sábado, 15 de junio de 2013

Cristo en la cruz


Cristo en la cruz entre las dos Marias y san Juan. c. 1588. Obra de "El Greco"
Óleo sobre lienzo, 120 x 80 cm
National Gallery, Atenas. Grecia

En la segunda carta de san Pablo a los Corintios (5, 14-21) Pablo nos habla del gran amor con que cristo nos ha redimido. Un amor que nos lleva a vivir en él de una vez para siempre y no morir jamas. Este amor nos ha reconciliado no solo con Dios mismo sino con todo nuestro prójimo, ya que es Cristo quien vive en nosotros y su amor el que hace nuevas todas las cosas.

El Espíritu es ahora el medidor de nuestras relaciones y acciones. Somos hombres nuevos por Cristo, somos criaturas nuevas reconciliadas en el amor de Cristo quien en la Cruz nos ha reconciliado y encargado reconciliar. Él ha sido el primero en todo y en esto debemos también seguir su ejemplo. Si Dios no nos exigía nada al darnos a su Hijo unigénito, cuanto mas nosotros no debemos exigirlas a nuestros hermanos, sino al contrario, darnos como se dio Cristo y ser reflejo y fieles testimonios de ese amor reconciliador. Lo viejo a pasado lo nuevo ha venido por el sacrificio de la Cruz y se ha abierto para todos nosotros la puerta de la justificación por el testimonio redentor. “Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos”.

San Pablo se sabía plenamente amado por Jesucristo y esa conciencia transformó totalmente su existencia, y pasó de ser perseguidor de cristianos a consagrar su vida y todas sus energías al apostolado. Él abre ante nosotros un horizonte más grande, unirnos a su deseo de salvación de todos los hombres. De hacer las cosas para que el amor de Dios llegue a más personas y alcance a todo el mundo. Id y bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, reconciliad a todos con Dios en Crsito Jesús.

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.
Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
Por tanto, no valoramos a nadie según la carne.
Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no.
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.




No hay comentarios:

Publicar un comentario