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sábado, 16 de julio de 2016

Pietro Novelli. Nuestra Señora del Carmen

Nuestra Señora del Carmen y santos. 1641. Pietro Novelli
Óleo sobre lienzo. Medidas: 474 cm. x 750 cm.
Museo Diocesano de Palermo

Celebramos hoy la popular advocación de Santa María del Monte Carmelo, de la que nació en la Edad Media la familia religiosa de los Carmelitas. En su honor, contemplamos hoy un lienzo de gran formato del pintor barroco siciliano Pietro Novelli. En él aparece la santísima Virgen del Carmen, entronizada sobre nubes y ángeles, mostrando al niño Jesús, sosteniendo entre ambos el escapulario del Carmen. En un plano inferior aparecen diversos santos de la orden: a la derecha, Simon Stock, el fundador de los ermitaños carmelitas en Tierra Santa. De rodillas aparece el santo mártir Ángel de Jerusalén, un fraile siciliano, asesinado por los cátaros en 1225. A la izquierda aparecen dos místicas carmelitas más recientes: santa Teresa de Jesús y santa María Magdalena de Pazzi.

La espiritualidad carmelita busca acercarnos al misterio de Dios a través de Jesucristo, encarnado de María Virgen. De este modo, la fuerte impronta mariana nos conduce hacia la humanidad de Jesucristo, a través de la cual podemos acceder al misterio invisible de Dios. Es algo que ya san León Magno, en la antigüedad había afirmado, tal como leemos en el sermón 1 de Navidad, que leemos hoy en el Oficio Divino:

Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Anónimo. Comunión de una santa carmelita

Comunión de una santa carmelita. XVII. Anónimo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 226 cm x 164 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Recordamos hoy la santidad de santa Teresa del Niño Jesús, la santa carmelita de finales del siglo XIX. Hemos escogido con tal ocasión un lienzo anónimo, que perteneció al Convento del Carmen Calzado de Madrid, en el que se muestra a una santa carmelita comulgando.

A santa Teresa de Liseux dedicó el papa Benedicto XVI su Audiencia General de 6 de abril de 2011. Entre otras cosas, dijo:

Queridos amigos, también nosotros, con santa Teresa del Niño Jesús, deberíamos poder repetir cada día al Señor, que queremos vivir de amor a él y a los demás, aprender en la escuela de los santos a amar de una forma auténtica y total. Teresa es uno de los «pequeños» del Evangelio que se dejan llevar por Dios a las profundidades de su Misterio. Una guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos. Con la humildad y la caridad, la fe y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que contiene el Misterio de Cristo. Y esta lectura de la Biblia, alimentada con la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. De hecho, la ciencia de los santos, de la que habla ella misma en la última página de la Historia de un alma, es la ciencia más alta: «Así lo entendieron todos los santos, y más especialmente los que han llenado el universo con la luz de la doctrina evangélica. ¿No fue en la oración donde san Pablo, san Agustín, san Juan de la Cruz, santo Tomás de Aquino, san Francisco, santo Domingo y tantos otros amigos ilustres de Dios bebieron aquella ciencia divina que cautivaba a los más grandes genios?» La Eucaristía, inseparable del Evangelio, es para Teresa el sacramento del Amor divino que se rebaja hasta el extremo para elevarnos hasta él. En su última Carta, sobre una imagen que representa a Jesús Niño en la Hostia consagrada, la santa escribe estas sencillas palabras: «Yo no puedo tener miedo a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí (...) ¡Yo lo amo! Pues él es sólo amor y misericordia» (Carta 266).

En el Evangelio Teresa descubre sobre todo la misericordia de Jesús, hasta el punto de afirmar: «A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas (...). Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás), me parece revestida de amor». Así se expresa también en las últimas líneas de la Historia de un alma: «Sólo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr... No me abalanzo al primer puesto, sino al último... Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él». «Confianza y amor» son, por tanto, el punto final del relato de su vida, dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo «caminito de confianza y de amor», de la infancia espiritual. Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo». Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás.

miércoles, 16 de julio de 2014

Pietro Novelli. Nuestra Señora del Carmen

Nuestra Señora del Carmen y santos. 1641. Pietro Novelli
Óleo sobre lienzo. Medidas: 474 cm. x 750 cm.
Museo Diocesano de Palermo

Celebramos hoy la popular advocación de Santa María del Monte Carmelo, de la que nació en la Edad Media la familia religiosa de los Carmelitas. En su honor, contemplamos hoy un lienzo de gran formato del pintor barroco siciliano Pietro Novelli. En él aparece la santísima Virgen del Carmen, entronizada sobre nubes y ángeles, mostrando al niño Jesús, sosteniendo entre ambos el escapulario del Carmen. En un plano inferior aparecen diversos santos de la orden: a la derecha, Simon Stock, el fundador de los ermitaños carmelitas en Tierra Santa. De rodillas aparece el santo mártir Ángel de Jerusalén, un fraile siciliano, asesinado por los cátaros en 1225. A la izquierda aparecen dos místicas carmelitas más recientes: santa Teresa de Jesús y santa María Magdalena de Pazzi.

La espiritualidad carmelita busca acercarnos al misterio de Dios a través de Jesucristo, encarnado de María Virgen. De este modo, la fuerte impronta mariana nos conduce hacia la humanidad de Jesucristo, a través de la cual podemos acceder al misterio invisible de Dios. Es algo que ya san León Magno, en la antigüedad había afirmado, tal como leemos en el sermón 1 de Navidad, que leemos hoy en el Oficio Divino:

Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.

martes, 16 de julio de 2013

Luis Tristán. Retrato de un carmelita


Retrato de un carmelita.1620. Luis Tristán
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 110cm x 84cm.
Museo del Prado. Madrid España.

La memoria litúrgica de Nuestra Señora del Monte Carmelo nos hace evocar necesariamente a esta tan querida orden religiosa, que tanto ha aportado a la historia y a la espiritualidad de la Iglesia. Desde finales del siglo XVI, gracias a las inapreciables aportaciones de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, se constituyeron en un claro referente de la espiritualidad católica. De esa época procede la imagen que proponemos hoy para la contemplación: el Retrato de un Carmelita, obra de Luis Tristán.

Sobre un fondo liso en el que el contorno de la figura se dibuja con limpieza, Tristán ha pintado a un fraile carmelita que viste el hábito de la orden. El personaje, hasta hoy desconocido, está representado de medio cuerpo y sentado ante una pequeña mesa vestida con un tapete verde; con su mano izquierda sujeta un libro sobre el que apoya la derecha y que descansa sobre otro tomo que reposa sobre el tablero; quizá el pintor nos está indicando que se trata de un fraile escritor. El rostro sin idealizar, tiene una sorprendente fuerza individual y la expresividad de su mirada, que dirige al espectador, da a conocer el carácter enérgico del fraile. Es también manifiesto el interés del autor por el claroscuro al iluminar el rostro, las manos y los tonos blancos para hacerlos destacar sobre el color neutro del fondo.