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lunes, 25 de agosto de 2014

El Greco. San Luis, rey de Francia

San Luis, rey de Francia. 1585. El Greco
Óleo sobre lienzo. Medidas: 117 cm. x 95 cm.
Museo del Louvre. París

El año pasado conocíamos la vida de san Luis contemplando un cuadro de Claudio Coello. Este año veneramos su recuerdo con un típico retrato de El Greco. Su testamento espiritual, que leemos en el Oficio de vigilias, es una obra maestra de la espiritualidad medieval. Dice así:

Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.

Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.

Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas.

Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino y, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor, con oración vocal o mental.

Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Para con tus súbditos, obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.

Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía.

Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén.

domingo, 25 de agosto de 2013

Claudio Coello: la virgen con el Niño adorados por san Luis, rey de Francia


La Virgen con el Nño adorados por san Luis. 1665.  Claudio Coello
Óleo sobre lienzo. Medidas: 229cm x 249cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Hoy celebra la Iglesia la memoria de un rey santo: san Luis IX de Francia. Hijo de Luis VIII el León y de doña Blanca de Castilla, fue un hombre extremadamente virtuoso, que heredó de su madre una profunda vida espiritual y el anhelo por el cultivo de las virtudes cristianas. vivió entre los años 12214 a 1270. Se casó con Margarita de Provenza, nieta de los reyes de Aragón, con la que tuvo once hijos.

San Luis combinó su tarea de gobierno con un ascetismo que ha sido destacado tanto por la hagiografía católica como por comentaristas laicos (Voltaire llegó a decir que "No es posible que ningún hombre haya llevado más lejos la virtud"). Por momentos parecía un anacoreta, entregándose a prácticas de mortificación como el hacerse azotar la espalda con cadenillas de hierro los días viernes, o actos de autohumillación como lavar los pies a los mendigos o compartir su mesa con leprosos. Perteneció a la Orden franciscana seglar, fundada por San Francisco de Asís. Fundó muchos monasterios y construyó la famosa Santa Capilla en París, cerca de la catedral, para albergar una gran colección de reliquias del cristianismo. Asistió al Concilio Ecuménico latino de Lyon I, (convocado en 1245 y presidido por el Papa Inocencio IV); donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designó a Luis IX al mando.

Como Carlomagno tuvo en Eginardo su biógrafo, Luis IX lo tuvo en Jean de Joinville (1224-1317), amigo suyo y camarada en sus campañas de armas. Sus escritos han creado la tan popular imagen pacífica y piadosa del Rey, y el propio Joinville prestó testimonio ante el Papa Bonifacio VIII, que canonizaría a Luis IX en 1297.

Luis IX fue el último monarca europeo que emprendiera el camino de las Cruzadas contra los musulmanes. La primera vez, entre 1248 y 1254, en lo que luego se llamó la Séptima Cruzada, San Luis desembarcó en Egipto y llegó a tomar la ciudad de Damieta, pero poco después sus tropas fueron sorprendidas por la crecida del Nilo y la peste. Combatiendo en terreno desconocido, cayeron prisioneros de sus enemigos y sólo se salvaron pagando un fuerte rescate. La Octava Cruzada, en 1270, llevó a San Luis frente a Túnez, ciudad a la que puso sitio. La expedición fue un desastre. Buena parte del ejército fue atacado por la disentería, al igual que el propio San Luis, que murió durante el sitio, sin haber conseguido su objetivo, el 25 de agosto de 1270.

San Luis ha sido objeto de una abundante iconografía, sobre todo en la época de la Contrarreforma, para exaltar la imgen del rey cristiano, hijo fiel de la Iglesia y cuya santidad personal resultaba intachable. Precisamente la obra que hoy proponemos está en esta línea. Se trata de una composición de Claudio Coello, en la que el rey santo aparece honrando a la Virgen con el Niño. La obra está dispuesta a manera de gran escena teatral en la que a través de San Juanito, junto al cordero, se invita a participar al espectador. Su composición dinámica y compleja y su color brillante y expansivo evocan modelos del Barroco flamenco. El tema supone una respuesta barroca y espectacular a las “sacras conversaciones” renacentistas.