San Bernardino de Siena,1603. El Greco
Óleo sobre lienzo, 269 cm x 144 cm
Museo del Prado, Madrid.
Recordamos hoy a San Bernardino de Siena (1380-1444). Creció en el seno de una familia patricia que le posibilitó una sólida formación intelectual. En 1400 ingresó en la Orden Franciscana.
El Greco lo presenta cubierto con el hábito franciscano y empuñando en la mano derecha un bastoncillo coronado con el anagrama del nombre de Jesús. Bajo el brazo izquierdo sostiene un libro con característica encuadernación plateresca. En la esquina derecha del suelo, junto a sus pies, se amontonan tres mitras correspondientes a los tres obispados que rechazó y, en el lado opuesto, más al fondo, se bosqueja un paisaje y algunos edificios de Toledo.
San Bernardino se recorta sobre un celaje de nubes tormentosas que potencian la monumentalidad de la figura. Está concebido desde una composición piramidal, marcada por la ancha base que dibuja el hábito, y culminada en la delicada y pequeña cabeza del santo, un hombre de unos treinta años, de aguda mirada y fisonomía contemporánea al pintor: un rostro de finas facciones, perilla apuntada y bigotes de guías marcadas, ojos grandes y almendrados, de expresión melancólica, próxima a la de los caballeros retratados por el Greco en el Toledo de principios de siglo. Con esta visión, el Greco se aleja de la iconografía que representa al personaje más tradicional, en su vejez, gastado por las mortificaciones, con un rostro de asceta febril, demacrado y lleno de arrugas. Esta pintura fue un encargo de 1603 del colegio franciscano de San Bernardino.
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