo todo de sí mismo, y es que deseaba estar con ellos. ¿ Qué?, les preguntó. Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes para que lo crucificaran. Y ya ves, hace tres días que sucedió esto. Nosotros esperábamos... ¿Esperabais? ¿Luego ya no esperáis? ¿A esto se reduce vuestra condición de discípulos? Os supera el ladrón en la cruz. Vosotros habéis olvidado a vuestro Maestro, él reconoció al que, como él, pendía en la cruz.

Nosotros esperábamos... ¿Qué es lo que esperabais? Que él fuera el futuro liberador de Israel. Lo que esperabais y, una vez Cristo crucificado, perdisteis, eso es lo que el ladrón crucificado reconoció. Le dijo, en efecto, al Señor: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Ved que él era el futuro liberador de Israel. Aquella cruz era una escuela. En ella el Maestro adoctrinó al ladrón. El leño del que pendía, se convirtió en cátedra del que enseñaba. Que el que os ha sido restituido, haga renacer la esperanza en vosotros. Como así sucedió.

Con todo, recordad, carísimos, cómo el Señor Jesús quiso ser reconocido al partir el pan por aquellos, cuyos ojos eran incapaces de reconocerlo. Los fieles comprenden lo que quiero decir, pues también ellos reconocen a Cristo en la fracción del pan. Porque no cualquier pan se convierte en el cuerpo de Cristo, sino tan sólo el que recibe la bendición de Cristo.

sábado, 29 de abril de 2017

Maíno. Santa Catalina de Siena

Santa Catalina de Siena. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre tabla. Medidas: 118cm x 92cm.
Museo del Prado. Madrid.

Hoy recuerda el Martirologio romano la santidad de santa Catalina de Siena, la monja dominica del siglo XIV, cuya fuerza espiritual animó la vida de la Iglesia, inmersa en esos momentos en una difícil crisis, a causa de la estancia del Papa fuera de su sede romana, en la ciudad de Avignon. Escritora excelsa, nos transmite en sus escritos su experiencia de unión con Cristo, especialmente en lo referente a los misterios de su Pasión. Si el año pasado escogimos el Éxtasis de Batoni, este año vamos a contemplar una tabla de fray Juan Bautista Maíno.

El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando los asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613. Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.

Santa Catalina de Siena aparece de perfil, concentrada y en actitud orante, dirigiendo la mirada hacia lo alto, el lugar que ocupaba en el retablo la imagen de Cristo crucificado. Además del hábito dominico, muestra las mismas llagas padecidas por Cristo en la Cruz y cubre la cabeza con una corona de espinas, una alusión directa a las visiones de la Pasión de Santa Catalina.

jueves, 27 de abril de 2017

Nuestra Señora de Montserrat

Nuestra Señora de Motserrat, s. XII. Autor anónimo
Talla sobre madera de álamo y estuco policomado. 95 cm
Monasterio de Montserrat, Barcelona. España

Hoy celebramos la festividad de Nuestra Señora de Motserrat, venerada no solo en el monasterio del mismo nombre sino en muchas otras partes de la cristiandad. Por ejemplo, en Italia se han contado más de ciento cincuenta iglesias o capillas dedicadas a la Virgen de Montserrat, bajo cuya advocación se erigieron algunas de las primeras iglesias de México, Chile y Perú, y con el nombre de Montserrat han sido bautizados monasterios, pueblos, montes e islas en América.

El culto de la Virgen de Montserrat se remonta más allá de la invasión de España por los árabes. La imagen, ocultada entonces, fue descubierta en el siglo IX. Para darle culto, se edificó una capilla a la que el rey Wilfredo el Velloso agregó más tarde un monasterio benedictino.

Cuenta la leyenda que unos pastores estaban pastando sus ovejas cerca de Montserrat y descubrieron la imagen de madera en una cueva, en medio de un misterioso resplandor y cantos angelicales. Por órdenes del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión, pero no llegó a su destino, ya que la estatua se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces fue depositada en una ermita cercana, y permaneció allí hasta que se construyó el actual monasterio benedictino.

Los milagros atribuidos a la Virgen de Montserrat fueron cada vez más numerosos y los peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela los divulgaron. Entre los santos que visitaron el lugar venerado se encuentran san Pedro Nolasco, san Raymundo de Peñafort, san Vicente Ferrer, san Francisco de Borja, san Luis Gonzaga, san José de Calasanz, san Antonio María Claret y san Ignacio de Loyola, que, siendo aún caballero, se confesó con uno de los monjes y pasó una noche orando ante la imagen de la Virgen. 

miércoles, 26 de abril de 2017

Murillo. San Isidoro

San Isidoro, 1655. Obra de Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm.
 Catedral de Sta. María, Sevilla, España

Nació en Cartagena, España hacia el año 560. Su padre llamado Severiano, pertenecía a un familia hispano-romana de elevado rango social; su madre, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza. San Isidoro era el menor de cuatro hermanos. Sus dos hermanos, Leandro y Fulgencio también llegaron a ser santos. Su hermana Santa Florentina, fue abadesa de varios monasterios. Su hermano Leandro que era mucho mayor que él, se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Parece ser que Leandro era muy severo, porque cuenta una leyenda, que siendo Isidoro muy niño huyó de su casa para escapar de la severidad de su hermano. Luego volvió por voluntad propia, lleno de buenos propósitos. Leandro lo encerró para impedir que se escape de nuevo. Probablemente lo envió a un monasterio para seguir estudiando. Un día se acercó a un pozo para sacar agua y notó que las cuerdas habían hecho hendidura en la dura piedra. Entonces comprendió que también la conciencia y la voluntad del hombre pueden vencer las duras dificultades de la vida. Entonces regresó con amor a sus libros.

Se formó con lecturas de san Agustín de Hipona y San Gregorio Magno; estudió en la escuela Catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de transición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas. Fue como un puente entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba. Su influencia fue muy grande en Europa, especialmente en España. Entre sus discípulos está San Ildefonso de Toledo

Isidoro llegó a ser uno de los hombres mas sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de profunda humildad y caridad. Se lo llamó el Maestro de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura cristiana. Desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, presidió el segundo Concilio de Sevilla en 619, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino. Según parece, San Isidoro previó que la unidad religiosa y un sistema educativo amplio, podían unificar los elementos heterogéneos que amenazaba desintegrar España y gracias a eso gran parte del país se convirtió en un centro de cultura, mientras que el resto de Europa se hundía en la barbarie.

La principal contribución de San Isidoro a la cultura, fueron sus Etimologías u Orígenes (630), una "summa" muy útil de la ciencia antigua condensando, mas con celo que con espíritu crítico, los principales resultados de la ciencia de la época, dividido en veinte libros, tuvo enorme influencia en las instituciones educativas del Medioevo siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del siglo XVI. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, un código de reglas monacales, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos. La historia de los visigodos, es la única fuente de información sobre los godos. También escribió historia de los vándalos y de los suevos.

Su episcopado duró treinta y siete años, bajo seis reyes, completó la obra comenzada por San Leandro, que fue de convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo. Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español. Fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios, dedicándose personalmente a la instrucción de los candidatos al sacerdocio. Otro de los grandes servicios que San Isidoro prestó a la Iglesia española fue el de completar el misal y el breviario mozárabes, que San Leandro había empezado a adaptar de la antigua liturgia española. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas sus faltas, perdonó a sus enemigos y suplicó al pueblo que rogara a Dios por él. Distribuyendo entre los pobres el resto de sus posesiones, volvió a su casa y murió apaciblemente el 4 de abril del año 636 a la edad de 80 años. El año 1063 fue trasladado su cuerpo a León, donde hoy recibe culto en la iglesia de su nombre. El papa Inocencio XIII lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1722.

El lienzo está realizado para ser contemplado desde un punto de vista bajo, ya que fueron creadas para estar colgadas en la Sacristía de la Catedral de Sevilla, por lo que destaca la pincelada fluida y pastosa empleada por el maestro, sobre todo en la túnica y en la capa. Sin embargo, Murillo no ha renunciado a recoger a la perfección la actitud serena y concentrada del santo, sujetando de manera solemne en báculo de obispo con su mano derecha mientras que con la izquierda sostiene el libro que alude a su actividad de escritor de asuntos teológicos en la España visigoda. El santo patrono de la ciudad sevillana y Doctor de la Iglesia recorta su monumental figura ante un cortinaje oscuro que deja ver una columna y un celaje en la zona de la derecha, resultando una composición de gran belleza.

martes, 25 de abril de 2017

Juan Ribalta. San Marcos y san Lucas

San Marcos y san Lucas, 1625. Juan Ribalta
Óleo sobre lienzo,  66 cm x 102 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Celebramos hoy la fiesta del evangelista san Marcos. Contemplamos un lienzo en el que se representan a los santos evangelistas Lucas y Marcos, obra de Juan de Ribalta. Era hijo de Francisco, y desarrolló su corta carrera en Valencia, donde se trasladó siendo niño con su padre. Su estilo tiene como punto de referencia el de éste y, por lo tanto contiene numerosas referencias naturalistas, que mezcla con un gusto personal por el cromatismo. 

Su tema y su formato sugieren que formaron parte del banco de algún retablo. Están realizadas con pinceladas menudas, de delicado trazo, propias de un miniaturista preciso, de un excelente dibujante. Se aprecia además en ellas la importante influencia que ejerció en Valencia el pintor Pedro de Orrente, quien gustó de representar la historia sagrada en clave de pintura de género. Probablemente fueron adquiridas en 1802 por Carlos IV durante el viaje que realizó a Valencia, y durante mucho tiempo se atribuyeron al padre. La composición es muy singular, y tanto el dibujo como el modelado de las figuras están muy cuidados y revelan a un artista seguro y de notables dotes

lunes, 24 de abril de 2017

Anónimo. Jesucristo dándole la comunión a la Virgen

Jesucristo dándole la comunión a la Virgen. 1600. Anónimo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 161cm x 118cm.
Museo del Prado. Madrid.

La Pascua es el tiempo litúrgico en el que los los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía), cobran una singular importancia. Son los sacramentos que nos engendran a la nueva vida, que en la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo ha sido ofrecida por Dios a todos los hombres. Estos sacramentos congregan a la Iglesia, como el nuevo pueblo de Dios, que camina por este mundo hacia el Reino de Dios.

La iconografía cristiana buscó simbolizar de distintas formas estos ricos contenidos teológicos que fundamentan la fe. Uno de esos intentos es la obra que hoy proponemos para nuestra consideración: Cristo dándole  la comunión a la Virgen. Se trata de una obra de devoción, que no tiene como base hecho histórico alguno. Cristo aparece como sacerdote que celebra la misa con un diácono y un subdiácono, a la que asiste la Virgen María, y en la que los ángeles cantan.

En esta obra, se pone de manifiesto, por una parte, el sentido de la Eucaristía como memorial de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Se pone el énfasis en el hecho de que el sacerdote actúa in persona Christi, es decir, actúa en nombre y representación de Cristo. Cristo, por tanto, se nos da por entero en cada Eucaristía, renovando el sacrificio que en vida ofreció sobre la Cruz. Esta Eucaristía da vida a la Iglesia, representada por la Virgen María.

domingo, 23 de abril de 2017

Cima da Conegliano. La Incredulidad de Santo Tomás

La Incredulidad de Santo Tomás. 1502-1504. Cima da Conegliano
Óleo sobre tabla. Medidas: 294cm x 199cm.
National Gallery. Londres.

La liturgia del segundo domingo de Pascua nos narra la incredulidad de Santo Tomás. Para ilustrarla, hemos escogido una obra del renacimiento italiano, pintada por Cima da Conegliano. La obra fue encargada en 1497 para el altar de la Iglesia de San Francisco en Portogruaro, al norte de Venecia. En el centro de una rica estancia, con dos ventanales al fondo desde los que se divisa un paisaje, se aparece Cristo a los apóstoles, que lo rodean en medio círculo. Va desnudo, cubierto con un manto de color blanco. Santo Tomás se destaca a su izquierda, dirigiendo su mano derecha hacia la herida del costado de Jesús.

San Cirilo de Alejandría comenta la aparición del Señor en su Comentario al Evangelio de san Juan, destacando la nueva condición de la humanidad de Cristo, definitivamente transfigurada en el misterio de la Pascua. Estas son sus palabras:


Observa de qué modo Cristo, penetrando milagrosamente a través de las puertas cerradas, demostró a sus discípulos que era Dios por naturaleza, aunque no distinto del que anteriormente había convivido con ellos; y mostrándoles su costado y las señales de los clavos puso en evidencia que el templo que pendió de la cruz y el cuerpo que en él se había encarnado, lo había él resucitado, después de haber destruido la muerte de la carne, ya que él es la vida por naturaleza, y Dios.

Ahora bien, da la impresión de que fue tal su preocupación por dejar bien sentada la fe en la resurrección de la carne, que, no obstante haber llegado el tiempo de trasladar su cuerpo a una gloria inefable y sobrenatural, quiso sin embargo aparecérseles, por divina dispensación, tal y como era antes, no llegasen a pensar que ahora tenía un cuerpo distinto de aquel que había muerto en la cruz. Que nuestros ojos no son capaces de soportar la gloria del santo cuerpo —en el supuesto de que Cristo hubiera querido manifestarla antes de subir al Padre— lo comprenderás fácilmente si traes a la memoria aquella transfiguración operada anteriormente en la montaña, en presencia de los santos discípulos.

Cuenta, en efecto, el evangelista san Mateo que Cristo, tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió a una montaña y allí se transfiguró delante de ellos; que su rostro resplandecía como el sol y que sus vestidos se volvieron blancos como la nieve; y que, no pudiendo ellos soportar la visión, cayeron de bruces.

Así pues, por un singular designio, nuestro Señor Jesucristo, antes de recibir la gloria que le era debida y conveniente a su templo ya transfigurado, se apareció todavía en su primitiva condición, no queriendo que la fe en la resurrección recayera en otra forma y en otro cuerpo distinto de aquel que había asumido de la santísima Virgen, en el cual además había muerto crucificado, según las Escrituras, ya que la muerte sólo tenía poder sobre la carne, e incluso de la carne había sido expulsada. Pues si no resucitó su cuerpo muerto, ¿dónde está la victoria sobre la muerte?

O ¿cómo podía cesar el imperio de la corrupción, sino mediante una criatura racional, que hubiera pasado por la experiencia de la muerte? No, cierto, mediante un alma o un ángel ni siquiera por mediación del mismo Verbo de Dios. Y como la muerte sólo obtuvo poder sobre lo que por naturaleza es corruptible, sobre eso mismo es justo pensar que debía emplearse toda la virtualidad de la resurrección, a fin de derrocar el tiránico poder de la muerte.

Por tanto, todo el que tenga un adarme de sentido común contará entre los milagros del Señor el que entrara en la casa estando la puertas cerradas. Saluda, pues, a los discípulos con estas palabras: Paz a vosotros, designándose a sí mismo con el nombre de «paz». En efecto, los que gozan de la presencia de Cristo, es lógico que estén tranquilos y serenos. Es precisamente lo que Pablo deseaba a los fieles, diciendo: Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos. Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, dice no ser otra que su Espíritu, el cual colma de toda clase de bienes a quien participare de él.

sábado, 22 de abril de 2017

Juan de Flandes. Aparición de Cristo a su madre

Aparición de Cristo a su madre. 1500. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. Medidas: 22cm x 16cm.
Gemäldegalerie de Berlín. Alemania

Aunque los evangelios no nos narran una aparición particular del Resucitado a su madre, la tradición cristiana ha considerado con frecuencia esta circunstancia, que no sólo ha pasado al arte, sino que ha sido objeto de la devoción popular a través de las llamadas Procesiones del Encuentro.

Este tema también fue abordado por Juan de Flandes. Su tabla de la Aparición de Cristo a su madre tiene una estructura similar a las de la Anunciación: María se encuentra de rodillas, meditando ante el libro de las Escrituras, que tiene abierto ante ella. Aparece Jesús, revestido únicamente con el manto púrpura de su realeza. Se lee el mensaje: Resurrexit et adhuc sum tecum. Se trata del introito del día de Pascua: He resucitado y estoy contigo.

En la presente tabla predomina el ambiente de oración sobre los sentimientos naturales de alegría. No se trata tanto de un encuentro afectivo, cuanto de la constatación del misterio de la divinidad de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Jesús y María quedan encuadrados por una estructura arquitectónica, en cuyo frontispicio se adivina el escudo de los Reyes Católicos. Por encima de esta estructura, asisten a la aparición en sendos nimbos el Padre Eterno y el Espíritu Santo, confiriendo al conjunto la plenitud teológica del misterio de la Trinidad.

viernes, 21 de abril de 2017

La pesca milagrosa

La pesca milagrosa. 1444. Obra de Konrad Witz.
Temple sobre tabla, 132 × 154 cm
Museo de arte e historia, Ginebra,  Suiza

La pesca milagrosa es la obra más conocida del pintor del gótico flamenco suizo Konrad Witz. Pintada al temple sobre tabla, data del año 1444. En el marco se puede leer "Hoc opus pinxit magister conradus sapientis de Basilea 1444, esto es, esta obra fue pintada por el maestro Konrad Witz de Basilea en 1444. Es un fragmento del retablo de san Pedro que se cree  pudo estar destinado para la catedral de San Pedro en Ginebra. En esta obra se representa el episodio del evangelio de hoy viernes de la octava pascual: la pesca milagrosa que aparece en el capítulo 21 del Evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

En primer plano, a la derecha, aparece la figura monumental de Cristo, medio vuelto de espaldas y envuelto en una capa de intenso color rojo, color que simboliza su pasión. Parece estar flotando por encima de las aguas, esto se debe a querer acentuar ser un milagro ocurrido después de la Resurrección, por lo que aparece como una aparición posterior a la muerte. En segundo plano aparecen los apóstoles, en su barca, recogiendo con dificultades las redes llenas de peces. Vemos la figura de Pedro en la barca y nadando hacia el maestro que espera en la orilla y que ha sido reconocido por Juan. Los apóstoles están representados de manera realista, como personas normales aunque llevan halo debido a la santidad de estos y la convención iconográfica, por ejemplo la figura de Pedro es reconocible por su iconografía, o el joven Juan . Se logran efectos de transparencia de las aguas a través de la técnica de finas veladuras que hace que una capa de color nos muestre la otra subyacente. Detrás se ve un paisaje umbrío, en tonos verde oscuro y con el cielo grisáceo, que se pretende representar con realismo, en una de las primeras representaciones paisajísticas que pretenden ser veraces, al reflejar el lago Lemán o lago de Ginebra en calma, con gran realismo en las aguas. Es uno de los primeros cuadros occidentales que representan un paisaje perfectamente identificable. Los montes que quedan detrás son claramente reconocibles: el Salève o el Dôle que es el que queda encima de la cabeza de Cristo y tiene un perfil muy fácil de reconocer. Las cabezas de las figuras están repintadas ya que fueron dañadas durante el más intenso período de iconoclasia protestante.

jueves, 20 de abril de 2017

Fra Angelico. La Resurrección de Cristo

La Resurrección de Cristo. 1440-42. Fra Angelico
Fresco. Medidas: 181cm x 151cm.
Convento de San Marcos. Florencia.

El misterio de la Resurrección no sólo se propone a nuestra fe como un elemento para su credibilidad, sino que también requiere de nuestra meditación y oración. Así lo captó Fra Angelico cuando pintó este fresco en una de las celdas del Convento de San Marcos de Florencia. A la izquierda situó a santo Domingo, postrado en oración, ante la tumba de la que la asciende el señor resucitado. Un ángel vestido de blanco, tal como relata las antífonas que se cantan durante la Octava de Pascua, tomadas el Evangelio según san Mateo, se sienta sobre la tumba y dice a las mujeres que el Señor no está en el sepulcro, sino que ha resucitado.

Efectivamente, orlado de un nimbo luminoso, asciende Cristo del sepulcro. Lleva en la mano la una bandera blanca, sobre la que ondea la cruz roja. En la otra mano, lleva un palma, que alude a la victoria de su martirio. Las mujeres situadas a la derecha de la tumba fueron pintadas por un discípulo de Fra Angelico: Benozzo Gozzolli.

miércoles, 19 de abril de 2017

Altobello Melone. El camino de Emaús

El camino de Emaús. 1516. Altobello Melone
Óleo sobre tabla. Medidas: 145cm x 144cm.
National Gallery. Londres.

La liturgia del Miércoles de Pascua nos presenta el relato de los discípulos de Emaús. De regreso a su aldea, dos discípulos son abordados por un tercer caminante, al que desconocen, y que les interroga sobre lo que conversaban durante el camino. Ellos se sorprenden de que el desconocido caminante ignore todo lo sucedido en Jerusalén durante la celebración de la Pascua. "Tú eres el único forastero que no sabes lo que ha pasado". En latín, este texto dice: "Tu solus peregrinus es in Ierusalem....". La duplicidad de sentidos de la palabra latina "peregrinus", forastero y peregrino, dio lugar desde la Edad Medía a representar a Cristo, el caminante desconocido, como un peregrino. Es exactamente lo que hace el autor que hoy hemos escogido, Altobello Mellone, en su tabla sobre los discípulos de Emaús.

Aparecen los dos discípulos que caminan hacia Emaús y, detrás de ellos, Cristo los detiene. Va vestido con un traje corto, de caminante, en un tono azul celeste, con un amplio sombrero con una concha cosida: alusión evidente a la popular peregrinación a Santiago de Compostela. El aire que respira la obra es plenamente renacentista. Especialmente la figura de Cristo es de una excepcional belleza.



martes, 18 de abril de 2017

Corregio. Noli me tangere

Noli me tangere. 1525. Correggio
Óleo sobre tabla. Medidas: 130cm x 103cm.
Museo del Prado. Madrid

Este Martes de Pascua contemplamos el encuentro del Resucitado con María Magdalena, para lo cual recurrimos a la célebre obra de Corregio. María Magdalena, de rodillas y ricamente vestida a la moda del siglo XVI, reconoce a Cristo resucitado en la figura de un hortelano. La escena muestra la primera aparición de Cristo tras su muerte. Magdalena, acaba de reconocer a su Maestro que, situado junto a unos aperos de labranza, señala al cielo indicándole No me toques (Noli me tangere), que todavía no he subido al Padre

El detallismo con que la obra está pintada delata el destino del encargo, la capilla de la familia Ercolani en Bolonia, uno de los pocos encargos privados realizados por Correggio tras regresar a Parma en 1520 después de su estancia de formación en Roma. La composición es de un equilibrio extraordinario, en el que se contrarrestan la inestabilidad de la figura de la Magdalena con la serenidad de Cristo frente a un paisaje iluminado por la luz del amanecer. 

Esta obra fue regalada por el príncipe Ludovisi a Felipe IV (1605-1665), quien destinó la obra al Monasterio de El Escorial.

lunes, 17 de abril de 2017

Rubens. La Cena de Emaús

Cena de Emaús.1635-1640. Pedro Pablo Rubens
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 144cm x 157cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Dos peregrinos en trayecto a Jerusalén se encuentran con un caminante a quien invitan a cenar. En el momento en que el desconocido bendice el pan en la mesa, reconocen en él a Cristo resucitado, según relata el Evangelio de San Lucas (24, 13-55).

El pintor sitúa la escena en un espacio semiabierto a un paisaje arquitectónico, con una fortaleza y un edificio barroco por el que se asoma una figura, los cuales, junto con la calidez de la luz empleada, dan un cierto aire italianizante a la obra.

Las figuras de los peregrinos, con sus gestos, muestran el dominio de la expresividad por parte del Rubens más maduro. A un lado, el grotesco posadero contempla la escena, ignorante de la trascendencia religiosa del acontecimiento.

sábado, 15 de abril de 2017

Cristo Yacente


 Cristo Yacente, 1625-30. Obra de Gregorio Fernandez
Talla de madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid. España

¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo.


Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. El, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor esté con todos». Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu». Y, tomándolo por la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz».

Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: "Salid", y a los que se encuentran en las tinieblas: "Iluminaos", y a los que duermen: "Levantaos".

A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti, me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado.


Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada; contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados, que habían sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.


Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.

Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.

El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad».

(De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado (PG 43, 439.451.462-463)


viernes, 14 de abril de 2017

Zurbarán. San Lucas como pintor ante Cristo en la Cruz

San Lucas como pintor ante Cristo en la Cruz. 1650. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 105cm x 84cm.
Museo del Prado. Madrid.

Viernes Santo. La actitud ante este día la encuentro perfectamente retratada en el personaje que Zurbarán situó al pie de la Cruz: san Lucas. Observa el acontecimiento que tiene delante para poder pintarlo con los instrumentos de pintura que sostiene en la mano izquierda, pero contempla desde la fe, simbolizada por la mano sobre el corazón, el misterio central de la historia de la humanidad.

Ante un fondo oscuro se recorta la figura casi escultórica del Crucificado al que devotamente mira san Lucas que, además de evangelista, fue médico y artista. Tras esa referencia de carácter bíblico quizá se esconde una alusión más general al valor de la pintura como arte que alcanzaba su mayor utilidad en su condición de instrumento devocional. También se ha apuntado que puede tratarse de un autorretrato -más alegórico que literal- de Zurbarán. 

El Crucificado aparece clavado a la Cruz con cuatro clavos, fórmula que deriva en última instancia de Durero y que fue muy común entre los pintores que trabajaron en Sevilla en el siglo XVII, como Pacheco, Velázquez o Alonso Cano. 

jueves, 13 de abril de 2017

Última Cena


Última cena. 1570. Obra de Tintoretto
Óleo sobre lienzo, 228x535 cm
 Iglesia de San Trovaso, Venecia. Italia

Última cena o Lavatorio. 1549. Obra de Tintoretto
Óleo sobre lienzo. 210 cm x 533 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy día de Jueves Santo he escogido dos imágenes de un mismo autor, Jacopo Robusti Tintoretto debido a que tal día como hoy la Iglesia celebra en una misma celebración diferentes cosas y en ellos se aprecia muy bien el sentido litúrgico espiritual del día. Por una parte, la institución de la eucaristía,  la del sacerdocio y el amor fraterno, servicio, caridad.

En el cuadro de arriba podemos ver como Cristo, sacerdote eterno distribuye la comunión  la eucaristía  su cuerpo a los discípulos y como éstos hacen extensiva la misma a cuantos a ella se acercan, pobres, enfermos y niños, gozan de sus beneficios y bondades. Solo un personaje queda fuera, ¿Judas, quizás? o es representación de la libre voluntad del hombre de no aceptar el misterio eucarístico distribuido en la iglesia y que es presencia real del salvador entre nosotros.

pero la eucaristía repartida y celebrada por Cristo y después por los discípulos y los sacerdotes de la Iglesia  ha de ser un fiel reflejo del servicio y la entrega, reflejada en el segundo cuadro, en el que vemos a Jesús en el momento cuando se dispone a lavar los pies de San Pedro, como ejemplo de humildad y servicio al prójimo. A la derecha arriba se vislumbra la celebración de la Última Cena en otra estancia, como ejemplo de intimidad.

Dos cuadros que nos dan las claves para entender  los diferentes aspectos de este día santo y ayudados con la meditación de las lecturas de hoy  (Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15) podremos entregarnos, al comienzo de este triduo pascual, a entrar con Cristo en el misterio admirable de la redención.

miércoles, 12 de abril de 2017

Autor desconocido. La Última Cena

La Última Cena. 1485. Seguidor del Maestro de la Virgo inter Virgines
Óleo sobre tabla. Medidas: 69 x 38 cm
Colección Thyssen-Bornemisza. Madrid.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? El respondió: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ¿Soy yo acaso, Rabbí? Dícele: Sí, tú lo has dicho. 

La liturgia del Miércoles Santo nos presenta este texto del Evangelio según san Mateo, en el que, a a continuación de narrarnos la traición de Judas, nos cuenta cómo Jesús anunció la traición en medio de la Última Cena. Jesús, ante la obstinación de Judas, pronuncia una sentencia que retumba en todo el texto: Mejor le valdría no haber nacido.

Para ilustrar esta escena, hemos escogido una obra atribuida a varios maestros anónimos, relacionados estilísticamente con la escuela del norte de los Países Bajos, hasta que los historiadores Boon y Eisler la asignaron a un seguidor del Maestro de la Virgo inter Virgines. El artista en esta Última Cena, colocó a los doce apóstoles alrededor de una mesa sentando a Cristo a la izquierda, al que reconocemos por tener a san Juan descansando en su regazo y por ofrecer el pan a Judas. En esta pintura se ha concedido gran importancia al sencillo bodegón, que hallamos en la mesa y en el que destaca una gran fuente vacía en el centro y a su alrededor, en círculo, objetos como una jarra y cuchillos.

martes, 11 de abril de 2017

Andrea di Bartolo. Cristo camino del Calvario

Cristo camino del Calvario. 1415-1420. Andrea di Bartolo Cini
Temple sobre tabla. Medidas: 54 x 49 cm
Colección Thyssen-Bornemisza. Madrid.

Como un cordero fue llevado al matadero. Estas palabras fueron pronunciadas proféticamente por Isaías a propósito del siervo de Dios que rescataría al pueblo de Dios, cinco siglos antes de la muerte de Jesús. La paciencia de Jesús, como hoy nos enseña san Cipriano en el sermón sobre los bienes de la paciencia:

Y cuando ante la cruz del Señor los astros se llenen de confusión, se conmuevan los elementos, tiemble la tierra, la noche oscurezca el día para que el sol no obligue a contemplar el crimen de los judíos sustrayendo sus rayos y no dando luz a los ojos, él no habla, no se mueve, no exhibe su majestad ni siquiera durante la pasión: con perseverancia y tesón se tolera todo, para que en Cristo se consume la plena y perfecta paciencia.

Pacientemente toleró las torturas crueles a las que fue sometido, y con paciencia sobrellevó los ultrajes y burlas que le infligieron quienes llenos de odio le arrastraron fuera de la ciudad para asesinarlo. Esta imagen está muy bien representada en la tabla que hoy contemplamos, que debió formar parte de una predela dedicada a la Pasión y Resurrección de Jesucristo, obra de Andrea di Bartolo. Cristo mira hacia atrás, encontrando con la mirada a su madre, cubierta con un manto azul, que con gran dramatismo levanta las manos hacia lo alto. Se distinguen, por el nimbo que los aureola a otros dos santos, uno de ellos claramente identificable como el discípulo amado, es decir, san Juan. Pero la escena transmite una sensación de tumulto y odio, figurada sobre todo en la actitud del soldado vuelto de espaldas entre Cristo y la Virgen, con la espada desenvainada y amenazante.

lunes, 10 de abril de 2017



La unción de Betània, s. XII. Maestro de Agüero
Piedra 

Ayer veíamos a Cristo entrando en Jerusalén aclamado como rey y hoy, lunes santo, san Juan nos relata la unción de Betània, donde María, la hermana de Lázaro unge los pies de Jesús prefigurando así la unción tras su muerte. 

En este maravilloso capitel conservado en el monasterio jaques de san Juan de la Peña se representa por un lado la escena de la resurrección de Lázaro y por otro el tema tratado hoy. Jesús se encuentra a la mesa con Lázaro y Judas mientras María le ofrece el tarro de perfume. Judas reacciona de manera pragmática, el  evangelista no respalda su actitud y Cristo, reprendiendo su dudoso interés le aclara la importancia de su persona y la atención debida siempre a los pobres. San Agustín, en el Comentario del Evangelio según san Juan, dice:

Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien levantó Jesús. Pues bien, le hicieron allí una cena y Marta servía; Lázaro, en cambio, era uno de los que se habían puesto a la mesa. Para que los hombres no supusiesen que él había sido hecho un fantasma porque, muerto, resucitó, era uno de los recostados; vivía, hablaba, tomaba parte en el festín; la verdad se mostraba, la incredulidad de los judíos era confundida. Se había puesto, pues, a la mesa el Señor con Lázaro y con los demás; servía Marta, una de las hermanas de Lázaro.

En cambio, María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio. Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor. Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis? Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies».

Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. Quienes viven mal y se llaman cristianos, hacen una injuria a Cristo; de quienes son así está dicho que por su culpa se denuesta el nombre de Dios. Si por culpa de tales individuos se denuesta el nombre de Dios, mediante los buenos se loa el nombre del Señor. Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías. También en Cantar de Cantares se dice: Perfume derramado es tu nombre. Haz volver de nuevo la atención hacia el Apóstol: Olor bueno del Mesías somos, afirma, en todo lugar, tanto entre estos que son hechos salvos como entre estos que perecen; para unos, olor de vida en orden a la vida; para otros, olor de muerte en orden a la muerte; y para estas cosas ¿quién es idóneo? La presente lectura del Santo Evangelio nos ofrece la ocasión de hablar sobre ese olor de forma que, pues el Apóstol mismo dice: «Y para estas cosas ¿quién es idóneo?», yo me exprese suficientemente y vosotros escuchéis diligentemente. ¿Acaso, pues, yo soy idóneo para intentar hablar de ello, o vosotros sois idóneos para oír estas cosas? Yo, ciertamente, no soy idóneo; pero es idóneo aquel que ojalá se digne decir mediante mí lo que a vosotros os aprovecha oír. He ahí que el Apóstol es, como él mismo dice, olor bueno; pero ese mismo olor bueno es para unos olor de vida en orden a la vida; para otros, en cambio, olor de muerte en orden a la muerte; olor bueno empero. Efectivamente, ¿acaso asevera: «Para unos somos olor bueno en orden a la vida; para otros olor malo en orden a la muerte»? Ha dicho que él es olor bueno, no malo; y ha dicho que idéntico olor bueno existe para unos en orden a la vida, para otros en orden a la muerte. Felices quienes viven gracias al olor bueno; en cambio, ¿qué más infeliz que los que mueren por el olor bueno?

domingo, 9 de abril de 2017

La entrada del Señor en Jerusalén

La entrada en Jerusalén, s. XII. Maestro de Agüero
Piedra tallada
Monasterio de san Juan de la Peña

Comenzamos la Semana Santa con la celebración de la entrada del Señor en Jerusalén. Recibido como el Mesías esperado por el pueblo fiel, es aclamado al grito de Hosanna por los mismos que, dentro de unos días, gritarán pidiendo su muerte.

El capitel que contemplamos pertenece al claustro de San Juan de la Peña. Aparece en la esquina el Señor montado el burro, un hombre se quita su vestido y lo tiende a sus pies, y un tercero porta en su mano una flor de lis. Es clara la referencia a las antífonas que en esta jornada canta la liturgia de la Iglesia.

sábado, 8 de abril de 2017

Juan de Juni. El santo Entierro

Entierro de Cristo. 1541-1544. Juan de Juni
Madera tallada policromada. Grupo escultórico.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

En la Antigüedad era común dejar los cadáveres de los ejecutados expuestos durante algún tiempo, como gesto de la ejemplaridad de la justicia y para escarmiento de futuros delincuentes. El espectáculo de un cuerpo así maltratado disuadiría a cualquier persona razonable a intentar nada contra la autoridad establecida. Sin embargo, dado que al día siguiente de la muerte de Jesús se celebraba la solemnidad de la Pascua judía, José de Aritmatea se atrevió a pedir permiso al procurador romano para enterrar el cuerpo de Jesús. Pilato concedió ese permiso y procedieron, entonces, a realizar un rápido entierro, pues apenas tenían ya tiempo ese viernes por la tarde.

Hoy queremos contemplar esta escena a través de una de las obras maestras de la imaginería castellana, que se conservar en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid: el Santo Entierro del hispano-flamenco Juan de Juni. Lo ejecutó entre 1541 y 1544, como fruto del encargo para la capilla funeraria del franciscano fray Antonio de Guevara, escritor, cronista del emperador Carlos y obispo de Mondoñedo, en el convento de San Francisco de Valladolid. El grupo se encontraba dentro de una estructura de retablo realizado en yeso. 

El conjunto ofrece un marcado carácter escenográfico. Pensado para ser visto de frente, se compone de seis figuras dispuestas en torno al Cristo yacente, distribuidas simétricamente en torno a un eje que divide el grupo de la Virgen y San Juan, de forma que el movimiento y actitud de una figura es contrarrestado en el lugar opuesto por otra similar, estando sus posiciones condicionadas a conseguir una visión completa y frontal del conjunto. 


La figura de Cristo, de cuerpo y cabeza majestuosos posee una honda expresividad. El resto de los personajes expresan su reacción ante el cadáver, concentrados en la escena, a excepción de José de Arimatea, quien con una espina en la mano, se dirige hacia el espectador. La caracterización fisonómica muestra unos rostros sufrientes, mientras que los cuerpos se cubren con ropajes abundantes muy característicos de la habilidad para el modelado que maneja su autor. Todo se policroma con un exquisito detenimiento, empleándose tanto el estofado como la punta de pincel a favor del verismo.

viernes, 7 de abril de 2017

Alonso Cano. La Crucifixión

La Crucifixión. Segundo tercio s. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 130cm x 96cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El viernes quinto de Cuaresma se ha venido llamando, tradicionalmente, viernes de dolores. Contemplamos el misterio de Cristo muerto sobre la cruz, dándonos la vida, en medio de terribles sufrimientos, pero con un inmenso amor por cada uno de nosotros, que debiera conmovernos hasta lo más íntimo.

Para contemplar silenciosos esta escena central de nuestra fe, recurrimos a un autor del barroco español, Alonso Cano, de profundad religiosidad, que centra nuestra atención sobre el misterio, aislándolo de la historia efectiva y del resto de sus personajes. Un cuadro, pues, destinado a la oración y a la devoción. La representación de Cristo crucificado está situada en un paisaje, donde la presencia de unos árboles es el único elemento escenográfico. Pueden venir referidos a las palabras de Cristo: Si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco? Ambos árboles, el de la Cruz y el del Paraíso, encierran en sí la historia de la humanidad, hecha de tentación y pecado, pero creada y redimida por el mismo Dios.

Alonso Cano realizó varios cuadros similares a éste a lo largo de su vida, todos ellos relacionados con la profunda religiosidad imperante en la pintura barroca española y con la intensa presencia de aspectos devocionales en la sociedad de la época.

La combinación de elementos profundamente dramáticos, como la luz roja del atardecer sobre la que contrasta el cuerpo desnudo de Jesús, con otros más clásicos, como la serenidad de la expresión de Cristo, convirtieron a estas imágenes en uno de los ejemplos más estimados de la producción de Cano, en los que aunaba con gran maestría la natural elegancia de su estilo con una intensa tensión emocional.

jueves, 6 de abril de 2017

Ercole Ferrarese. La Institución de la Eucaristía

La Institución de la Eucaristía.. 1490. Ercole Ferrarese
Témpera al huevo sobre tabla. Medidas: 29cm x 21cm.
National Gallery. Londres.

Hemos llegado al último jueves de Cuaresma, antes del Jueves Santo, y volvemos a contemplar el misterio de la Institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Para su contemplación, hemos seleccionado una obra que fue pintada como puerta del tabernáculo, en Ferrara, y que ha terminado en la National Gallery de Londres.

Cristo aparece en el centro de la escena: con una mano bendice, y con otra sostiene, no el pan de la comida pascual de los judíos, sino la típica forma de la Eucaristía.. Llama la atención la arquitectura de la escena

miércoles, 5 de abril de 2017

Hugo van der Goes. Crucifixión

Crucifixión. 1470. Hugo van der Goes
Óleo sobre tabla.
Museo Correr. Venecia

Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.

A medida que avanzamos hacia la Semana Santa, se va haciendo patente el conflicto que desembocará en la Pasión y Muerte del Señor. Jesús reprocha a los judíos el no aceptarle como su verdadero Dios y Salvador. Los judíos, por su parte, toman a Jesús por un blasfemo.

Contemplamos hoy una Crucifixión de Hugo van der Goes. Nacido en Gante, es poco lo que se sabe sobre su vida, aunque fue unos de los pintores flamencos más importantes de la segunda mitad del siglo XV después de la muerte de Jan Van Eyck. Entró en el gremio de artistas en 1467 pero antes de esta fecha no se sabe nada sobre su vida. Las primeras informaciones ciertas sobre este pintor lo sitúan en los años 1460 en Brujas donde colabora con la decoración en las fiestas en honor de las bodas del duque de Borgoña, Carlos el Temerario.Ya en vida gozó de amplia fama, teniendo encargos tanto de los burgueses como de la aristocracia.

Al sufrir enfermedad mental, se retiró como hermano lego al monasterio Rodeklooster, cerca de Bruselas alrededor de 1478 con la esperanza de que, viviendo en un monasterio, se recobraría de su depresión. No interrumpió su actividad pues es por esta época cuando realizó su Muerte de la Virgen, donde se transparenta una tensión dramática más aguda, traducida por la irrefrenable animación expresiva de los personajes. Van der Goes intentó suicidarse por motivos de su enfermedad mental en 1480, y murió dos años más tarde. En su estancia en el monasterio Roderklooster también viaja alguna vez a Colonia y Lovaina.

En su obra acusa la influencia de autores como Jan Van Eyck y Rogier van der Weyden que habían logrado representar con solvencia el cuerpo humano y el acabado realista en el detalle. Posteriormente conoce sin duda algunas obras italianas contemporáneas, y este contacto influye sobre él, en el sentido de acabar en una ordenación más monumental del espacio.

martes, 4 de abril de 2017

Anónimo. La Crucifixión

La Crucifixión. 1460-1470. Círculo de van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 32 cm x 20 cm.
Colección de Arte Estatal. Dresde.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» 

Estos versos del capítulo octavo del Evangelio según san Juan que leemos en la Eucaristía de hoy, inciden en la idea de que es precisamente en la Cruz el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, a pesar de que los ojos humanos vean el martirio y la ignominia del crucificado. son dos, pues, las formas de contemplar la cruz: los judíos vieron el descrédito y el sufrimiento lacerante del ejecutado, pero los creyentes contemplan la gloria de Dios.

Esta idea fue muy bien captada por el anónimo autor de la tabla que contemplamos hoy, perteneciente al círculo de van der Weyden. Por una parte vemos a Jesús, ya muerto, ofrecido en lamentable espectáculo a la Virgen, a san Juan y a la Magdalena. Pero sobre la tierra, al fondo, se describe el arco iris, que simboliza la nueva alianzas que Dios hace con los hombres, sellada con la Sangre de Jesucristo.

domingo, 2 de abril de 2017

Juan de Flandes. Resurrección de Lázaro.

Resurrección de Lázaro. 1514. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. Medidas: 110 cm x 84 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

El quinto domingo de Cuaresma nos propone la liturgia la meditación del signo de la resurrección de Lázaro, recogido en el Evangelio según san Juan. Por este motivo, nos detenemos hoy en una tabla procedente de la Iglesia de San Lázaro de Palencia, pintada por Juan de Flandes a comienzos del siglo XVI: la resurrección de Lázaro. Se trata del último y admirable signo de Jesús, según el Evangelio de san Juan. Lázaro ha muerto, y tras varios días, acude el Señor al ruego de sus hermanas. Conmovido por el dolor, Jesús mantiene un intenso diálogo con María acerca de la resurrección y la vida. Por fin, ante el escepticismo de todos, Jesús manda abrir la tumba y llama a Lázaro, que resucita.

De acuerdo con el estilo de sus años finales en Palencia, el pintor flamenco aumenta el tamaño de las tres figuras principales, Cristo bendiciendo a Lázaro, que sale de la tumba apoyando su mano en la tapa del sepulcro y con los ojos transformados en perlas negras, y una de sus hermanas -Marta según el Evangelio de San Juan (11, 38-44)-, de rodillas, tendiendo los brazos hacia el. Al fondo sitúa el cementerio y la capilla, en ruinas.

Esta tabla de Juan de Flandes pertenecen al retablo mayor de la Iglesia de San Lázaro de Palencia, costeado por don Sancho de Castilla, antiguo preceptor del malogrado príncipe don Juan, heredero de los Reyes Católicos, y patrono de la iglesia desde 1508.

sábado, 1 de abril de 2017

Imago Pietatis



Icono-relicario. Icono, 1300. Caja de reliquias,1380. Anónimo
Procedente del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí
Temple sobre tabla, Icono: 23 × 28 cm, caja de reliquias: 98,7 × 97,1 cm

Tanto la lectura de ayer del libro de la Sabiduría, como hoy Jeremías me ha traído a la memoria a Cristo como Varón de Dolores y recordando su iconografia mi recuerdo y devoción me ha llevado a recordar un magnifico icono bizantino que se conserva en Roma y que es el origen de esta iconografía que evoluciona en occidente de manera muy elevada a partir del siglo XIV y XV de manos de maestros flamencos hasta el mas abigarrado barroco. 

La representación de Cristo como Varón de Dolores, culmen de la historia de la salvación anunciada por los profetas del antiguo testamento y verificada en el nuevo, es un motivo iconográfico que se remonta hasta  la época del Papa San Gregorio Magno (segunda mitad del siglo VI, principios del siglo VII) donde  hemos de buscar el origen de la iconografía del Varón de Dolores. Cuenta la leyenda que durante la celebración de la Santa Misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén celebrada por el santo,  uno de los asistentes hizo pública su duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Inmediatamente y ante las oraciones del Santo Padre una imagen de Cristo se apareció sobre el altar, en pie, mostrando los estigmas sangrantes de la Pasión así como los atributos típicos de ella ( Santa Cruz, corona de espinas, clavos, sepulcro) y derramando sobre el cáliz su propia sangre que manaba de las llagas.  San Gregorio ordenó dejar un recuerdo pictórico de tal acontecimiento en la Iglesia de Santa Cruz de Roma, lugar del acontecimiento. Venía esta nueva iconografía y el esparcimiento de las distintas versiones populares del milagro a significar un respaldo al culto al Santísimo Sacramento, así como a los postulados teológicos del propio San Gregorio a favor de la corporeidad de la Resurrección de Cristo, en contra de algunas corrientes de la época que defendían la incorporeidad de una resurrección meramente espiritual. Cabe pues considerar esta iconografía como una plasmación visual de los planteamientos ideológicos defendidos por el Magno Papa, idealizados en un Cristo palpitante, sangrante y rotundamente corpóreo.

Desde este Ecce Homo o Imago pietatis, Cristo se va a representar con los elementos de la pasion, mostrando las llagas redentoras o en el Lagar místico o surgiendo de si un surtidor que riega la tierra. En ella Cristo vierte la sangre de su costado sobre un cáliz, manteniendo plenamente su simbolismo sacramental y su carácter alegórico. Por evolución de la teatralidad barroca el Varón de Dolores se nos muestra en ocasiones aún crucificado a la Santa Cruz que se fue incluyendo con el tiempo en la composición, dando lugar a interpretaciones tan particulares. Lo podemos ver también redimiendo el globo terráqueo. En este caso el Varón de Dolores se dispone sobre el orbe que representa la tierra, de rodillas, con todas las llagas de la pasión presente, pleno de sentido alegórico y elevando en súplica la mirada a los cielos.

La piedad popular fue acoplando el pasaje a su devocionario particular. Dado que la mística representación de características casi alegóricas resultaba compleja de asimilar por el pueblo llano, este fue poco a poco incluyendo el pasaje entre aquellos que conformaban parte de la pasión para su más fácil comprensión y, dado que Cristo se nos mostraba con todas las llagas de la pasión patentes y en el sepulcro, la presencia del ángel o ángeles se vió directamente relacionada con la del Ángel de la Resurrección mencionado en las sagradas escrituras, ubicándole en el interior del sepulcro en el momento de la Resurrección de Cristo. En este tipo de representaciones, Cristo parece mostrar los primeros signos vitales en pleno misterio divino de la resurrección: entre la vida y la muerte, en una mirada que parece volver a brillar de vitalidad mientras el cuerpo inerte aún a penas le sostiene, cual despertando de un letargo.