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miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Bosco. Mesa de los Pecados Capitales


Mesa de los Pecados Capitales. Finales siglo XV. El Bosco
Óleo sobre tabla. Medidas: 120cm x 150cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes.

La primera lectura de la Eucaristía nos remite hoy a este texto de la Carta a los Colosenses, que nos invita a buscar lo de arriba rechazando la vida pecaminosa.

La iconografía cristiana, sobre todo en la época medieval, fue muy proclive a poner en contraste los vicios y pecados frente las virtudes. En cierto modo, es el tema de la obra que hoy hemos escogida, fruto de la genial mano de El Bosco: la Mesa de los Pecados Capitales.

El pintor representa cinco círculos sobre un fondo negro. Los cuatro más pequeños, situados en los ángulos, muestran las postrimerías de la vida: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Dos filacterias con inscripciones en latín, extraídas del Deuteronomio advierten de las consecuencias del pecado. La primera (32: 28-29) dice: “Porque son un pueblo que no tiene ninguna comprensión ni visión, si fueran inteligentes entenderían esto y se prepararían para su fin”. La segunda debajo (32:20) dice: “Apartaré de ellos mi rostro y observaré su fin” El círculo central, más grande que los anteriores, semeja un ojo, en cuya pupila aparece Cristo Varón de Dolores y la frase “Cuidado, Cuidado, el Señor está mirando” y los Siete Pecados Capitales en su anillo exterior reproducidos como escenas de género con las costumbres y los vicios de la época. 

Adquirida por Felipe II, fue por él enviada en abril de 1574 a El Escorial donde fue mencionada por el Padre Sigüenza en los aposentos del Rey.